A través de un espejo de feria

Algo anda muy mal cuando la voz más coherente en esta crisis es la de un capo.

Trato de comprender la lógica que priva en Servando Gómez Martínez, aka La Tuta,uno de los jefes de la organización La Familia, quien pidió una entrevista a Milenio TV para dirigirse al Congreso de la Unión, al ejército y al presidente.

Como exigía Rimbaud, La Tuta es completamente moderno: tiene la sangre fría y entiende su negocio. Le habla de CEO a CEO al panista. Entiende que el gobierno y el narco son dos grandes y exitosas empresas –una exporta mexicanos a EU y con las ganancias embellecen los cachos de país que van vendiendo baratubaratu, muy baratu/ la otra emplea o embrutece a los mexicanos que lograron quedarse.

Son dos pujantes empresas, el negocio va muy bien, ¿pa qué nos peliamos, digo yo? 

“Hace algunos años no teníamos está situación de conflicto. Pasó algo… Se rompió algo entre la familia y el gobierno. Por eso queremos que alguien nos escuche y preste atención…”, dijo La Tuta.

Negociemos, no se aprieten de su calzón, lo han hecho toda la vida y estábamos tranquilitos. A nadie le convienen tantos decapitados, tanto pinchi encobijado. ¿Luego quién va a trabajar el negocito? Dios (es decir, nosotros) aprieta pero no ahoga. ¿Qué quieren, que la gente se canse de verdad y empiece a PENSAR o peor, a actuar en consecuencia? Con todo respeto, no chinguen. 

No me extrañaría que algún día La Tuta se hiciera de algunos andamios políticos y hasta se lanzara de senador. Con la memoria histórica que nos cargamos, muchos de mis conocidos hasta votarían por él.

*** 

De acuerdo a la nota publicada ayer por Proceso:

La Tuta aseguró que La Familia respeta a los militares, a las fuerzas armadas. “No tenemos nada contra ellos. Que no se dejen engañar. Que vean los expedientes. En todos los casos es el mismo modo. En Yucatán, en Baja California, Villahermosa, Veracruz”.
Por todo ello, hizo un llamado a la Cámara de Diputados y a la Cámara de Senadores para que sepan que es lo que esta sucediendo en nuestro país, y que “encontremos la manera de dialogar”.

De Gómez a Gómez, La Tuta aseguró que respeta al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, pero que también lo están engañando.

“Lo que quiero que sepan es que nosotros no nos metemos con  inocentes.

“Si en su momento atacamos algunas corporaciones, fue porque ellos anda detrás de nosotros, coludidos con Los Zetas.”

Como las olas del mar

Tengo muchas cosas que decir acerca de mis cuatro días en La Habana, pero no encuentro las frases exactas pues aún es una sensación visual o una sensación física, como el paso del tiempo, como se sienten las olas frías en el calzón cuando entras primero al mar y luego el cuerpo se va acostumbrando y todo se entibia y ya no tienes ganas de salirte nunca más aunque te vuelvas viejito.

Solo puedo decir que todos escritores deberían conocer La Habana. No conozco ningún otro lugar donde sea tan evidente que la vida (vestirse, cojer, bailar, comer, hacerse pendejo en una plaza pública, esas cosas) tiene una membrana viscosa hecha de minutos que queremos romper siempre pero de la que no podemos salir porque somos muy chiquitos.

No sé hablar de La Habana, estoy conmovida, enojada, feliz, llena de ritmo, llena de miedo. Lo único que puedo dejarles son fotos. Fotitos. My own private point of view.

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La Habana Vieja (el centro) tiene partes donde, si no supiéramos historia, podríamos pensar que ha caído una bomba o  están en guerra. Y están… la baja intensidad no le quita lo guerra.

En este edificio viven ratas y personas que sacan cables hasta el alumbrado público y saltan entre vigas húmedas para llegar a los cuartos de atrás.

