Un para qué

El párrafo de un libro:

“A los escritores se les encarga las descripciones de costumbres y la creación de personajes y atmósferas reconocibles e irreconocibles; se les encomienda, en suma, los estímulos que anticipen la fluidez del destino nacional, y si se puede del propósito civilizador. Y los escritores proceden, a sabiendas de que les rodean el atraso, la inhumanidad de los caudillos, la indiferencia de la sociedad”. (Carlos Monsiváis, Aires de familia, Anagrama, 2000.)

Lo hojeo sólo para recordar un poco eso que Monsiváis provoca en mí: una suerte de ruido de fondo sobre el que se patinan muchas otras ideas, pensadas en paralelo a su búsqueda.

No es que no le ponga atención a lo que dice Monsiváis, es que me parece que hablara para mí como un amigo a quien conoces tanto que provee, allí mientras toman el té, un espacio de soledad donde se piensa mejor.  

Pienso en las caras de mis alumnos en la nueva clase que estoy dando. Los veo blanquecinos en su novedad, sin arrugas en las intenciones. Están allí para que yo les diga qué es un guión y cómo se hace. Les digo que yo aprenderé más de ellos que ellos de mí. No me creen, claro. No saben lo que no saben aún.

Y después de leer a Monsiváis me doy cuenta de qué les voy a enseñar: no van a aprender de mí cómo hacer un guión, van a aprender por qué escribir es un oficio muy pinche importante.

Aún recuerdo cuando un niño en la prepa en la que daba clases me dijo con desdén: “el arte no sirve para nada, maestra” (bueno, él me dijo miss). Me hubiera gustado decirle algo tan inteligente como que a los artistas  “se nos encomiendan los estímulos que anticipen la fluidez del destino nacional, y si se puede del propósito civilizador”. Pero ni soy tan inteligente como Monsiváis en sus peores días, ni en ese tiempo estaba yo tan segura de por qué el arte era tan importante para mí. 

Ahora ya lo sé. Por eso creo que en mi curso de guión me dedicaré a decirles que son muy pinches indispensables y espero tener éxito. 

Guilty blog

Hoy le cambié a una estación de radio de canciones viejas y canté con la garganta desgarrada y feliz de puritito placer culpable.

Pensé ‘guey, a ver cómo explicas esta rola  en tu blog’. Luego pensé, ¿y yo por qué madres tengo que andar dando explicaciones de qué canción pop  horrenda me sé de memoria? Estoy segura, vamos, que lo firmo en sangre, que todo el mundo tiene secretos inconfesables (canciones, amores, gustos, pasiones, dolores). (Sí, sí, sus santas mujeres y sus santas madres también).

Si pensara diferente no podría escribir. Eso es lo que pasa con la gente que dice que no puede y me pregunta cómo se escribe ficción. Creen que todo el trabajo lo hace una imaginación como de súper-Julio Verne. Así pasa con las malas novelas, los malos cuentos, las malas películas: trama, trama, trama… ningún secreto. No lo sabemos, pero todos intuimos que un gran personaje se relaciona con nosotros a partir de lo que para él es inconfesable y que para nosotros, desde fuera, es tan obvio.

Al final pensé que, con no sé cuantas (es un secreto) visitas diarias a este blog, debe haber mucha gente –conocidos, desconocidos, odiados, indiferentes– que sienten una curiosidad malsana por visitarlo. Casi que no quieren…dicen, ‘ay otra vez esta mensa clavada en los cómics o que extraña a no sé quién o en cómo siente cuando ve películas, ¡que la maten!’. Y luego, pum, teclean la dirección. Nomás hoy, nomás para ver qué tarugada dijo hoy.

No me explico el número de visitantes de otra forma. Hasta debe haber gente que asegura públicamente pasar de los blogs narcisos y demasiado personales, gente muy seria, muy ocupada, que se escapa aquí porque cree estar leyendo la última fotonovela de autoficción, esa metaself-fiction que ocurre en los blogs, que tanta y tanta gente quiere tomarse por real.

Takes a real blogger to know that not everything true is real.

Bueno, lo que quería decir es que aquellos que tienen al Taza como guilty pleasure: shame on you…pero welcome.

Aquí sus secretos están bien guardados.

Grimoire

La hermosísima palabra grimoire (grimorio en español) designa un libro de magia, el recipiente de los secretos más preciados del hechicero.

Existen, no los invento. Un rápido y somero wikichapuzón puede hablarles de San Cipriano, que era todo un coleccionista de estas ondas egipcias y del enorme Aleister Crowley, escritor británico loquísimo que además fue master ocultista, satanista y hasta yogi del siglo XIX. (Además, creo, tenía un nombre estupendo).

