Kreativ Blogger Awards y otras drogas

Primero lo primero: pocos NO saben cuánto quiero y admiro a Ernesto Priego, por lo que entenderán cuán sorprendida y honrada estoy de aparecer en su lista de Kreativ Blogger Awards. Según el ¿tag? ¿meme? (¿cómo se dice en estas fechas?) el award me hace merecedora además de listar siete cosas que me gustan sin un orden particular.
Lo hago tarde, pues tarde estoy llegando a todo. (Últimamente me siento como un personajito de Beckett, de esos que entran a escena cuando  ya toda esperanza ha salido de ella). En fin. Amo y agradezco esta pequeña invitación a la indulgencia y me limito, como antes lo hizo mi sabio carnalito en tierras londinenses, a listar cosas que me gustan y no personas:

-Me gusta cómo me queda el pelo cuando aún está húmedo y hago el amor. Esas vueltas por la cama terminan de secarlo y le dan toda la onda.

-Me gusta cómo los animales hacen caras. Mi gata es un obvio ejemplo: se ríe o se enoja si me burlo cuando se cae de la cama. A veces me deja de hablar durante horas. También he visto perros callejeros pasar junto otros; mirándolos apenas con el rabillo del ojo para cerciorarse si no están pisando un campo minado de territorialidad. Ah, y mi perra pega unas carcajadas entrañables cuando juego con ella. Neto, neto.

-Me gusta tenerle ganas a un libro, mirarlo en el estante y decirle “un sábado de estos, cabrón, un sábado de estos”. Aunque si es un cómic no resisto mucho tiempo: es como tener un libro enfrente, pero encuerado.

-La angustia de regresar a la escuela. Comprar un cuaderno nuevo para las materias, sentarme dos horas a oír algo que no genera dinero.

-Mis clases de portugués. No tengo idea de por qué tardé tanto en regresar a los idiomas.

-Los calamares en Madrid.

-Cuando sueño como si estuviera filmando una película. Mejor aún cuando sueño que voy junto a Fellini y es él quien filma mi sueño. (Aunque eso sólo ha pasado una vez y casi me deprime pensar que tuve que despertar).
Se supone que tengo que nombrar siete blogueros a pasar el Blog Award, pero yo digo que ustedes ya saben quiénes son.
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En términos blogueros, me parece que he retrasado este post doscientos años, aunque sólo tardé unos días.
Se sabe lo profundo del golpe de conciencia por la fuerza narrativa con la que transcurre el tiempo.

Viajar es también probar de muchos peyotes, varias mezcalinas: la que segrega uno mismo en las caminatas interminables; la que fluye de esas caras raras, donde es más difícil reconocerse; la droga que se alimenta de idiomas extraños (griego, italogriego y maltés –una cosa oh so weird que tiene elementos de árabe con inglés y francés–me ha tocado oír la última semana); el peyote de las cosas dichas con prisa, los malentendidos y los nuevos significados.
Y no es retórica ni ganas de endulzar oídos: de todos los sitios posibles, jamás se me habría ocurrido, por ejemplo, que justamente en Atenas, me dijeran que ‘perro’ se dice ‘esquilo’ (o eso entendí y miren que lo pregunté varias veces) o que al intentar comentar de Sócrates me dijeran que claro que lo conocían, que era una calle y que con gusto me la señalaban en el mapa. (Claro que le pregunté a un cocinero, but still…)
Cosas que uno va a escuchar al otro lado del mundo. (Tierra Media, medi-terránea, llena de monstruos y villas quietas).
Un par de días antes, en Madrid, lloré dos veces en el barrió de Lavapiés con espectáculos de circo-vaudeville-clown callejero. Otra mezcalina, otro idioma, el del silencio y las caras pintadas de blanco que aún no puedo olvidar.

No sabía tampoco que las mulas en la isla de Santorini (en territorio griego pero muy cercano ya a Italia) fueran tan pinches mulas y se te restregaran ‘de-a-propósito’ para ver si te tiran por esas escaleras que bien podrían ser un barranco.
Y Malta, bueno, Malta es hasta hoy la mezcalina más duradera de este viaje. Nadie me lo va a creer, pero la diminuta ciudad amurallada que aún guarda el centro histórico, Valleta, (más al estilo árabe que al estilo francés) es absolutamente hermosa. Ya postearé algunas fotos cuando tenga una conexión de Internet adecuada.

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Dos breves maltesas, nomás por no dejar:

-un perrito maltés de a devis cuesta la friolera de 1600 euros.

