Cuando estoy de malas en el trabajo me pongo a hablar. Antes que todos se muestren cansados de mis cuitas, allá voy yo mera, a odiarme solita, pero de parar ni madres…antes muerta que callada, chingado.
Es como si no pudiera detener la boca. Libero las múltiples angustias; por ejemplo, de la supuesta lucha de los sexos. “Los hombres son (llene usted aquí con cualquier frasecita hecha), en cambio, las mujeres todo lo hacemos para (igual que la anterior)”.
Lo peor es que todos traemos la misma angustia y el tema prende como chispita en polvorín. Al rato ya no sé cómo decir que los hombres son fantásticos, un misterio eterno y una fuente de verdad. Al rato ya no puedo decir que la regué y que ni madre que me compro eso de la lucha de los sexos, tema sólo fabricado para vender revistas de corazón disfrazadas de posmodernidad.
No señor, ninguna lucha. Puro dolor de no ser capaz de meterme en la piel del otro.
Para mí es una cuestión ¿Qué se siente mear parado; ser capaz (sin entrenamiento previo) de golpear a alguien en un bar; hacerse más guapo mientras se envejece; no poderse embarazar?
Platicaba con Dante sobre los juguetes Mi Alegría cuando vi una luz al final del pasillo: con razón somos distintos, tú querías un juego de química y yo pedía a grito pelado unas zapatillas rojas de plástico.

Tal vez ahí empezaron nuestros problemas, los problemas entre un hombre y una mujer:
Secretamente ambos deseabamos desear lo otro, tú mis zapatillas y yo tu juego de química (o tal vez lo hicimos, siempre secretamente) y aún cuando obtuvimos lo que deseábamos (tú el juego de química, yo las zapatillas), cuando abrimos la caja entendimos que los comerciales nos engañaban y que
1. no venía el ácido clorhídrico con el que íbas a quemar a esos insectos muertos que guardabas en aquellos tuppers
2. la bata se vendía por separado
3. el humo también
o que
1. las princesas tenían el pie mucho más grande que el tuyo
2. las princesas no querían correr por las calles de Lindavista como tú o no tenían chorreadas las pantorrillas de lodo (como tú) así que las zapatillas les duraban sin romperse más de 10 minutos (no como a tí)
3. las princesas se vendían por separado