No confío mucho en la gente que llama al saxofón el instrumento más sexy. Nada que suena en el pecho, desde el pecho (donde uno siente las emociones más bobas, desde animosidad hasta lástima) puede ser sexy. Tal vez en el saxofón haya amor, serenidad, suavidad.
Para mí lo sexy están en otra parte. El sexo, no sólo como acto íntimo sino como un aferrarse a la vida, un pellizcarla para que no se vaya, se encuentra localizado en las cuerdas del estómago.
Allí se siente cuando alguien importante se retira o cuando alguien importante llega.
A veces las cuerdas están hechas para jalarte y doblar las piernas, a veces esas cuerdas te tiran.
Otras, como cuando alguien toca el violonchelo y abre el sexo necesariame y deja escapar sus cuerdas, se produce el sexo abstracto.
Siempre he pensado que la guitarra es masculina: una manera que tienen los hombres de tocar a una mujer por la cintura, pegándole en la caderita cuando requiere de más ritmo; rasgándola desde el cerebro para hacerla chillar.
Si alguna vez me cuelgo, será con cuerdas de guitarra.
Igual no hay por qué hacerlo: para eso existen las muertes chiquitas, los requintos y los solos de guitarra.
Me gusta el rock, soy hija de Harrison y de Clapton; de Mark Knopfler, de Jimmy Page y más tarde, sobrina hermana de Joey Santiago y hasta de Carl Wilson de los Beach Boys.
Por eso ayer no pude dejar de oír Layla en su versión original. Clapton, locamente enamorado de la mujer de uno de sus mejores amigos y de su más admirado fellowguitarplayer, George Harrison, la compuso como un lamento sexy.
Desesperado por el deseo, hincado, hinchado desde las cuerdas sexuales, Clapton se vuelca en un amor que sabe destinado al fracaso. (Aunque Clapton y Boyd efectivamente anduvieron mucho tiempo, el fracaso estaba escrito, pues).
Quizás sabe que a Boyd ya le escribieron Something, una canción de amor legítimamente insuperable.
Quizás Clapton la escribe de forma tan dolorosa (you got me on my knees/begging darling please) porque en el fondo sabe que obtener el amor imposible es, de forma paralela y simultánea, perderlo.
Please don’t say / We’ll never find the way
Layla, caray.