-los verdaderos halcones malteses fueron un pago del gobernador o ‘contramaestre’ al rey o virrey español (en una de tantas y tan diversas ocupaciones del archipiélago maltés que se acerca quizás a Polonia en interés extranjero por su ubicación estratégica) para que los dejaran en paz y pudieran gobernarse solos. Un enorme pájaro entrenado: eso costó alguna vez la autonomía.

Supongo (porque ahora no podré googlearlo) que en la película y en la novela se habla de una evolución a reproducción escultórica del mismo animal, la reliquia de una ofrenda.
En fin.

Espero no estar aburriendo a Bozo.

(Por cierto ¿habrá muchas diferencias de mis posts cuando los escribo offline y luego sólo me conecto para el copypaste en WordPress? Intuyo que sí, pero no sé por dónde…)

Lejos

Así estoy, lejos. En más de un sentido. He tenido que alejarme un poco de la auto complacencia para ver dos o tres cosas que hay que tirar a la basura.

Tons, pues lejos también del blog.

Una vida offline parece posible aunque mis sueños me regañan: ayer soñé que trataba de bloguear pero no podía abrir la página. Angustiante como pocas veces.

Tengo muy poco tiempo para escribir esto pues estoy en un barco y la conexión a internet va y viene cuando le da la gana, además de que comparto los minutos que nos regalaron con un compañero fotógrafo.

Así que hoy no me voy a explicar mucho, solo voy a compartirle que Atenas es una ciudad extrañísima, que aún no decide si se presenta como la cuna de la civilización occidental, pueblito mediterráneo, villa de lujo, lugar de pescadores o guetto ex comunista.

Son sencillos los atenienses, más guapos los hombres que las mujeres (ujú), amables y hospitalarios. También son orgullosos, machines y viven como perros callejeros, acostumbrados a que turistas y completos desconocidos los aborden.

Por cierto que en el rubro de los perros Atenas es la ciudad más chingona que he visto en mi vida: hay unos cuantos por toda la ciudad, pero traen correa y son del estado. Me cuentan que el gobierno los pescó, los desparasitó y los esterilizó para luego devolverlos a su barrio, donde son alimentados por ‘todos’.

Son perros viejos, quizás los últimos perros callejeros de Europa.

Están allí, en pleno Partenon y ni se inmutan de que uno vaya por allí. Reciben el cariño del extraño como viene, sabiéndose sobrevivientes de la compasión humana, quizás más especiales aún: sobrevivientes de la compasión de un gobierno.

¿Por qué les perdonaron la vida? Era más fácil matarlos.

En mi cerebro la cuestión aún no cuaja.

Más allá de ser un pueblecillo formidable, con calles angostas llenas de motocicletas, subidas, bajadas y haber albergado aquellas mentes tan lúcidas, Atenas es especial porque su gobierno piensa que los perros callejeros merecen vivir y entre todos pueden hacerse cargo de ellos.

Es rarísimo. Bellísimo digo.

That’s how the light gets in

Tener alguna habilidad para la música, carajo. Daría un par de privilegios / ¿privilegios físicos? por la capacidad de componer o de tocar algún instrumento.

Le dije ¿qué pasa con la música? ¿por qué me hace tanto bien tanto mal tanto bien tanto mal? Un daño tan placentero, marca de hierro frío; que me crucifiquen con música, que cante el cabrón de Leonard Cohen mientras se me disloca la cadera. The dove is never free. Es que la música está más cerca de dios que ninguna cosa en esta tierra, me dijo; pero no creo en dios, le dije; cómo no, claro que crees en dios. No no en dios dios no, pero claro que crees, cómo es que dices que lees poesía no hay poesía sin dios, uno tiene hincarse ante alguien; claro, pero quiero dudar, hacer de esa duda un caminito, como WA, como todos los demás ¿no eso de lo que hablan? Todo el tiempo buscando a dios, tocando todas las putas puertas  y el cabrón no aparece por ningún lado. Y así se consuela uno con música. Por eso te digo que sí existe.

A media tarde

…y después de estar trabajando en un reportaje desde las 5 am, se me acaba de ocurrir, así, out of the blue, que algunos hombres se casan también con la imagen del papá de la chava.

Caso 1. Nicholas Cage (aka Nicholas Kim Coppola) y Michael Jackson, que en realidad se querían echar a Elvis y no a la probecita de la Lisa-Marie. Se les veía en los ojos.

Caso 2. Sam Raimi tiene tres hijos con la hija de Lorne Greene, actor canadiense famoso por su participación en Bonanza y el primer run de Battlestar Galactica de 1978. Así de geek es Raimi.

Caso 3. Danny Elfman que se casó con Bridget Fonda, nieta del legendario cineasta actor (gracias Hugo). Aquí, claro, ayudó que ella es bonita.