Pensaba en el perrito de la RCA Victor…ese perrito bien podría ser mascota y símbolo de La Habana Vieja,  sería el mismo perrito blanco pero tan sarnoso que ahora es casi rosado, viejo, a punto de morir de desesperación por rascarse, pero que le sigue haciendo fiestas a los ritmos afroamericanos que salen por el cuerno del fonógrafo.

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La diversidad racial es extraordinaria y la gente es tan guapa que duele (como se puede apreciar, son hermosos desde chiquititos). Según me cuentan el racismo es casi inexistente según me contó una chava blanquísima, protoperiodista, pues dice “nosotros sabemos que lo bello nos viene de los negros, sabemos que la música y el baile son de ellos y los cubanos somos eso, música y cuerpo, no podríamos vivir ya sin esta mezcla”. Por desgracia no tuve tiempo de preguntarle lo mismo a un negro.

Lo cierto es que los cubanos (con los que hablé, pues) son super articulados. Se les nota la educación, las lecturas, oyes a gente normalita, sin doctorado ni nada dominar el pensamiento abstracto. Añora uno cosas de esas en la educación mexicana. Sigh.

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Un obrero con su ejemplar del “Granma”, periódico oficial y plenipotenciario donde me cuentan, el cabrón del Fidel se dedica últimamente a chochear. No se cumplen 83 años sin consecuencias, creo: “Compañeros cubanos: hoy quiero hablarles del juego de pelota, ¿se acuerdan que yo predije que los japoneses ganarían? ¡Pues ya ven! “. Y se arranca, totalmente chocho a discutir sobre por qué se los echaron al plato en el beis.

Mientras tanto, la obra de teatro de todos los pueblos, la de los ricos y los pobres y los que tuvieron suerte y los que no, se lleva a cabo por las calles (porque claro-que-agüevo-que hay clases sociales y toda clase de privilegios en Cuba).

Y aquí la onda: sí, hay ricos y pobres, clase media y eso, pero la desesperación por tener, por ser, por pertenecer, por dominar, por chingar, por ser recordado como “el mejor”, por prevalecer, por sobresalir, (esa de la clase media mexicana), esa no la vi. No sé, quizás no busqué bien.

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Pensaba yo que en Cuba un diseñador gráfico se muere de hambre. La total falta de anuncios por las calles es rarísima (exceptuando estos de propaganda política y el aún presente y cabroncísimo “Patria o Muerte”).

Más raro para mí que vivo en esta ciudad gritona. Una ciudad que GRITA “coca-cola-pantene-galletas-pingüinos-compre-casa-no-mame-hágase-la-mamografía”.

La falta de publicidad da una paz casi desquiciante, pero sin duda podría volverme a acostumbrarme a ella… como cuando éramos niños que los anuncios en las calles sólo murmuraban ¿se acuerdan?

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Uf, los coches. La revancha más grande hacia el coleccionismo, hacia lo exclusivo, lo in, lo particular, lo mío que no es de nadie, es que un Cadillac ’59 en Cuba es nomás un taxi para cubanos.

No dejan subir a los turistas, so pena de que les quiten el auto, así que nos la pelamos.

Pero son unas bestias hermosísimas.

Como dinosaurios corriendo por las calles.

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Un dios muy viejo duerme allí en La Habana.

Nude

Para mí que ayer y antier hubo 55 mil personas contentísimas en el Foro Sol.

Yo una de tantas.

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La forma en que la música me desnuda de todas esas ganas de competir, de aplastar voluntades y personas; me libera de la pesada lengua materna, me libera de mi madre, me hace un pececito encuerado que fluye y se resbala y ya no se golpea más contra las angustiosas rocas; la forma en que me cumple todos los sueños allí allí allí, la forma en que me deja estar con el otro desde lo mejor que tengo; la forma en que uno respira cuando lo hace por el puente de una rola.

Por eso voy a conciertos.

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Me gusta Radiohead. Ni modo. Mucho, aparte. Ahora me gusta más.