La cosa es que Alan Moore, una especie de Crowley moderno, lleva años de investigación sobre misticismo, buscando desde los orígenes pitagóricos de la Cábala hasta la verdadera historia del Dr. Faustus. El autor de Watchmen está a punto de convertirlo en un comprehensive grimoire, que espera tener listo en dos años. Moore being Moore, quiere que el libro sea, además, divertido:

We want this thing to have a lot of really fun inserts, fun features. Something that would delight a child. We want to make this not only a perfectly lucid and accurate book about magic, but we really want to make it a book about magic that would not disappoint an 8-year-old child if they came across it.

Back when I was a child and I first heard about magic, then I kind of knew instinctively what a book of magic would be. It would be unimaginably wonderful. It would have fantastic things in it. It would be much better than the children’s comics annuals I got at Christmas, and they were pretty wonderful.

El hecho de que Moore vea el paralelismo entre recibir esos comics para navidad y un libro de magia es absolutamente entrañable.

Estoy segura de que si a más gente le enseñaran el placer de leer cómics, este sería un mundo donde la magia iría caminando por las calles como si nada.

La entrevista completa con Moore está acá. Está buenísima, por cierto.

***

rorschach

Claro que vimos Watchmen en Imax (acompañantes de lujo, por cierto) y claro que me divertí y amé el momento y me emborraché un poco a la salud de una película que, sin embargo, sigo pensando que no tenía ningún sentido de ser realizada. Dinero mal gastado, que como dice el propio Moore, serviría más en un rescate a víctimas de algún desastre natural.

Zack Snyder, pobre fan deshuevado, respetó tanto que se diluyó en un megamultimillonario tributo a Moore. Un Moore que no necesita ni quiere ni entiende por qué diablos alguien querría hacerle un tributo así, quitándole la oportunidad a tanta gente de interesarse y leer la novela. Ok, ahora todo el mundo sabe de qué se trata Watchmen, en qué acaba y cómo se ve…¿y? Después de verla nadie va a sentirse ni más subversivo ni más disgustado con nada. Puro empacho palomero y a casa a querer comprar más.

Parece mentira que haciendo un filme político (por que eso es Watchmen, aunque al director se le escape) Snyder no se preguntó por qué madres era relevante hoy. No tiene ni un sólo comentario, ni un solo ensayo sobre lo que pasa ahora…me atrevo a decir que a quienes nacieron después del 90 (quienes ya tienen casi 20 años, god I’m old) van a salir pensando que en los 80 teníamos un gusto malísimo para la ropa y nada más.

Perdió la oportunidad Snyder de enfurecer a los fans (me hubiera encantado salir furiosa del cine), perdió la oportunidad de volverse autor y se quedó en maquilador de páneles directamente sacados de los dibujos de Gibbons. Las mejores líneas de la película por cierto, también son de Moore.

Fue lindo recordar algunas:

Night Owl (tratando de evitar un muerto más): What’s happened to America? What’s happened to the American dream?


The Comedian (después de disparar a un civil): It came true. You’re lookin’ at it!

Y ésta, que hizo particular mella en mi cansada memoria amorosa:

Rorschach: Used to come here often, back when we were partners.

Dan Dreiberg/Night Owl: Oh. Uh, yeah… yeah, those were great times, Rorschach. Great times. Whatever happened to them?


Rorschach: You quit.

***

Eso sí, la veré tres o cuatro veces más: porque para mí es relevante, porque quiero volver a llorar la (spoiler…) muerte de Rorschach, porque no mamen, ¡dónde encontraron ese actor! Es más Rorschach que Rorschach himself, porque The Comedian está increíblemente quesito (se parece a Robert Downey pero en mamado), porque la cogida es hiper ochentera y extrañaba esa estética de 9 1/2 semanas cursi-caliente, porque nomás en la secuencia inicial Snyder, tan estupendamente pop él, hace un video extraordinario á la MTV-1986, porque el cabrón  la hizo para complacernos y, masturbatoriamente, tristemente, lo logró.

Cosas pequeñas, mientras más pequeñas mejor

Deseo hablar de cosas chiquititas que no cambien nada, como Onetti cuando desde su cama decía “pensar en cosas que no importen, cuando ya no importe”.

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Oí por ahí que las obras de arte, como las personas, se conocen mejor cuando las echas a pelear.

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Quiero tejer algunas líneas de sutiles de pensamiento, pienso que harían un suéter estupendo: la película de ayer, un momentito de la película de ayer, con un hilo delgado de otro color, del color de Watchmen.frostnixonmovieimages

Watchmen en realidad no existiría sin Nixon. Entre otras miles de sutilezas, de eso habla Watchmen (la novela, of course).

El mal “necesario”, aquello que no es ilegal si lo hace mr. president o el decadente superhéroe en turno.

Por eso pide Rorschach que lo maten: nomás un loco no entiende que en el narcocapitalismo rampante es indispensable vivir en constante estado de excepción. Nuestro querido Dick –the biggest dick ever– Nixon inmortalizó el cinismo y alguien, Peter Morgan, escritor de Frost/Nixon supo que ahí estaba ese germen de la crisis que ahora nos tiene estornudando.

Nixon es Bush es Ozymandias es Fox.