Caso 4. Un ex mío que se la pasaba diciendo “¿Qué diría en estos casos el Sr. Franco?”.

Son raros los hombres.

Sentido del humor ¿dónde estás?

Me parece que últimamente lo he perdido.

Ayer estuve a punto de indignarme porque el Dr. House ordenó en un avión algo así como: “Dígale al piloto que vuele tan bajo que podamos sacar la mano y matar a palos a una foca bebé”.

Después de unos milisegundos cedí y me reí. Durante un rato estuve pensando si la frase es graciosa porque 1. es virtualmente imposible llevarla a cabo; 2. porque matar focas bebé a palos es un acto de una brutalidad tan rampante que no queda más que reírse de ella; 3. si la gracia radica en herir susceptibilidades de gente muy conciente y correcta (como la que manda fotografías de focas desolladas pidiendo firmas y no compra el Alarma porque le parece muy naco y muy violento).

Yo solía ser muy punk en eso del sentido del humor, pero luego me di cuenta de que hería a mucha gente y que finalmente las burlas terminaban cayendo sobre mi propia cabeza. Uno pasa tanto tiempo burlándose de la gente que luego vive secretamente paralizado de que los demás hagan lo mismo con uno.

Ya no hago eso. Hay en mí una necesidad de aprehender las razones éticas de la corrección política, pero al mismo tiempo extraño mi sentido del humor.

Es un difícil equilibrio.

Con esto de la fiebre porcihumanina me saltó a la vista el asunto.

Cociendo habas globales

Presos de la estupidez, la desinformación y el mal gusto hay en todos lados.

Ahí están los egipcios que matarán a 300 mil animales sanos por nada. Puerquicidio masivo solapado por la soberanía de los pueblos. “Pus son sus puercos. Ni modo”. Ni modo de organizar firmas internacionales por los cerdos inocentes. Alguien tiene que pagar los platos rotos de la psicosis mundial. Ahora le tocó a la tribu porcina, cuyos gritos cuando los deshollan solo parecen de seres humanos. Temo pensar lo que se ha hecho en la historia del mundo bajo razonamientos similares.

Esta fiebre de pánico ya duró mucho y está teniendo sus consecuencias. La humanidad, como cualquier organismo con una enfermedad preexistente (en este caso la banalidad y el egoísmo en sus más variadas formas),  ya empieza a enloquecer. Decía yo antes, al principio de todo este desmadre: me da risa porque en este mundo nomás necesitamos una justificación para expresar el odio que ya traemos dentro; de inmediato nos dan ganas de estrenar la sierra eléctrica.

A los mexicanos en el mundo ya los empiezan a tratar de apestados.

“¿Hace cuánto que vives aquí, tú, eh?” Desconfianza asegún de la gripe porcina, pretexto extraodinario y políticamente correcto  para expresar mi verdadera opinión de ti. “Te recuerdo que eres extranjero, que eres perico-perro, que no perteneces, que ya quisieras mano”.

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Otro organismo con enfermedad preexistente son los medios. Cualquier gripa los desnuda.

En las últimas conferencias de prensa para reportar el estado de la influenza porcina en cadena nacional me he podido percatar de que:

-las autoridades sanitarias no son autoridad en el ámbito sanitario. Es decir, expertos no hay en las sillas burocráticas. Están allí porque son primos amigos cuñados del delegado. Seguro llegan a su casa pensando “chingá, ¿pero yo por qué?”.

-los periodistas le tienen miedo al micrófono.

-los periodistas tampoco son autoridad ni conocen a fondo el tema que los han mandado a cubrir. Están allí porque son muy feos y no han conseguido un puesto de presentador de espectáculos.

-los periodistas le tienen miedo a saber qué chingados quieren preguntar. Dan rodeos, no llevan preparada la pregunta, piensan que el sentido común es una nimiedad y entonces rebuscan la cuestión hasta que acaban por hacer una sentencia retórica. Por supuesto, el que contesta está feliz, pues hará exactamente lo mismo cuando le llegue su turno.

-lamentablemente, la diferencia entre un periodista gringo de CNN con todo y su acento mamón contra un reporterito mexicano es dolorosa.

-las autoridades mexicanas llevan dos días dando palos de ciego. Lo que sigue es un espectáculo donde se gastará mucho dinero innecesario para justificar el despliegue de fuerza de los días anteriores.

-los medios empezarán muy pronto a olvidar el asunto y nosotros también. La próxima pelea será por saber ‘quién fue el primero en decir que todo esto era una farza’. Quizás nos volvamos a acordar en diciembre, cuando (dicen) podría recrudecer el fenómeno.

