Murió Milorad Pavic, snif

Hace un año empecé a leer a Milorad Pavic. Me enteré (mientras lo leía) que su Diccionario Jázaro se publicó el año en que murieron mis padres. Ese diciembre tuve unas repentinas e irrefrenables ganas de hablar con ellos y el Diccionario me sirvió de traductor.

Como dicen que dijo Francisco de Quevedo “la lectura nos permite escuchar a los muertos con nuestros propios ojos” y para mí, leer es también hablar con los míos.

Siento mucho esta muerte.

Siento que ahora la que va a tener que  escribir un libro soy yo, para ver si nos traduzco esta conversación que seguramente no ha terminado con Pavic.

Donde quiera que estés, nomás sigue hablando.

***

Reproduzco aquí una parte de ese post del año pasado:

Aún no puedo hablar del libro porque no lo he terminado de leer. Sólo puedo decir que de lejos parecía un libro inofensivo.

Se le veían apenas unas garritas pero es como el comercial de la margarina que todo mundo recuerda: de repente Pavic abre la boca y lo traga a uno bondadoso y desprevenido lector.

Copiaré regularmente algunos párrafos de este interesante libraco, de aquí a que lo termine, en honor a aquel lector de zoológico que prefiere ver a estos animales detrás de una zanja. (No los critico: ahora me doy cuenta que ver de lejos a los libros no significa pasar por alto su majestuosidad).

“Imagínese que dos hombres tengan cogido a un puma con dos cuerdas. Si quieren acercarse uno al otro, el puma atacará, pues los lazos se aflojan: sólo si los dos tiran al mismo tiempo, el puma quedará a la misma distancia de uno y de otro. Este es el motivo por el que el que lee y el que escribe difícilmente se acercan: entre los dos, capturado, está el pensamiento en común, atado con cuerdas que tiran en direcciones opuestas. Si ahora le preguntásemos al puma, es decir al pensamiento, cómo ve a estos dos hombres, podría responder que los seres comestibles están tirando con las cuerdas de algo que ellos no pueden comer…”

“…y obtendrá de este diccionario, al igual que de un espejo, tanto cuanto invierta en el mismo, pues de la verdad -como se apunta en una de las páginas de este léxico- no puede obtenerse más de lo que se pone.”

Siete pecados capitales

Entre ellos la gula. Yo no puedo leer un solo libro a la vez, por más extraordinario que me parezca. Más, más, siempre quiero más.

Como traigo a Pavic entre ceja y oreja, ahora leo tres libros simultáneos de él. Se me están haciendo bolas, pero no importa. Los empiezo a confundir agradablemente.

¿Cuál era en el que retaba al lector a dejarlo de leer?

No sé.

Sé que yo no fui uno de esos lectores que cayeron en la trampa y seguí leyendo. ¿O era esa la trampa? Psicología inversa, el muy cabrón.

Con Pavic hasta el engaño sabe bien…aquí hay algunas líneas que espero recordar muchos años:

—¿Quién es ese Vlada? —le preguntaste.
—¿Cómo que quién? Usted es Vlada. Le dije bien que escribía la carta de amor para usted. Cualquiera a quien se le escribe una carta de amor se llama Vlada.
—Y tú, ¿cómo te llamas?
—Podría llamarme María.
—Pues, María, quiero preguntarte algo. Noté que te peinas cada mañana en este espejo con agujero. ¿No es así?
—Así es.
—Eso quiere decir que tú te puedes ver muy bien en este espejo.
—Por supuesto que me veo en el espejo, ¿por qué no habría de verme?
—Pero a mí no me ves en el espejo con agujero. No sabes ni cómo soy, ¿verdad?
—Correcto, no lo veo. Sólo puedo escucharlo a través del agujero.
—¿Cómo escribes una carta de amor a alguien a quien no ves?
—Porque las cartas de amor se escriben a quien no está y a quien no puedes ver. ¿Qué hay de extraño en eso?

Milorad Pavic, Siete pecados capitales, Ed. Sexto Piso.

Diccionario Jázaro

Aún no puedo hablar del libro porque no lo he terminado de leer. Sólo puedo decir que de lejos parecía un libro más inofensivo…update…no mames, Ira, no se puede ser MÁS inofensivo, ¡escribe bien chingado! Me disculpo con quien haya recibido daño visual.

Se le veían apenas unas garritas pero es como el comercial de la margarina que todo mundo recuerda: de repente Pavic abre la boca y lo traga a uno bondadoso y desprevenido lector.

Copiaré regularmente algunos párrafos de este interesante libraco, de aquí a que lo termine, en honor a aquel lector de zoológico que prefiere ver a estos animales detrás de una zanja. (No los critico: ahora me doy cuenta que ver de lejos a los libros no significa pasar por alto su majestuosidad).

“Imagínese que dos hombres tengan cogido a un puma con dos cuerdas. Si quieren acercarse uno al otro, el puma atacará, pues los lazos se aflojan: sólo si los dos tiran al mismo tiempo, el puma quedará a la misma distancia de uno y de otro. Este es el motivo por el que el que lee y el que escribe difícilmente se acercan: entre los dos, capturado, está el pensamiento en común, atado con cuerdas que tiran en direcciones opuestas. Si ahora le preguntásemos al puma, es decir al pensamiento, cómo ve a estos dos hombres, podría responder que los seres comestibles están tirando con las cuerdas de algo que ellos no pueden comer…”

“…y obtendrá de este dccionario, al igual que de un espejo, tanto cuanto invierta en el mismo, pues de la verdad -como se apunta en una de las páginas de este léxico- no puede obtenerse más de lo que se pone.”

Milorad Pavic, Diccionario Jázaro (ejemplar femenino), Anagrama, 1989.