El pobre güey tuvo que tocar Creep y no siento decir que la disfruté. Hoy un amigo dijo que era como haber oído Smells Like Teen Spirit. No sé. Hubiera sido lo mismo para mí si no la hubieran tocado. Tampoco creo que haya que rasgarse las vestiduras porque la tocó. No se hagan, todos nos la sabemos. Es parte de la historia del grupo y ya. Como un tatuaje viejo y feo que sería medio tonto borrar.

Que si Radiohead es a mi generación como Pink Floyd a la anterior, quizás. Quiero decir, somos una banda de forevers, we’ll be forevers forever, el público ¿mexicano? tiende a comprar nostalgia muy chafa, pero hay que decir que este grupo viene con la gira de un disco extraordinario, el  In Rainbows, y que al menos no estamos asistiendo a la debacle de unos middle-agers a quienes ya se les acabó el dinero.

Good things

Leo con tristeza que un amigo de un amigo acaba de cerrar (borrar) su blog.

Aunque no sé si aplica a sus razones particulares para cerrarlo, lo primero que pienso: we’re starting to get to old for this shit.

Naaaa, dice mi adolescente.

Sí, cómo diablos, digo yo.

Y no estoy pensando en cerrar el blog, no particularmente. Lo he querido cerrar desde que lo abrí en realidad, diario me da la comezón (sobre todo ahora que me falta tiempo para escribir en él), pero me la aguanto porque sé que aún necesito ponerme en riesgo, ponerme en común, sé que necesito hablar con mis amigos o hablar conmigo sintiendo que hablo con ellos. Sé que nada lo sustituye, ni el twitter ni el facebook ni el mail ni el messenger ni el teléfono…nada. El blog es el blog y no se parece a naiden, como dice la canción ranchera.

¿Dónde más puede uno cantar como en una regadera transparente? Salir y secarse con la toalla de la realidad, salir y pensar ¿por qué madres habré dicho/escrito/posteado eso? Ni siquiera lo creo de verdad.

¿Dónde más se baila como si uno trajera bichos en el pantalón mientras los demás se congratulan de no ser tú y no tener esa voz y no tener esos bichos? ¿Dónde más es tan evidente lo absolutamente necesarios que son los otros?

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No se trata de sentirse joven a lo pendejo, de pensarse que “todavía puedo aspirar a la beca de jóvenes creadores”, que todavía no me veo como se veía mi mamá a mi edad. (Bueno, como mi tía, pues… mi mamá era un ser extraño que inventó eso de ser joven a los 56).

Creo que para mí se trata de hacer reality check con mi adolescente de vez en cuando, preguntarle por ejemplo ¿Qué piensas de lo que escribí en tal revista? ¿Te gustó mi post?

Mi adolescente, que es una cabroncita, me patea de vez en cuando. Pinche escritorcita de pacotilla, me dice y se va, dejándome sola sola sola.

A veces también se caga de la risa de  que me paguen por algo que a ella le encanta hacer. ¿Te cae que te pagan por eso? Guaau.

Esa es mi mejor palmadita en la espalda. Cuando esa cabroncita pasa junto a mí chupando una tutsi-pop sin quitar la vista de mi último artículo.

Shine a light

Hoy me cayó el veinte de por qué me caga el jazz: aparece como la música políticamente correcta en casi todos brochures turísticos.

(Aunque Andrei el otro día me dijo algo que me hizo repensar el género: el jazz es la música que sabe que nada es repetible, la que conoce la finitud).

Lo que sí hay que concederle a la ciudad de Washington DC es que en su guía de música local son bastante menos oficialistas, lo mismo incluyen los primeros bares donde tocaron Duke Ellington y Chuck Brown, que el Eighteenth Street Lounge, meca de la escena electrónica y casa primordial de The Thievery Corporation.

Parece que DC de noche tiene su onda pues allí está también el Black Cat de Dave Grohl y el 9.30, un club tipo el Bulldog citadino, pero donde se presentan grupos como The Pogues, Animal Collective, The National, The Black Kids, Primal Scream, Modest Mouse y Tindersticks…aaaammmm, pensándolo bien, creo que no se parece al Bulldog. Buee, igual mi proverbial suerte sigue siendo la misma, los que me interesan no están cuando yo puedo ir a verlos.