-los demás nos dejaremos de cuidar muy pronto. Volveremos a darnos besos, a expresar nuestro cariño abiertamente al de al lado, pues, hay que decirlo, aparte de odio, también guardamos eso y buscamos cualquier pretexto para expresarlo.

Acá una entrevista con Marc Siegel del periódico español La Vanguardia, que supongo mucho ya habrán leído, el primero de los expertos en decir sin pelos en la lengua que “esta gripe durará lo que dure en los informativos”.

Por cierto, sostengo mi felicidad. Por fortuna tengo muchos planes para el futuro: a mí no me desilusiona que el mundo siga su curso ni me siento defraudada porque esto no se parezca a una película de zombies come carne; es una extraordinaria noticia.

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Mañana: dos leyes (o tres, las que encuentre) pasadas mientras estábamos en la pendeja metidos en casa.

El día que los mexicanos nos percatamos de nuestro mal aliento

No sé los demás, pero eso es lo que me ha enseñado el tapabocas. ¿Te cae que así me huele la boca? Mis amigos dicen que no, que tienes estar muy cerca para oler tanto, pero por si las dudas me fui de inmediato a comprar un simi-bote de clorofila líquida y muchos chiclitos de yerbabuena, después de hacerme un profuso enjuague bucal.  Aún siento que huele raro.

(Por si a alguien le interesa, creo firmemente que hay que quitarnos el cubrebocas ya. Nos vemos medio idiotas, como posando para la foto internacional y nomás le damos negocio a los viene-viene convertidos en agentes de salud. Es obvio que no podremos mantener esta anomalía todo el año. Le encuentro una utilidad apenas: te recuerda no llevarte las manos a la cara, pero lavarse las manos constantemente reduce de modo más certero la posibilidad de contagios).

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Gracias a todos los que ayer y hoy hicieron que este blog llegara a un pico insospechado de visitas. Gracias sinceras. Lo único malo (totalmente cosa mía) es que hoy en la mañana me disponía a postear flojita, con lagaña y todo cuando…madres… me asomé de bestia a revisar las estadísticas. De inmediato se apoderó de mí ese viejo estado de inadecuación, la idea de que no importa cuánto lo intente, empezaré a echarlo todo a perder. De ahí el repentino silencio.

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Bueno y por lo demás, estoy exhausta. Si algo me está enseñando esta crisis es que el miedo es una pulsión extraordinaria, pura, intensa, demoledora y harto interesante (¿había dicho que me meto a las pelis de terror sola para retorcerme de miedo?) aunque tremendamente agotadora.

Ayer busqué las riendas de mis pensamientos en un libro y las encontré. Como soy yo, lo mejor era una terapia de choque: The Road de Cormac McCarthy me regresó a mis cabales…piensa, siente mucho mucho mucho miedo y contrólalo.

Ya estuvo.

Ahora sí estoy lista para regresar a mentárles la madre a las farmacéuticas, que ya sabían que esto podía ocurrir y vinieron a poner un laboratorio hace unos meses ;a los panistas, que están usando esto para ganar terreno en el control de la vida privada y ya le midieron el agua a los tamales en cuanto a reacción-miedo de las personas (ahora saben que with fear dances the people); a los diputados y senadores que están aprovechando para pasar leyes fastrack en el momento en que todos andamos en la pendeja; a los tapaboqueros clandestinos, que hicieron de un pinchi trapo un artículo de primera necesidad que se cotiza hasta en 100 pesos; a los blogueros y famositos de espíritu condesero que ni en un momento así dejan de ser aspiracionales; y sobre todo a mí que la curiosidad no fue suficiente para obligarme a salir a VER lo que estaba ocurriendo y por un momento me quedé pasmada frente a una ventana tan parcial de la realidad como es el Internet.

No mames Ira.

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Acá una foto que me cedió Dante de cómo sigue la ciudad estos días.  Me gusta por sutil.

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Y esta es una foto mía sobre la ausencia en Av. Insurgentes. ¿Imaginan qué difícil no ver ni una sola persona sobre una avenida principal a las 9 pm en una ciudad con 20 millones de cabrones? El miedo nos la puso melancólica.

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***

Do you remember that little boy, Papa?

Yes. I remember him.

Do you think that he’s all right that little boy?

Oh yes. I think he’s all right.

Do you think he was lost?

No. I don’t think he was lost.

I’m scared that he was lost.

I think he’s all right.

But who will find him if he’s lost? Who will find the little boy?

Goodness will find the little boy. It always has. It will again.

The Road by Cormac McCarthy, 2006.