Nunca pensé que iba a decir esto: las bodas son la neta. Un momento épico, cursi, tirado al melodrama. Lo más parecido a interpretar tu propia vida mientras todos aplauden. Lo más parecido a hacerla de clown por una noche.
Un carnaval transformador donde las máscaras grotescas son bien vistas, necesarias por unas cuantas horas.
Ritual mata habitual.
La herma, mejor conocida como la hermiqui, estaba re-peda, re-feliz.
El marido de la novia se comportó.
Mi novio se veía guapísimo con su cámara en las manos y esa paz interna que no puede ocultar cuando camina.
Mi vestido fue el buzz in town. (Se pagó solo cuando el chef, un baturro deseadísimo por las hembras casaderas y no casaderas, me hizo plática con ojos lascivos, suculentos).
La canción de los novios All I want is you de U2. Previsible, pero romántica, ni qué decir.
And all the promises we make, from the cradle to the grave, when all, I want, is you…Lloré, por supuesto.
Qué agradable crecer y que te valga madres que otros te vean ser tú.
Mi escote rojo daba vueltas, mis zapatos de princesa hacían que las piernas se me tornearan. Todos abrazaron la nueva promesa, yo abracé a mi hermana.
A veces la felicidad viene en cajitas de música con brillantes falsos y bailarinas de plástico.
Que así sea.