‘La’ realidad

El otro día disgusté a mi primo preferido porque le dije que no creía en LA realidad.

Mi primo es periodista de a devis, de esos para los que la guerra no es algo que ocurre en la televisión; él ha estado allí (cuando la ex Yugoslavia se suicidó y cuando El Salvador se acabó de romper).

Dile a un hombre de esta integridad que la realidad no existe y te va a mirar con mucha lástima. Tendrá razón, pues desde su trinchera, algunas cosas son verdad, algunos datos no son intercambiables. La realidad es todo lo que no eres tú.

En este momento histórico donde el ego electrónico exalta el ego del mundo, donde todos publican una parte de ‘su’ realidad como si nada, como si fuera importante, es fácil perderse en este argumento. “LA” realidad, como la contaban antes, vía un periódico oficial o un discurso oficial (académico o político, da lo mismo) ya no existe, al menos para mí y las personas que conozco –informados, letrados, electronicoletrados, pues.

Lo mío no es un argumento solipsista. Aunque parece.

Cuando se lo refuté pensaba en la historia y la forma de contarla. La HHHistoria. La que se enseña en la prepa, pues, y en la primaria. Pensaba también en que, al menos de mi generación para abajo, aprehendemos esa Historia a través de la ficción.

Pensaba: la ficción también es Historia, es la historia romantizada de la humanidad, quizás la única que permanece. Por tanto, eso que tú llamas realidad es efímero; habrá elaboraciones de ella y cuando se acaben de elaborar se hará un libro, una película, un post y eso es lo único que quedará.

También es la historia editorializada. Aquello que permanece es la visión del vencedor (casi siempre). Los gitanos, los indios, los negros, los chaparros, los feos, los gordos, los idiotas, los pobres; de esos se hacen películas, pero desde el punto de vista blanco, alto, guapo, occidental, millonario, dizque inteligente. O mejor dicho, desde lo que nos han dicho que es lo blanco, lo alto, lo guapo y lo inteligente.

Así es la cosa, qué le va uno a hacer. (A menos que estemos frente a un milagro, que los hay por supuesto que los hay, y entonces nos maravillamos ante el prodigio, lo celebramos, cómo no, bebemos por la excepción…y ya. Regresamos a nuestra vida natural).

Salvo raras excepciones, nuestro conocimiento de un hecho histórico viene de la ficción. O mejor dicho: salvo raras excepciones todos tenemos al menos UN hecho histórico que sólo conocemos a través de la ficción.

El ejemplo clásico es  el exterminio ocurrido en los campos de concentración alemanes. Auschwitz es un lugar que conocemos bien porque lo hemos visto. Trivia mental: diga tres características de aquél campo sin pensarlas mucho. ¿Ya? Bueno. ¿De qué película las sacó? NO importa. Usted sabe que había pilas de zapatos (zapatos muertos), que la gente dormía en una especie de gallineros, que los prisioneros andaban descalzos, que hacía frío, que era un lugar gris plomizo.

Todo eso lo sacó usted de una película. Quizás incluso haya llorado por esas personas y recuerde vagamente a una niña güerita de abrigo rojo en una pila de muertos encima de una carretilla. Una niña muy muerta, una niña que no le permite dejar de sentirse indignado por lo que pasó en aquella guerra.

Esa imagen la tiene usted porque la guerra terminó y los alemanes perdieron. Nada tiene que ver con la realidad, aunque quizás haya ocurrido (así o de cualquier otra forma).

Pocas personas de este siglo o del pasado tienen la paciencia para ir directamente a buscar un libro escrito por un investigador, con bases históricas y reales. Habiendo tantos recursos visuales, económicos en términos temporales y entretenidísimos para asirse de una idea…uno no es tarugo.

A eso me refería. Entiendo los ojos llenos de lástima de mi primo. Entiendo que el solipsismo facilón enfade a cualquiera que se haya puesto a trabajar 20 o 30 años para hacerle ver a la gente (en el caso de mi primo, los lectores de la sección internacional) que allá afuera están ocurriendo cosas que modifican el curso de la humanidad cada vez.

