Apolítico

Mi sentir es que la matanza (mágica desaparición) de Ayotzinapa-Iguala hizo que la conciencia mexicana retumbara en sus centros, como dice el comercial de guerra que es nuestro himno.

Mi sentir es que algo se quebró, algo que ya no se puede pegar y acabaremos caminando sobre vidrios rotos, descalzos, heridos, empujándonos unos a otros para no picarnos las plantas de los pies. Si no barremos bien, esto será un lodazal viejo pero no habrá manera de sanar: allí van a estar esos pedacitos rotos.

Hay algo que no deja de sorprenderme: la acción automática de matar que atestiguan todas esas fosas clandestinas. No importa si es uno o cuarenta y tres: nuestra policía (nuestro pueblo) transformó ya el asesinato en línea de producción.

Como si estuviéramos parados en una línea de ensamblaje; la banda sin fin nos pasa por enfrente y debemos apuntar el rifle automático antes de que el humanito (¿un juguete?) pase de largo. Allá, quién sabe dónde, lo usarán vivo o muerto de alguna forma. Allá, al final de esa banda de engranajes viejos, usarán a los humanitos para algo y no sabes, maldita sea, para qué.

Se mata como si se encajara el bracito de una muñeca china que no alcanzas a ver completa.

Por eso es que comprendo el azoro de los polis y los gobers y los alcaldes: ¡Y ahora por qué tanto escándalo! Hemos matado cientos, miles y nunca nadie se había enojado tanto.

¿Cómo? ¿Que sean normalistas cultos los hace diferentes? ¿De cuándo a acá leer un libro te hace un muerto más valioso que otro?

Deben estar sorprendidos. ¿Por qué estos, precisamente estos, son tan importantes?

Nosotros sólo estábamos poniendo bracitos. Ojitos. Pelucas. El engranaje pasaba, la banda sin fin se iba y había que matarlos. Son órdenes. Al final, quizás esos humanitos se convierten en algo. Hay un motivo. Aunque nosotros no podamos verlo.

Las frases que lo definen a uno

No hay como tener un hijo para enfrentarse a sus propias muletillas. Las ves respirar de nuevo en la boca de otra personita que realmente no les encuentra sentido, pero que se las apropia con descaro. Una de las mías es “a veces, uno tiene que…”

Por qué digo una cosa tan resignada, tan jodida y de cierta manera tan mal traducida del inglés al español, es un misterio. Equivale quizás al “sometimes, you just gotta…” y en otras ocasiones quiere decir “there comes a time in every man’s life…” una cita de Churchill nada menos, que viene de un amigo mío y que incluyo en ese el sentido redondo de ese “a veces”.

Lo digo porque hoy, tempranito, me puse a leer un cuento y no pude terminarlo. A la mitad lloré y lloré y lloré. Desee con fervor… por favor, por favor, por favor, que el protagonista pudiera salvar a una enferma mental antes de que todos los ferrocarrileros la violaran en hilerita otra vez.

Desee que el tipo ganara la pelea, que hubiera algo en su blancura y sus tetas chatas que le impusiera, como una orden, salir de ahí aullando, resoplando, corriendo con esa chica envuelta en una toalla, cubriendo su desnudez.

¿Cómo pudo hacerme esto el autor? ¿Cómo pudo desnudarme a mí en media cuartilla?

Y ahí fue que me acordé: “a veces uno tiene que…” A veces, uno tiene que agarrar el maldito toro por los cuernos y ponerse a trabajar una historia así. Llega un momento en la vida de todo hombre y de toda mujer que necesita empezar a contar las malditas historias que no pueden quedarse calladas. Las de la crueldad que se mezcla (¡siempre, me lleva el carajo, siempre!) con la humanidad más exquisita, la más amorosa, la única que sirve.

Quise de pronto ver una película o leer un cuento o una novela gráfica que contara la historia de estos dos: una chica a merced del  demonio que también tiene cola y por lo tanto es un pinche humano, como todos los demás.

¿Deberé escribirla?

Quizás sí.

Por cierto, el cuento ese que me tiene llorando se puede leer aquí. Aún no me doy el valor para terminar de leerlo. ¿Qué tal que no la pudo salvar? No sé si voy a poder con eso todo el día.

http://blogdetextos2013.blogspot.com.ar/2013/08/queria-taparla-con-algo-jorge-accame.html

Cada día, los días

Será que cada día me queda menos: cada día los días se me vuelven más valiosos.