Es fantástico ver cómo a los gringos no les cabe ni un ápice de nuestra malentendida modestia: DC también es una especie de Disneylandia del poder. Es más, sus atracciones principales (el Capitolio, la biblioteca del congreso, la Casa Blanca) se anuncian como “The Power Scene”. Jijos. La escena del poder incluye un ‘bi-partisan tour’ (” red and blue electric roadsters equipped with GPS technology and enjoy a narrated tour of the history and drama of the nation’s capital) y disculpen que no lo traduzca pero sólo se aprecia la desnuda gringuez con la que estos tipos convierten todo en espectáculo en el idioma original, el gringo.

También me están ofreciendo un bellísimo tour “Obama”. Ujú. Consiste en visitar el barrio ahora renombrado ‘histórico’ pero que durante años fue conocido como el Black Broadway. Hay que pasar por el African American Civil War Memorial, (allí junto se anuncian un par de boutiques ‘indies’, nomás para que a uno no se le olvide que está en Gringolandia y allí, señor, usted va a comprar y a dejar su dinero, no se haga guaje.

En el tour te señalan las tiendas favoritas de ropa de Michelle Obama y una cenita muy cara en el Kennedy Center, donde la familia presidencial acude a ver espectáculos.

A ver cómo me va.

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Este post empezó en mi cabezota queriendo decir que Scorsese es un gran insider.reporter del mundo masculino y que su documental de los Rolling Stones, Shine a Light, es una de sus obras más sutiles y entrañables. Tiene muy poco de documental y mucho de un simple concierto grabado, pero algo hace el cabrón del director que uno se olvida de la música de los Stones (un poco aburrida desde mi punto de vista) y empieza a ver personajes.

Es una rara historia de amor. Los Stones llevan 47 años juntos porque se cuidan, se comunican con un imperceptible movimiento de cejas, se odian muy tiernamente y sobre todo porque son cómplices en aquello de la finitud. Salen a tocar pensando (sabiendo) que quizás este sea el último concierto que den. Quizás (aunque esta ya es mi pachecada unipersonal) los une en primer lugar la muerte de Brian Jones.

Después de verlos abrazarse, sobre todo después de ver a Jagger subiéndole el cierre de la chamarra al viejecito ese Charlie Watts pa que no se me vaya a enfriar después de acabado el concierto, uno sale pensando que el mundo es medio idiota en privilegiar y endiosar un sólo tipo de amor, el romántico.

Lo normal no existe

Y menos en la Unam, je.

Ayer vi a un trío muy a gusto besuquéandose en las islas. Ella le daba besitos a él y a él; mientras él le tomaba la mano al otro él.

Tenían unos 20 años.

La escena no contenía escándalo, gente igual a toda la gente, gente que tiene calor, gente que se aburre, gente que tiene frío y se tapa con el otro. Los otros.

Se veían tan bonitos que me recordaron esta maravilla de canción. (Me recordaron que hay días que nada me consuela más que la voz profunda de Mr. Marley diciéndonos a todos: “Don’t worry, about a thing, ’cause every little thing is gonna be all right”.

Art Basel Miami (celular invitado)

Esa cámara mía que también recibe llamadas está herida de muerte. Algo terrible le pasó. Tiene cancer o algo así y quizás mañana me den la noticia de que es terminal o que aún podemos operarlo. Espero que la señorita de Atención a Clientes Telcel tenga la misma cara de consternación que yo cuando se lo entregue en las manos para  que lo examine.

Otrora grabadora de entrevistas, cámara, pseudo-iPod, agenda y despertador, ahora ya nada más recibe llamadas. ¿Pues qué es eso? Mi celular solía tener personalidad propia y una reputación que cuidar, carajo.

Ahora en Miami nomás lo oía quejarse desde su cama en la parte delantera de mi backpack. Quería ver ese Picasso de 6 millones de dólares y grabar al diseñador de interiores Philippe Starck. Estás enfermo y te callas, le dije. Le vamos a dar chance al ‘celular invitado’ de mi amiga Paty.