Lo que pasa es que la gente debería discutir conmigo por carta o por mail. A veces necesito escribir para acabar de pensar.

500 días con Zooey, the man

(Hoy me toca ponerme de odiosa y que todos los hombres con fervores en la entrepierna por Zooey Deschanel me aborrezcan. Ni modo).

3 postulados estúpidos de 500 days of Summer, una verdadera chaquetita fílmica para hombres solteros y cursis equivalente a las comedias románticas (como de Meg Ryan) por las que tanto se critica a las mujeres cursis :

-Si le gusta la música que a mí me gusta, entonces es cool.

Postulado 1: En realidad, con quien quiero es andar conmigo. Estoy convencido de que las relaciones de pareja deberían ser como las que tengo con mis amiguitos hiper complacientes que todo me celebran. Desde mis gustos musicales hasta mis pedorreos.

-Al enterarse de que Zooey no está buscando una relación –a diferencia de toooooodas las mujeres ¿a poco no las han visto? ¡si lo único que quieren pinches viejas es casarse!–, el amigo del protagonista le dice “No eres normal, si no crees en las relaciones de pareja, eres un hombre”. Y pum, el protagonista termina de caer rendido a los pies de la Zooey.

Postulado 2: En realidad, lo que busco es un hombre en el cuerpo de una mujer.

-Cuando el protagonista golpea a otro patán en el bar, Zooey le reclama agriamente “¿Quién te dijo que necesitaba alguien que me protegiera?”

Postulado 3: En realidad, lo que quiero es un macho con falda que ni siquiera sienta un poco de dolor cuando a mí me golpean. Una mujer bien hombrecito, con testosterona de sobra para ambos en la pareja (ya que yo soy medio desgüevado, vamos).

Al hombre que se crea que esta película es ‘de amor’ le recomiendo ampliamente sentarse dos o tres años en el diván de un psicoanalista. Quizás todavía pueden ahorrarse el  divorcio.

Avatar me pone triste

Este texto se posteará en el sitio de Chilango.com muy pronto. (Espero muchos trolls de por allá).  Por lo pronto les comparto lo que escribí para el público de esa página que en mi mente es totalmente distinto al que visita El Taza… a ver qué les parece:

Mi amargura es azul

Creo que lo lograron. Voy a dormir en posición fetal el resto de mis días si alguien no me explica cuál es el gran escándalo con la última de James Cameron.

Acepto que hay momentos —la primera vez que aquella hermosa selva fosforece, por ejemplo—que realmente me hicieron querer estar allí. Pero el cine no es eso. El cine no es ‘querer estar allí’, sino efectivamente estarlo, olvidarse de la miserable existencia propia por dos horas y llegar a casa sintiendo que no todo puede estar tan mal. Y para eso hace falta un buen guión.

Por ahí dicen que no se puede empezar a construir una casa por las ventanas y el símil es valioso en este caso: no se puede sustentar una película en movimientos de cámara y luces artificiales sin tener primero personajes con los que el público se pueda relacionar.  Hace falta ‘tempo’, un ritmo que en lugar de impresionarme me conmueva y algo más que chabacana cursilería new-age. La ‘Pacha-mama’ y la metáfora fácil de ‘lo malos que somos con la madre Tierra’ es un discurso que ni a Al Gore le funciona, por dios.

No esperaba que Avatar fuera una película de ‘arte’ (cualquier acepción que le quieran dar a este mote, yo ya no entiendo cuál sí es y cuál no); ni siquiera esperaba que tuviera sentido. Quería divertirme y ya.

(Últimamente uno va al cine esperando sólo eso. La vasta mina de contenidos en Internet, –desde videos musicales con propuestas visuales extraordinarias (ya es viejo, pero House of Cards de Radiohead es el primero que me viene a la memoria) hasta cortometrajes animados independientes como este de The Cat Piano–, compiten con lo que antes hacía el cine por nosotros: invitarnos, enredarnos en el tejido onírico del otro).