Solía ser más tolerante con el desperdicio, sobre todo con el tiempo, pero ya no es tan fácil. Empiezo a envejecer, me pongo de malas si las cosas se postergan, me pongo de malas (peor) si soy yo quien posterga.

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En la red, pu, cuánto desperdicio.

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Como decía Kurt Vonnegut: el talento es muy común. Lo que es poco común son las ganas de trabajar.

Lo oigo lo oigo y pienso que el cabrón me conocía y conocía a muchos de mis amigos.

Entonces me pongo una fecha de entrega, una disciplina de trabajo, la empiezo a cumplir, me empiezan a salir cosas.

(Y de inmediato se me hace un hoyo en el corazón. Es un arco reflejo del alma diciendo: nooooovaaaaaasaaaaaapoddeeeeeeeeeer! Pinchi alma cabrona con la que nació uno.)

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Pero nada. Apagamos la bocina y seguimos trabajando.Que no se diga que somos unas lloroncitas. A veces hay que mandar a la chingada a todos, hasta el alma propia.

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Fuimos el otro día a divertirnos a la calle de Jerónimas, paralela a la de Regina en el Centro. (Somos un gran equipo en eso de la diversión).

Allí vimos este letrero y no podemos olvidarlo:

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Hay mucho desperdicio en la red, pero el sitio colaborativo de Cory Doctorow Boing Boing no es uno de ellos. Su muy canadiense idea del copyright y los archivos compartidos es indispensable para el buen gobierno de esta cosa que se llama Internet. La razón más importante por la usted debe interesarse en estos conceptos de autogobierno de la red es que, ejem, usted me lee desde una terminal electrónica conectada a ella.

Además es buen novelista (Doctorow, no usté). Le hace a la ciencia ficción, como casi todos quisiéramos hacerle, pues. Si usté lee en inglés, puede bajar acá de a grapita china la novela Makers la más reciente del buen Doctorow.

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Desde 2004, Doctorow pone sus novelas a disposición de los lectores en la red, bajo licencia de Creative Commons, que permite usarlas siempre y cuando se atribuya la autoría y  se haga sin fines comerciales.

“… one can now make derivative works from the book without permission, provided the license and attribution is retained with each new work and the derivatives are not used commercially. Already, fans of the book have begun Russian and Spanish translations, an audio book version, and several amusing re-arrangements of the text. Doctorow has noted that he is pleased that people are building on his work, and that he hopes that further innovations will follow”.

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El trabajo derivativo no es pirataje, es creación.

Las ideas no son de nadie. El TRABAJO lo es.

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Lo que pase en la red pasará en nuestras vidas, no lo dude usté.

Por eso, es muy interesante cuando Doctorow pone en práctica el pensamiento de izquierda y no pierde oportunidad para analizar los efectos del miedo.

Este es un fragmento de su post de hoy, sobre un fotógrafo de la BBC al que detuvieron por quererle hacer una foto a la Catedral de San Pablo en Londres.

“The real damage from terrorist attacks doesn’t come from the explosion. The real damage is done after the explosion, by the victims, who repeatedly and determinedly attack themselves, giving over reason in favor of terror. Every London cop who stops someone from taking a picture of a public building, every TSA agent who takes away your kid’s toothpaste, every NSA spook who wiretaps your email, does the terrorist’s job for him. Terrorism is about magnifying one mediagenic act of violence into one hundred billion acts of terrorized authoritarian idiocy. There were two al Quaeda operatives at St Paul’s that day: the cop and her volunteer sidekick, who were about Osama bin Laden’s business in London all day long”.

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Izquierda mexicana, ¿cuándo empezaremos a dejar de pelear por huesos sin carne para desmenuzar los tramos más sutiles del pensamiento de derecha? Eso son los tramos que importan, digo yo.

A través de un espejo de feria

Algo anda muy mal cuando la voz más coherente en esta crisis es la de un capo.

Trato de comprender la lógica que priva en Servando Gómez Martínez, aka La Tuta,uno de los jefes de la organización La Familia, quien pidió una entrevista a Milenio TV para dirigirse al Congreso de la Unión, al ejército y al presidente.