El Nokia de Paty se rifó… aunque siendo sincera, mientras sacaba estas fotos tuve la sensación de estar cogiendo con otro celular, sin amor, –productivo pero no tan sabroso–.

Aquí algunas fotos cortesía del Nokiesito ese:

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Esta es una obra que disfruté mucho, pero creo que necesita una breve explicación:

La pieza no estaba dentro del centro de convenciones, donde se lleva a cabo la feria de arte más grande de todo el continente americano (¿ya dije que estuve ausente porque me asignaron un reportaje sobre esta feria ? Ok, perdón, estuve ausente por eso, pues).

A los hartistas nóveles y galerías super super ultra hi-fi propuestosas las mandaron a la playa; les prestaron un contenedor de esos que cargan los buques comerciales y les dijeron “ahí metan sus cositas”. Como en todo el arte propuestoso había cosas buenas y malérrimas (NO siento decir que la única galería mexicana allí, Proyectos Monclova, era la peorcita…una pieza medio boba que mostraba una serie de marcos de madera vacíos, aguardando, asegún, los lienzos que el artista había embotellado y tirado al mar. Un jueguito de tiempo que sinceramente me pareció muy mamón).

En fin.

Me gustó mucho la que se ve en la foto de arriba porque el artista decidió ‘pelar’ el contenedor y meter a la realidad dentro de su pieza. Su pieza es el cielo de Miami, el hotel W que está atrás y todos los espectadores que entren por ella. La pieza también es la perspectiva, las líneas continuas, quizás una manera mucho más efectiva y menos cursi de atrapar el tiempo. La adoré, pues.

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Esta es de un escocés. La verdad no sé por qué me gustó, pero me conmovió mucho que las lamparitas, idénticas a una que tengo en mi cuarto, se estuvieran mirando y se prendieran y apagaran una tras otra, la luz dando vueltas al centro, y ellas ni enteradas de que no nacieron para serie de arbolito navideño.

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Aquí un estupendo espacio junto a los contenedores especialmente preparado para el arte sonoro. Esos montecitos blancos no son más que tapetes de ‘foam’ (ucha, no sé cómo se llama ese material, pero se usa en construcción y se parece mucho al hule espuma pero más chafita). Allí te sentabas a comer una hamburguesa o a beber una chela y oías los experimentos sonoros de un dj/artista invitado en una caseta elevada al centro del lugar. Uf.

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La caseta que les digo.

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De regreso al Centro de Convenciones, Miami Beach me sorprendió con unos bellísimos cafés y hoteles art deco y un estilo de vida sacado de los cincuenta.

Hay pasado ahí en Miami, aunque uno sólo pretenda ir de shopping.

Quizás suba alguna otra foto de las obras dentro de la feria. Por lo pronto sólo quiero compartirles esta chulada que todavía me quita el aliento:

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Fue mi pieza favorita. Un cuadrito como de 30 x 15 cm. No sé qué me dan las cosas de Mathias Goeritz que me hacen querer robármelas y salir corriendo.

Como se te pegan los días

Hace mucho, cuando era maestra de inglés, les explicaba irresponsablemente a mis alumnos que la memoria funciona como una red: si un elemento está solito puede que se filtre entre los agujeros del olvido, pero si está arraigado a otro(s) elementos, será más fácil de recordar.

Ayer fue un día de esos difíciles de olvidar.

1. Casi tan extraña como aquella noticia de la elefanta atropellada en la carretera México-Tulancingo, fue la de una avioneta cayendo en pleno periférico. Un animalote metálico y explosivo que los transeúntes entrevistados registraron con una curiosa palabra: “Parecía la guerra. Por mí mejor, pero es curioso que en esta ciudad la guerra sea algo que pasa en las películas y que por arte de magia se puede implantar una tarde de otoño en medio del periférico.

Además, bueno…la avioneta traía a ya saben quién.