ASí QUE FUI A VER AVATAR…

…compré palomitas, apagué el cerebro y me senté a esperar. Espere casi una hora para que Cameron develara un mundo supuestamente mágico. Me gustó el azul de los Na’vi y hasta sus colitas pseudopsiquicosexuales. Creí en las primeras bestias (esa especie de perros negros) y en los rinocerontes y pensé que eso era tan solo una probada. Ahora viene lo bueno, ahora viene lo bueno…créditos finales…¿y lo bueno?

¿Y los animales que yo no pude haber imaginado? ¿Y las naves extraordinarias? ¿Qué onda con ese futuro lleno de helicópteros guangos y malos que se ríen como el Villano Reventón? ¿Eso era todo?

(Con mis amigos, otros amarguetes como yo, tenemos varias preguntas de concurso: ¿qué onda con sus islas colgantes ‘sin gravedad’ pero con enormes cascadas que, je je, CAEN. Shhh, cállese niña y vea la peli. Pp-pe-pero ¿por qué la muchacha chicha se enamora del menso este que se perdió en el bosque sin ninguna razón? ¿Así nomás por bruta? Shh, cállese y vea los efectitos…Oiga Mr. Cameron, y ¿la criaturita esa que vuela dando vueltitas no se marea? Digo, por algo la naturaleza dicta que las alas vayan a los lados, ¿no cree? Shh, usted niña hace demasiadas preguntas. Cállese y pague otra vez el boleto).

A James Cameron se le acabó la tinta de la imaginación en la primera hora de la peli. Para entender cómo se crea un mundo quizás tendría que haber releído El Señor de los Anillos (Tolkien), Un mago de Terramar (Le Guin), la saga de The Sandman (Gaiman) o cualquier cómic de X-Men de Jack Kirby y Stan Lee . Para entender algo sobre el poder —pues esta hubiera podido ser una gran fábula del poder si Cameron hubiera tomado el asunto en sus manos—, este director podía volver a ver El mago de Oz (Fleming 1939) o su incluso sus propias películas Terminator I y II.  Y pensándolo bien: esta ES una fábula del poder. Pero del poder aplastante. ¿La única manera de generar tecnología es siendo gringo autoritario?  ¿Esta pobre civilización con colitas conectables no puede aventar más que piedras? Qué barbaridad, qué manera tan pusilánime de leer la Historia, Cameron.

Quizás esa leyenda de que escribió el primer borrador del guión en tres semanas es cierta. Y también será cierto que nunca lo volvió a leer ni lo comparó con nada. Supongo que ese es el problema de vivir pegado a una computadora: crees que el mundo se acaba de inventar y te piensas muy listo por hacer una mezcla de todo y nada. Está bien, este es el siglo de los DJs, mezclar ES crear. Pero antes hay que conocer lo que se está mezclando. Y poner algo tuyo, qué caray.

Seguro me odiará la mitad del mundo por decir esto. Está bien. Los cito en una década aquí mismo, con el revólver en mano y listos para disparar el dato: ¿en diez años, alguien se acordará de Avatar por algo que no sean sus mil millones de dólares recaudados en taquilla? Ni el mismo Cameron, creo.

(Claro que dirán: ¿ajá, tú lo puedes hacer mejor? ¡Vas, vas! Ándale, muy criticona y ni sabes, fea, horrible, no tienes corazón, Avatar está bien bonita…bla bla bla… Ok. Sólo para salir de deudas: no no, yo no puedo hacer algo mejor. La crítica es un artificio ínfimo contra lo que puede hacer un verdadero artista, pero, hablar de cine es importante, pues el cine y cómo lo vemos y cómo le compramos cualquier cosa al que nos vende espejitos habla de nosotros mismos. La película es lo de menos.).

El cine ¿importa?

Calculo que hace unos 15 años el CINE con mayúsculas dejó de importar.