Como exigía Rimbaud, La Tuta es completamente moderno: tiene la sangre fría y entiende su negocio. Le habla de CEO a CEO al panista. Entiende que el gobierno y el narco son dos grandes y exitosas empresas –una exporta mexicanos a EU y con las ganancias embellecen los cachos de país que van vendiendo baratubaratu, muy baratu/ la otra emplea o embrutece a los mexicanos que lograron quedarse.

Son dos pujantes empresas, el negocio va muy bien, ¿pa qué nos peliamos, digo yo? 

“Hace algunos años no teníamos está situación de conflicto. Pasó algo… Se rompió algo entre la familia y el gobierno. Por eso queremos que alguien nos escuche y preste atención…”, dijo La Tuta.

Negociemos, no se aprieten de su calzón, lo han hecho toda la vida y estábamos tranquilitos. A nadie le convienen tantos decapitados, tanto pinchi encobijado. ¿Luego quién va a trabajar el negocito? Dios (es decir, nosotros) aprieta pero no ahoga. ¿Qué quieren, que la gente se canse de verdad y empiece a PENSAR o peor, a actuar en consecuencia? Con todo respeto, no chinguen. 

No me extrañaría que algún día La Tuta se hiciera de algunos andamios políticos y hasta se lanzara de senador. Con la memoria histórica que nos cargamos, muchos de mis conocidos hasta votarían por él.

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De acuerdo a la nota publicada ayer por Proceso:

La Tuta aseguró que La Familia respeta a los militares, a las fuerzas armadas. “No tenemos nada contra ellos. Que no se dejen engañar. Que vean los expedientes. En todos los casos es el mismo modo. En Yucatán, en Baja California, Villahermosa, Veracruz”.
Por todo ello, hizo un llamado a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores para que sepan que es lo que esta sucediendo en nuestro país, y que “encontremos la manera de dialogar”.

De Gómez a Gómez, La Tuta aseguró que respeta al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, pero que también lo están engañando.

“Lo que quiero que sepan es que nosotros no nos metemos con  inocentes.

“Si en su momento atacamos algunas corporaciones, fue porque ellos anda detrás de nosotros, coludidos con Los Zetas.”

Mientras tanto, un muerto

Ricardo Valderrama de la Rosa tenía dos ingresos a Reclusorio relacionados con narcomenudeo.

Antier lo mataron en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras. El chisme va así: Ricardo era el nuevo dealer y el viejo dealer se encabronó. Lo golpearon en otro lugar, se escapó y lo persiguieron hasta llegar a ese estacionamiento (¿por qué corrió precisamente a la FFyL? Who knows. Quizás allí tenía amigos/refuerzos/armas. Quizás allí está su centro de operaciones, o no se le ocurrió ir a otro lado; como quien corre en dirección a su casa). Chismosos reportan que fue un flacucho que no pasaba de los 20 años quien sacó una pistola y lo mató.

Otros aseguran que los viene-vienes y ‘las mamacitas’ habituales observaron todo impávidos y que el de los tacos de canasta (pues sucedió en su esquina) casi se muere del susto.

Yo debí haber emprendido mi caminata al CELE justo a esa hora; debí haber sido testigo, pero se me hizo tarde platicando con Yolanda. Puf.

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Definitivamente no me siento parte de esa facultad. Soy una turista fascinada en todo caso. Mi ojo espía se sorprende gratamente ante el nivel de discusión que se traen los alumnos. Hablan del fondo del problema: los cabrones mafiosos en el Justo Sierra, la dejadez politiquera de las autoridades, el miedo a otra huelga, los espacios secuestrados, la forma individual de hacer algo: no comprar.

En mi facultad no era así. (Me pregunto si tiene algo que ver con que a nosotros nunca se nos pidió leer a Blanchot, por ejemplo. Demasiado Ariel Dorfmann y poco Deleuze, creo). Tampoco estoy tirándole mierda a Políticas. Digo lo que pienso: que los directores de mi anterior facultad han hecho más por adoctrinar que por estimular la razón y la crítica. Tristemente, se nota en las aulas.

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Esto tampoco quiere decir que en Filos sean dioses. Quizás sea un asunto de edades, pero ayer me pareció escuchar también un par de discursos con tendencias totalitarias y soberbias, de quien sabe que sabe más que el otro, de quien impone sus métodos por ser los más cultos y los más civilizados.