2. Mientras tanto, incluso el tendero de la esquina estaba ‘con el pendiente’ por saber el resultado de Florida. Fuimos a comprar unos chicharrones y la conversación entre el tendero y el frutero se parecía a esto:

“No, es que todavía no dicen qué onda con Florida y por ahí es por donde nos la dejan ir”(pardon his french).

Fantástico. Era casi como ver a un aficionado del Pachuca esperando la decisión de un árbitro vendido.

3. En medio de tanto desmadre, una entrevista telefónica a Juan Carlos Rulfo. Estuvimos una hora hablando de San Gabriel, el pueblo de sus abuelos; de sus películas; de su padre. La loma aquella donde Susana San Juan volaba papalotes con Pedro Páramo; el lugar exacto donde su papá se hizo un famoso autorretrato.

De pronto me dice, ‘aguarda un minuto’, contesta su número fijo y alguien (asumo que su suegra) le comunica lo del avionazo. ‘No sabía, te paso a Vale’, dice, con su voz triste, monótona, llena de una  tranquilidad desesperanzada que, intuyo,  mamó del mismísimo San Gabriel, Jalisco.

Eran las 10:08 pm (ya llevamos un buen rato, no importa, hace mucho que nadie me preguntaba de esto) cuando empezamos a hablar de la aridez del Padre, el Padre como figura elusiva a la que uno cazará eternamente.”Sólo que en tu caso, la cosa se complica, le dije”. Hizo una pausa larga, extrañamente larga para una conversación entre dos personas que no se conocen. “Si, supongo que en el tuyo también, ¿verdad?”

Pocas veces he lamentado tanto terminar una entrevista. Estábamos ambos tan cerca de nuestros respectivos Pedros Páramos.

4. Y claro. Todo esto tuvo un principio. Un principio donde hubo un respiro, una emoción cruda, una sorpresa (el que haya inventado las sorpresas merece un altar pagano), un acomodarse de cosas, la alegría que da el mindless good time, la alegría que da conectar, saber que en algún lugar uno no está solo, uno conecta porque es humano y porque es mujer, hombre o algo.

5. Amo a mis amigos. Prometo no decirlo tan seguido.

Si alguien pregunta

Mi ausencia se debe a:

-lo frito de mi cerebro después de varias horas de reescribir una cuartilla para mi novela (para la que no hay link of course).

-un blogartículo para el blog de periodistas Mundo Abierto que está super lindo y le llega a un chingo de gente que no lee blogs. Me place decir que dicho EMO article encontró su semillero en El Taza un par de semanas atrás. Como quien dice: ¡usté lo vio primero! (o más bien, usté vio su forma primigenia).
Porfa, visite ud Mundo Abierto y si puede, dígame qué piensa de este primer artículo.

-una columna de cine que hago ahora mensualmente para la revista Chilango.

-y last but not least la emoción de coche* que me dio cuando supe la noticia: MAÑANA ME VOY A LONDRES.

¡Ah su mecha, mano!

*en Chiapas los cerditos bebés se ponen a correr con sus cuatro patitas cortas alrededor de la granja cuando algo les emociona. Les dicen ‘coches’.

***

Me encantan las oficinas de gobierno. En la entrada deberían tener un anuncio con la leyenda “Frustrándome aprendo”.

No falta el güero mamón que ve a todos por encima del hombro y como no sabe leer, no trae la copia correspondiente. Se enoja (¿por qué la gente rica es tan berrinchuda?), si pudiera pataleaba y se tiraba al piso.

Pobre güero. Llama al ‘gerente’ que se tarda otros 45 minutos en decirle lo mismo: usté no trae la copia correspondiente. Venía en las instrucciones.

Entonces el güero grita: ¡Por eso no progresamos, carajo! Y sale dando portazo.

Traducción (punto de vista del güero): este país no progresa porque ustedes, pinches nacos, no hacen lo que yo quiero cuando yo quiero.

Traducción (punto de vista del gerente): este país no progresa porque cada vez menos güeros saben leer las instrucciones.