Fueron las videocasseteras, el control remoto, el Blockbuster; el imdb y los presupuestos, tanto los grandes como los pequeños…fue el inchi Robert Redford con su Sundance Festival que acabó de inventarle un marketing al maldito indie.

Maldito y bendito pues, como un lápiz al que le sacan punta por los dos lados. El indie entregó grandes cintas acompañadas de grandes soundtracks –Donnie Darko de Richard Kelly es una nota muy álgida de este periodo–; pero también puso de moda el fiasco y el despropósito. Se institucionalizó el lujo de hacer lana fingiendo que no se tenía lana y otros engaños peores rebozados de mala escritura.

Dos líneas chistositas y muy buenos diseñadores de vestuario son suficientes ahora para convencer desprevenidos.

Viene a mi mente Juno, por ejemplo.

Me podría poner a decir por qué Juno es tan mala como Avatar y por qué creo que ambas tiran de imbécil al espectador, y por qué creo que para tirar de imbécil al espectador es más ético y más sano gastar sólo un millón en lugar de 300 millones de dólares. Eso iba a hacer en este post hasta que de pronto me pregunté : el cine, ¿importa?

Avatar, por ejemplo, tiene la clara ambición de convertirse en parte de una nueva mitología generacional. Pobre Cameron, no supera ese momento cuando Star Wars seguro le cambió la vida.

La cuestión es que todo eso ha dejado de importar.

Buena o mala…¿a alguien se le va aunque sea un poco de vida en ello?

Los que comentamos las películas hoy estamos a punto de extinguirnos. Como quien hace reviews de plaquettes de poesía o aquel loco que hiciera crítica de revistas.

¿Crítica de revistas? ¿A quién le importa comentar qué tan buena es una revista? Al fin y al cabo es un producto más de entretenimiento. Vamos al baño con ellas, cumplen su cometido y listo.

Se tiran o se reutilizan como lo que son: papel viejo, fotos impresas, colores y títulos sin sentido. A veces será divertido volverles a dar un vistazo, cuando se cambie el cagadero de los pájaros.

Seguro me equivoco. Siempre me equivoco. Pero hoy me desperté con ganas de equivocarme en público y tengo que decir esto que me viene dando una melancolía tremenda: el tiempo del cine ha terminado.

Somos una especie en extinción.

Se acabó su influencia, lo asimilamos ya.

El cine está muriendo (como murió hace mucho, dicen, la novela, pues. En una agonía que durará varias décadas y cuyos estertores aún nos sorprenderán).

Viva pues, ante su lecho, este cine enfermo, herido de muerte.

Lo que viene

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Por ahí alguien que sepa de diseño gráfico y tenga experiencia en hacer carteles por favor dibuje usté al alcalde de San Pedro Garza García en Monterrey como el monito ese de la esquina superior izquierda que lanza una bomba y por allí al lado, en tipografía temblorosa escriba las palabras “paramilitares” “sinrazón” “guerra intestina” “y más”.

En el lugar donde dice “An Alexander Korda Production” sugiero tropicalizar con una frase como “…de los creadores del “Atole con el dedo (y ni lo vieron venir): internetnecesario#” y “Si yo fuera presidente, aquí se pagarían impuestos canijos!”

La gustada sección “el post de hoy es la columna de mañana”

2010: el año que haremos contacto (con las listas)