Estan indignados y nunca, que yo sepa, ha salido algo bueno de la indignación. Indignarse es llegar al conflicto desde un lugar de superioridad.

Ayer escuché a un chavillo decir: “Es horrible, al rato esto va a parecer Chihuahua o Ciudad Juárez. Ya no está tan lejos, ya está aquí en nuestro estacionamiento”. Y otra “Es que no es posible que ya no te puedas sentir segura NI en tu escuela”.

Está bien. Entiendo. Se asustaron. Pero ¿a poco estos chamacos se sienten ‘seguros’ en alguna parte de esta ciudad? Se me hace que, además de a Deleuze, también hay que leer periódicos. Aprender a leer entre líneas los periódicos, digo.

Es extraña la ilusión de seguridad que todavía compramos la mayoría de los defeños, sobre todo los léidosyescrébidos de clase media, porque lo que es los demás, hace mucho que viven a salto de mata.

Un mapa de la mañana

Es de mañana, hay que revisar Twitter, blog, mail, facebook. Prendo la computadora, conecto las bocinas, pongo una canción, me conecto a Messenger (contactos de trabajo, casi todos) y bajo a hacerme café, en ese órden. Pienso en mi día, en las juntas de trabajo, en mi viaje próximo, en que tengo que ir a la biblioteca, al gimnasio (a inscribirme puesn), al portugués, mi maestra hiper cursi que nos pondrá yet another song by Rita Lee, algo así como la Yuri brasileña.

En Facebook las primeras angustias reveladas. Mis amigos que viven en el extranjero son los primeros en comentar: “O sea que hoy no va Nadie a la escuela?” Ah chingá. Me vengo enterando. Esa diferencia de horario es la onda.

Otras angustias liberadas en forma de chiste o de reflexión chabacana, que si es enfermedad de puercos, que si se pega por facebook, que si qué mala onda que ya no soy estudiante para tener puente. ¿A quién escogerías para contagiar? Esta última ya me parece too much, pero bueno.

Aquí empiezo a buscar la cantidad de población que murió en México por la última epidemia de influenza. 100 millones en todo el mundo, 300 mil personas en la República Mexicana. Mis bisabuelos maternos incluídos. Soy una huérfana de abolengo (desde hace tres generaciones las mamás se mueren antes de que sus hijas menores cumplan los 15, incluyéndome). Creo que Puebla fue una ciudad fantasma a principios del siglo XX por ese virus. Le decían la Gripe Española. Seguro consideraban menos naco  enfermarse de eso que de gripe porcina, su origen verdadero (aunque esta, la que nos pega hoy, según investigadores gringos, es una combinación entre gripe aviar, porcina y humana, chínguense putos por pinchis posmodernos globalizados).

Regreso a mis planes matutinos: suena grave, suena a que los bisabuelos no tuvieron oportunidad, suena a historia personal, suena a mi novela,  pero la mente hace su tábula rasa y regresa todo a la normalidad. Ok, no hay clases. Got it. Go on with your life. Disfruta del sol. No iré al portugués. Ah, qué bueno, igual me puedo meter al cine y ver Wadley, el documental mexicano en la onda de Artaud sobre el peyote. Ah, no, espera ¿qué no era una epidemia? Entonces no puedo meterme al cine. Madres, es gravísimo!

Justo en eso estoy pensando cuando llegan nuevos twitts, nuevas actualizaciones en facebook. De la extraordinaria mente retorcida de mis cuates viene el imaginario cinematográfico revisitado.  Influenza 28 días después. “Yo ya tengo agua, leche en polvo, latas y una sierra eléctrica”. Me da risa, pues es que en esta ciudad siempre nos queremos matar unos a otros, nomás hace falta un buen pretexto.

Me encanta jugar en silencio con la gente, los leo a todos. Este es un momento de fantástica movilidad de la información y me da lástima tener que despegarme de la computadora, donde la influenza ‘va ocurriendo’. Es decir, hasta que no haya alguien conocido enfermo, todo es pachanga.

Ahí vienen ya las referencias literarias, las Ballardianas, las de los que aún no se enteran o no viven aquí. Están mis amigos que suelen despreciar el tema de hoy: a mí me interesa más el güey encuerado en Coachella que la influenza. Tómense mi desinterés como puedan, pinchis histéricos colectivos.