No quiero amargar la década a nadie, pero el 2010 nos pisa los talones y es hora de inaugurar la avalancha de listitas de nostalgia pura y baratona…que si las diez mejores, que si las once peores… y lo hago ahorita pues el que pega primero, pega dos veces (señor, señora, señorita, usted lo vio aquí primero, no se le olvide). Lo interesante de tratar de configurar una lista de lo mejor de la década en términos cinematográficos es que, para empezar, este será el siglo que ya no se puede dividir por décadas. El mundo va muy rápido y ni la tecnología ni la creatividad multiplicada aguantan diez años sin dar giros espectaculares: hace muy poco aún hablábamos del video digital como la forma ‘alternativa’ de hacer cine, ahora hasta Coppola filma en ese formato. Las campañas publicitarias virales solían ser una novedad hasta hace sólo… dos años. Hoy a nadie espantan con sus tráilers de película sin nombre. Es más, “espantar” es un verbo que usaba mi abuelita cuando veíamos películas de terror y, contando lo que han hecho cineastas orientales últimamente, hoy el término correcto es ‘hacer un agujero profundo y progresivo en el inconsciente del espectador’. En esta tesitura va mi selección: son los últimos cinco hechos cinematográficos que me volaron la cabeza, sólo para abrir boca en la previsible listitis del 2010:

1) La manera de despedirse de la vieja Norteamérica y la vieja forma de ser hombre de Clint Eastwood en Gran Torino.

2) El borroneo cizañoso de la línea siempre débil entre realidad y ficción de Sasha Baron Cohen en Borat .

3)El taladro a las certezas éticas perpetrado por el coreano Park Chan Wook en su trilogía de la venganza (Mr. Vengeance, Old Boy  y Lady Vengeance).

4) La revancha de los nerds: la triste aceptación hollywoodense de que el seso se les secó y ahora tienen que apelar a eso que han despreciado por tantos años para contar buenas historias: los cómics, los videojuegos y la ciencia ficción —desde The Dark Knight hasta Coraline, y District 9—.

5) La búsqueda del monito blanco y muerto en cada alacena de mi casa, cortesía de los excelsos japoneses en mis noches sin luz, especialmente con Llamada Perdida de Takashi Miike.

Añado un runner-up a las imperdibles de la década, Where the Wild Things Are, por múltiples razones, pero más aún por esa lapidaria frase del autor del cuento, mi nuevo héroe Maurice Sendak:

“Si una historia para niños no causa miedo, está fallando a su audiencia”.

Dinero o público, that’s it?

Ahora resulta que si no hace dinero la película es criticable, vergonzosa y hasta inmoral.

En el link pueden leer cómo un analista de Wall Street inaugura el nuevo puesto editorial: Crítico de la Industria del Cine.

Lo inaugura allá, en Wall Street, por que lo que es en México, la politóloga Denise Maerker también siente la extraña necesidad de criticar la entrega de los Arieles ‘porque no le hacen caso al púlbico’. Ajá.

Dándose unos golpes de pecho que ni ella se cree, condena en su columna de El Universal :

“El elitismo y el sectarismo dominan todas las esferas de nuestra sociedad(…) Podría ser una fiesta nacional (se refiere a la de la entrega de los Arieles) que convocara no sólo a un puñado de conocedores, sino a millones de espectadores que disfrutaron de este arte mucho más popular que la literatura o el teatro, pero no es así. Quienes están al frente de los Arieles no buscan compartir su fiesta con quienes, sin ser expertos, disfrutamos del cine; todo lo contrario, hacen hasta lo imposible por excluirnos. Algunos datos que lo prueban: el año pasado se estrenaron en nuestro país 52 películas mexicanas. En conjunto fueron vistas por 13 millones 813 mil 402 espectadores. Las más vistas fueron: La misma luna con 2 millones 535 mil 869 espectadores, Arráncame la vida con 2 millones 382 mil 834, Rudo y cursi con 1 millón 939 mil 614 y Navidad S.A. con 1 millón 265 mil 967. Ninguna fue nominada como mejor película”.

Mis oídos casi no pueden creerlo: ¿así que ahora una academia de cinematografía debe otorgar premios de POPULARIDAD? Geeez.

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Up es la nueva película de Pixar que cuenta la historia de un viejo septuagenario que viaja a Sudamérica con todo y casa, elevándola con globos de feria.

No he visto la peli, pero de entrada, el punto de vista de un viejo y no de un pez humanizado o de una abeja niuyorka es refrescante. Promete, pues.

El inusual rumbo de los comentarios en los medios sobre el arte debería hacer que nos plantéaramos, ya sin tanta mojigatería, la necesidad de nuevos tipos de críticos. Tampoco digo que esté mal, nomás digo que hay que saber a qué dios le estamos rezando…god Money, you have so many followers.

Gran (gran gran) Torino

No quiero psicologizar el cine, pero a partir de que entré a psicoanálisis algunas cosas se ven diferentes.

El orden sexual, por ejemplo.

Lo femenino, lo masculino y cómo se manifiesta en mis frustraciones, en mis deseos, en mis sueños.

Ayer le decía a un par de entrañables newfoundfriends que Gran Torino además de una bellísima película, me parece un justo adiós a nuestro orden simbólico sexual de occidente, en cierta medida modelado por el primer siglo de cine gringo.

(Seríamos unos idiotas si no supiéramos que al cine, como a la música, también vamos por nuestra lección sentimental. Por eso y no por prejuiciosos está cabrón relacionarse con alguien de referentes culturales distantes: me atraen más los hombres que fueron enseñados a ser hombres –todas las gamas de hombre– por Morrisey y por Clint Eastwood, que aquellos que sólo aprendieron de su papá.)

Eastwood recuerda con una enorme carga melancólica aquellas pelis donde lo rico era sentir que el muchacho chicho se echaba a la damita en cuestión, que mataba impunemente al criminal, que hacía justicia por su propia mano. El hombre que las podía. El hombre.

Ahora las películas que rifan en taquilla tratan la perenne tensión sexual adolescente, lo no realizado, el deseo reprimido, el ‘ya merito se besan pero nel’…desde Crepúsculo, hasta Harry Potter pasando por la nueva lección femenina para encontrar marido A él no le gustas tanto, El señor de los Anillos, e incluso nuestra queridísima Batman: The Dark Night, donde la tensión sexual ocurre entre dos hombres, basically. El adolescente que adolesce, que quiere quiere pero ahhh ya se vino, el que no se conoce, al que el inconsciente lo tiene supervigilado, que no las puede ni las podrá nunca. El hombre MADREAdo, en toda la extensión de la palabra.

Gran Torino se despide simbólicamente del enorme y poderoso pito extendido (jeje) que son los coches para los hombres, del enorme pito que significa haber industrializado el automóvil para los estadounidenses, de los autos fuertes, de la Ford Motor Company, de cuando fueron la tribu de los hombres viejos, el imperio único, el policía, el benefactor, el proveedor. Se despide del hombre como lo conocíamos.

Es curioso que el personaje que interpreta Eastwood (en una posmoderna caricatura de sí mismo, además) se relaciona de forma horizontal solamente con las mujeres Hmong, la abuela y la hermana de su entenado: en esa familia (como en muchísismas otras) ellas son las que mandan y a ellas se les reporta uno, pos qué chingaos.

Un amigo me dijo que Gran Torino era como Karate Kid, en cuanto a relación sensei-alumno, pero difiero: Eastwood no le enseña a patear niños para ganar el amor de una güerita fresa (que equivale a decir: el karate sirve también para subir peldaños en la escala social). Aquí, el veterano de guerra Kowalski (¿qué tendrán los polacos? Rorschach/Kovacs también era, ¿que no?) le enseña al entenado a sobrevivir en un mundo de mariquitas sin calzones, de maricas con pistola, de putines que se esconden bajo el virginal manto de la velocidad de la bala.

Nada que ver con Pat Morita, creo.

Como decía Chuch Palahniuk en boca de Tyler Durden: somos una generación de niñitos críados por nuestra mamá, me pregunto si es otra mujer lo que realmente necesitamos.

No sé.

Siendo mujer heterosexual, tal parece que diciendo esto escupo al cielo.

Mmm, tal vez estoy igual de confundida que todos los demás.

Lo que quiero decir es que al terminar de ver Gran Torino salí agradeciendo que exista el mundo de los hombres.