Pienso ‘qué mamerto’ y luego reacciono: necesitamos a todos, a esos y a los otros. Cuando el mundo funciona bien, se equilibra solito, como un organismo vivo con anticuerpos.

Hablo con las dos personas que buscaría en momento de emergencia. (Tengo que mandar mensajito a una tercera). Ambos enterados, ambos se lavarán las manos mil veces este día ante mis recomendaciones.

Imagino un cómic siniestro, una procesión de cabezas de marrano rebanadas,  como salidas de una exhibición en los mercados; cochinitos con ojos entrecerrados y esa sonrisa casi budista que les caracteriza cuando son cadáveres, burlándose de nuestro pánico  ¿con que les gusta el tocino eeeh? Vengadores sin antifaz.

Efectivamente hay una histeria enorme, pero considerando los 100 millones, los 300 mil y sobre todo considerando a mis bisabuelos, yo también podría enfermarme y morir.

¿Por qué no?

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Espero no abrumar con esta crónica larguísima de mi mañana.  Pensé que alguien tenía que hablar de esas primeras dos horas de información fresquita,  cruda, sin editorializar, antes de que por la tarde se hiciera vieja y la opacara algún otro encuerado o un nuevo talento en Youtube.

Deténganse

Ora que Banksy ya no está hot:

“One of those magical media transmutations has taken place. Banksy is no longer hot. Only six months ago it was the bane of a critic’s life to be asked to comment on Banksy every couple of days. Now it’s hard to persuade editors to let me mention him. You live by the media, you die by the media”.

Jonathan Jones, The Guardian, 15 abril 2009.

Hace 6 meses sí, ora no. Ay yaaa, por favor, ¿hasta dónde podemos estirar esta manía del mundo por lo nuevo? Nos hemos vuelto y convertimos todo lo que nos rodea en moscas de la fruta, hemos perdido las ganas de tener memoria.

Los blogs son oh-so-very-2004, el facebook oh-so-very-2007 y el boom del Twitter nos llegó (atrasado) en el 2008. Estoy un poco harta de aburrirme de todo tan pronto.

Por ejemplo, acabo de descubrir una banda que me gusta mucho, se llama Tune-Yards y el rarísimo disco se puede bajar acá. Lo que me encabrona es pensar que será una cosa de una tarde, que en tres minutos podría llegar a ser una banda muy famosa, en cuatro decadente y en cinco, sólo cinco minutos los batos tendrán que dedicarse a otra cosa porque ya nadie los pela.

Me preocupa porque al rato la gente va a pensar que así son también los amigos y los estudios y los libros y las enfermedades y las felicidades. Todas estas cosas están hechas de tiempo, no hay fórmulas inmediatas y uno paga muy caro pensar que son mágicas. Y si el siglo XX nos enseñó algo es que nosotros no vamos tan rápido como nuestros inventos.

Un pequeño manifiesto: démosle a lo nuevo un poco más de tiempo.

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Aparte y ya en terrenos del “self-righteous prick” quiero expresar mi total desacuerdo con este miembro del jurado de premio Turner (el que se da a artistas británicos) que escribe en The Guardian:

…I believe in education. The reason I don’t like street art is that it’s not aesthetic, it’s social. To celebrate it is to celebrate ignorance, aggression, all the things our society excels at. For middle class people to find artistic excitement in something that scares old people on estates is a bit sick.

Que no mame.

Snap back to reality, oh there goes gravity

Ya pues, tengo que decirlo: el imbécil que piensa que el pozolero es cool, nomás porque antes lo vio en una película de Tarantino, por mí puede morirse con dolores insoportables y Alzheimer invasor.

No puedo creer cómo es pendeja la gente. Hace mucho que no escribo peladeces en este blog, pero mis oídos curiosos luego escuchan comentarios que me hacen pensar, con estas precisas palabras: la humanidad vale para pura chingada.

La risa es un arma imbéciles, no un sucedáneo.

“Ja ja, qué padre lo del pozolero, nuestro narco por fin se está profesionalizando”. Tres veces pendejos.

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Tampoco soy fan de Ciro Gómez Leyva, pero hoy escribió en Milenio algo acerca del conteo de muertos. No me parece poca cosa, así que lo reproduzco íntegro.