Agradeciendo que yo no tengo cabida allí (porque parezca lo que parezca, I’m not one of the guys); que yo, por más poderosa o desmadrosa, bebedora, aventurera o malhablada sigo admirando la masculinidad en su más cruda potencia.

Son guapísimos pinches hombres y contemplarlos es uno de mis mayores placeres.

***

Acá y acá hay dos amigos más listos que yo haciendo otro tipo de análisis crítico y político a la peli.

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*Además, y esta ya es onda de regodeo, mi papá manejaba una de estas camionetas, con la misma cara enjuta, así como Clint.

Saludos jefetrónico, wherever you may be.

Grimoire

La hermosísima palabra grimoire (grimorio en español) designa un libro de magia, el recipiente de los secretos más preciados del hechicero.

Existen, no los invento. Un rápido y somero wikichapuzón puede hablarles de San Cipriano, que era todo un coleccionista de estas ondas egipcias y del enorme Aleister Crowley, escritor británico loquísimo que además fue master ocultista, satanista y hasta yogi del siglo XIX. (Además, creo, tenía un nombre estupendo).

La cosa es que Alan Moore, una especie de Crowley moderno, lleva años de investigación sobre misticismo, buscando desde los orígenes pitagóricos de la Cábala hasta la verdadera historia del Dr. Faustus. El autor de Watchmen está a punto de convertirlo en un comprehensive grimoire, que espera tener listo en dos años. Moore being Moore, quiere que el libro sea, además, divertido:

We want this thing to have a lot of really fun inserts, fun features. Something that would delight a child. We want to make this not only a perfectly lucid and accurate book about magic, but we really want to make it a book about magic that would not disappoint an 8-year-old child if they came across it.

Back when I was a child and I first heard about magic, then I kind of knew instinctively what a book of magic would be. It would be unimaginably wonderful. It would have fantastic things in it. It would be much better than the children’s comics annuals I got at Christmas, and they were pretty wonderful.

El hecho de que Moore vea el paralelismo entre recibir esos comics para navidad y un libro de magia es absolutamente entrañable.

Estoy segura de que si a más gente le enseñaran el placer de leer cómics, este sería un mundo donde la magia iría caminando por las calles como si nada.

La entrevista completa con Moore está acá. Está buenísima, por cierto.

***

rorschach

Claro que vimos Watchmen en Imax (acompañantes de lujo, por cierto) y claro que me divertí y amé el momento y me emborraché un poco a la salud de una película que, sin embargo, sigo pensando que no tenía ningún sentido de ser realizada. Dinero mal gastado, que como dice el propio Moore, serviría más en un rescate a víctimas de algún desastre natural.

Zack Snyder, pobre fan deshuevado, respetó tanto que se diluyó en un megamultimillonario tributo a Moore. Un Moore que no necesita ni quiere ni entiende por qué diablos alguien querría hacerle un tributo así, quitándole la oportunidad a tanta gente de interesarse y leer la novela. Ok, ahora todo el mundo sabe de qué se trata Watchmen, en qué acaba y cómo se ve…¿y? Después de verla nadie va a sentirse ni más subversivo ni más disgustado con nada. Puro empacho palomero y a casa a querer comprar más.

Parece mentira que haciendo un filme político (por que eso es Watchmen, aunque al director se le escape) Snyder no se preguntó por qué madres era relevante hoy. No tiene ni un sólo comentario, ni un solo ensayo sobre lo que pasa ahora…me atrevo a decir que a quienes nacieron después del 90 (quienes ya tienen casi 20 años, god I’m old) van a salir pensando que en los 80 teníamos un gusto malísimo para la ropa y nada más.

Perdió la oportunidad Snyder de enfurecer a los fans (me hubiera encantado salir furiosa del cine), perdió la oportunidad de volverse autor y se quedó en maquilador de páneles directamente sacados de los dibujos de Gibbons. Las mejores líneas de la película por cierto, también son de Moore.

Fue lindo recordar algunas:

Night Owl (tratando de evitar un muerto más): What’s happened to America? What’s happened to the American dream?


The Comedian (después de disparar a un civil): It came true. You’re lookin’ at it!

Y ésta, que hizo particular mella en mi cansada memoria amorosa:

Rorschach: Used to come here often, back when we were partners.

Dan Dreiberg/Night Owl: Oh. Uh, yeah… yeah, those were great times, Rorschach. Great times. Whatever happened to them?


Rorschach: You quit.

***

Eso sí, la veré tres o cuatro veces más: porque para mí es relevante, porque quiero volver a llorar la (spoiler…) muerte de Rorschach, porque no mamen, ¡dónde encontraron ese actor! Es más Rorschach que Rorschach himself, porque The Comedian está increíblemente quesito (se parece a Robert Downey pero en mamado), porque la cogida es hiper ochentera y extrañaba esa estética de 9 1/2 semanas cursi-caliente, porque nomás en la secuencia inicial Snyder, tan estupendamente pop él, hace un video extraordinario á la MTV-1986, porque el cabrón  la hizo para complacernos y, masturbatoriamente, tristemente, lo logró.

Bad movies

Sigo con el rotten mood.

A veces es momento de recurrir a lo estúpido.

Confieso mi debilidad por el idiota de Jim Carrey. Es una máscara de látex con un cuerpo demasiado largo, –un cuerpecito que um, me gusta–. Pero detrás de la máscara creo que hay una tristeza como la de Andy Kaufmann o la de Pagliacci. Amo sus ojos de niño con frío fuera de la regadera esperando que la mamá lo cubra con la toalla.

La película de ayer, The Yes Man, es totalmente boba, pero tiene una premisa (de libro de autoayuda) que no es más que una banalización de algo importante.

Estar de mamón en tu casa pensando y diciendo que  ‘no’ a todo, sólo puede resultar en una implosión improductiva.

Dile que sí a las cosas chingado. Dile que sí a la tristeza si te da la gana, pero tírate bien al piso, no te quedes sentadito fumando y looking good while you’re at it.

O dile que sí a la bicicleta o al estudio de los insectos o a tu vanidad, o al lamebotismo, pero hazlo bien, que todo el mundo diga: ‘no mames, ese sí es un lamebotas y no mamadas’.

(Es obvio, por otro lado, que  los gringos, esos amputados de la espontaneidad, necesitan, les urge este tipo de películas).

Nosotros no, nosotros somos estúpidamente espontáneos, todo lo decidimos hoy y mientras más hoy mejor.

Rotten rotten mood, como podrán ver.

***

No he hablado aún de la magnífica novela de Yépez “Al otro lado”. Es un libro importante, hay que leerlo. No importa que esté un poco mal escrito, a quién le importa si Yépez ha internalizado o no a Ortega y Gasset, a quién le importa si construye frases bellas o no, mientras pueda decir cosas como esta:

“En esos momentos parecía haber olvidado para qué había venido aquí y lo único que deseaba era que esa mujer hubiese aceptado coger. No podía dejar de mirarla. Y es que coger era romper. Romper con toda usual conexión, en que un acto sigue a otro, en ilación clara, lógica, a la mierda con todo eso, coger era hacer, irrumpir toda una nueva serie de causas y efectos, como el phoco, chingado, como el sol, como Cholo, y Tiburón ya estaba otra vez fuera de control, porque todas esas calles a pesar de ser calles de Ciudad de Paso, una ciudad bufonesca, prostibular, esperpéntica, seguían siendo calles demasiado serias, morales, policíacas, ¿por qué el mundo no podía ser como él? ¿Por qué esa mujer, sencillamente, sin antecendentes o consecuencias, no aceptaba coger con él? ¿Por qué? Un hombre caliente como él, sobándose la verga en pleno centro, cargado con phoco para coger de aquí hasta el Juicio Final y nadie, sin embargo, parecía excitarse, nadie, contento…Necesitaba una rayita, paladeó. Tenía ganas de gritar.”