¿Qué hacemos con los 300 del Pozolero?

Miércoles, 28 Enero, 2009

Sé que no es elegante reducir este caso a un asunto de aritmética, ¿pero en qué contabilidad ponemos a las más de 300 personas que dice haber pozoleado el Pozolero?

Con Roberto López, soy corresponsable de impulsar desde hace 25 meses el recuento de ejecutados de MILENIO en la guerra contra el narcotráfico. Van 170 en diciembre de 2006, 2 mil 773 en 2007, 5 mil 661 en 2008 y 383 al lunes 26 de enero de 2009.

Roberto y su equipo han ido perfeccionando la metodología. Sólo entran a la lista negra los ejecutados con algún registro oficial. Pero los del Pozolero nadie sabe cuántos son, ni cuándo ni en dónde los mataron. Se tiene únicamente la confesión, al parecer más que verosímil, que él mismo hizo el viernes.

El problema es que la verosimilitud no se suele llevar con la estadística. ¿Qué se debe hacer entonces con los “por lo menos 300 cuerpos”? Roberto dice que no se cargarán a la lista, que en todo caso habrá que crear una paralela, la de desaparecidos. Buena salida metodológica, pero muy corta para ayudar a comprender la magnitud del fenómeno de sangre que se vive en México.

Independientemente de en dónde se ponga a las almas que pasaron por el perol del Pozolero, el endemoniado descubrimiento prueba que la contabilidad más confiable de muertos en esta guerra, la de MILENIO, es apenas un acercamiento a la dimensión de la masacre. Ahora tendremos que decir: 9 mil muertos en lo que va del sexenio, sin contar desaparecidos.

¿Y cuántos pueden ser los desaparecidos? Los que la imaginación o el interés de alguna de las partes quiera calcular. Alguna vez escuché al presidente Calderón referirse a una cifra negra que duplicaba la oficial. Hablaba, claro, de los años previos a su gestión.

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Nomás para seguirle con la reality, acá hay una nota de Dow Jones Newswire que pasó sin pena ni gloria. No me siento muy capacitada para hablar (casi nunca) de los conflictos centrales, quizá por eso me interesan las historias paralelas.
Mientras la comunidad judía se rompe los huesos por decidir su postura; mientras algunos mal informados mexicanos satanizan el conflicto para luego darse la vuelta y encoger los hombros; mientras algunos bien informados gringos desarrollan una especie de malsano comentario silencioso… algunos cubanos ven el judaísmo como un boleto a otra parte.

Vanity

En la Vanity Fair España de octubre sale un artículo de Marin Amis que toca el tema de la vanidad de refilón, mientras trata de explicarse por qué el número de atentados terroristas suicidas ha crecido de manera tan exhorbitante.

Amis advierte que en la mayoría de los casos, se trata de jovencitos-borrego y no de verdaderos fanáticos rabiosos.

Jovencitos que harían cualquier cosa por ser famosos, aun explotar.

No es igual pero se parece a lo que les ocurre a muchos miembros de la clase media mexicana, algunos de los cuales eligen el arte para llegar a tan preciado destino.

“La necesidad de causar una impresión es abrumadora, y una impresión negativa es mucho más fácil de conseguir que una positiva. En nuestra época, esto se traduce a la sed de fama. Probablemente, nadie menor de 30 años pueda comprenderlo totalmente, pero la fama se ha convertido en un tipo de religión, de opio, y ahora en el “polvo de ángel” del individuo en masa”.

…en su lectura de la psique terrorista Joseph Conrad (en El agente secreto) enfatiza persistentemente las cualidades de la vanidad y la pereza, esto es, del deseo de la máxima distinción con el mínimo esfuerzo”.

Quizás por eso hay ahora tantos libros de publicación reciente que prefiero saltarme. Siento que no son recíprocos: no se exponen, no echan carne al asador, no arriesgan piel, puro perfume. Y cuando yo leo creo estar haciendo todo eso.

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Lo que quise articular ayer con un amigo, se encuentra escondido en alguna interlínea de este artículo. Pasa que soy bien burra para hablar (siempre me consuela ganarme la vida de escribir y no de hacer locución), así que luego llego a mi casa y me doy de topes en las paredes porque sé que no pude comunicar lo que pensaba realmente.