Vicente Fox, ese que empezó el conteo de “miles de muertos mexicanos presas de la gran epidemia de estupidez”, los 9 mil y los demás que nadie cuenta en estos dos años y cachito de Calderón; que aún no se acercan a los 2 millones de Vientam pero sobrepasan por muchos los 3,500 totales de Irlanda del Norte en 1969 por ejemplo.

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Él lleva unos 10 años diciendo cosas interesantes de Watchmen (tiene una tesis de eso forgodsakes!), en caso de que alguien quiera ir a la peli con un contexto más amplio aún si haber leído la novela.

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Dolió hablar de Watchmen como una película de Zach Snyder en la columna de Chilango de este mes. No me quejo, es increíble ser requerida para hacerlo , pero fue como hablar de un pariente muerto. (Algo así como un pariente que escribió una novela magnífica y del que hay que hablar porque alguien sacó una línea de calzones con su nombre).

(Je…Tener tan poco espacio por ejemplo para la futilidad, no poder celebrar/lamentar la idea de que muchos millones de personas se obligarán a pronunciar “Rorschach” o se inventarán una manera chistosa de hacerlo).

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Salí contenta de Frost/Nixon pues el guionista hizo el trabajo más duro: picó piedra desde su mesita solitaria y dejó, como debe un buen escritor, que todos se lucieran más que él: sus personajes, sus detalles, sus líneas, el director (un Ron Howard a quien, por cierto, no soporto).

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En lugar de decir cosas semi-inteligentes de Watchmen (la muva) como intenté en la columna para  Chilango, sólo quiero decir que me gustaría sentarme junto a Moore el día del estreno a no verla. Esa es una cosa suficientemente pequeña, el acto de sentarse a no hacer algo.

(Aunque sé que pasadas las doce de la noche, al día siguiente no voy a resistir y la voy a ver contra todos mis principios).

***

El trabajo, los reportajes parecen pequeñamente importantes, las lecturas y la FFyL también. Saber que en portugués la palabra ‘apelido’ significa apodo y no ‘apellido’ también pareció pequeñamente grande, importante.

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Esta foto mía (gracias Pedro Miguel) en La Jornada de antier lucía así, peque-importante, blanco y negro, papel periódico, penúltima página. Qué pequegrande verse allí.

Una foto que me recuerda a mí haciéndome chiquita, foto de celular que tomé punto-de-vista-gato, ras del suelo, mirando en contrapicado a la que bailaba en aquella tarima.

El hecho de que haya nuevos lectores aquí por esa foto, qué peque-importante, qué momento.

Still

Hay cosas que tomamos por sentado de la ficción.

En las pelis estamos acostumbrados a ver contraplanos de gente que platica y a interpretar fácilmente lo que no están diciendo, como lo hacemos en la vida real.

Close-up de protagonista 1 que baja un poco la mirada, Big close-up de los labios de protagonista 2, contraplano del primero ladeando la cabeza.

There you go. No hemos dicho nada y allí tenemos ya una escena de tensión sexual. Escena di amor, para los menos avezados. Nomás le añadimos un soundtrack en el que cante Damien Rice y ya estuvo. Hasta poesía y contención, todo en tres planitos babosos.

Y está bien; esas son las ‘palabras’, las unidades lingüísiticas de una cinta. Nomás creo que en el cine, con tanta palomita y sufrimiento por las patadas del de atrás, se nos olvida cuestionar. Analizamos palabras, no frases completas.

Si pensáramos en los significados de las frases, habría menos directores ‘de culto’, elevados hasta allá por nuestra propia güeva semiótica, si se me permite el barbarismo.

Lamento que muchos directores no se detengan un poco a pensar si estos planos…cada plano, se puede usar de una forma distinta. Lamento que no revisen las frases completas, sobre todo.

***

Par exemple, ayer en Rockanrolla, de Guy Ritchie se me ocurrió que este hombre usa el estilo para enmascarar sus fobias. (El estilo es como el sabor a chocolate: te pueden meter una buena dosis de cualquier cosa y ni cuenta te das).

Creo que el pobre Ritchie esconde una  misoginia baratona. Además de un leve miedo al padre y a la patria, que en Londres debe ser casi lo mismo, methinks. Y no, no se le perdona nomás por con quien se casó… cada quién se busca sus propios karmas.

Rockanrolla es una de esas pelis de asaltos y robos chistosones con un reparto testosterónico, en donde la única mujer es hiperflaca, amargada y llena de obsesiones ‘masculinas’. Quiere cojerse al escocés y se lo coje. Quiere dinero y lo tiene porque es muy listilla con los números. Pero se le castiga, el autor la castiga, con una nula capacidad para disfrutar de la vida, como por ejemplo sí se la da al escocés. Es como si Ritchie quisiera decirnos: “estas perras tienen todo, pueden aspirar a lo que era sólo de los hombres, pero miren nomás cómo lo pagan…jaja”. Ash, güeva.

Las otras mujeres que aparecen en la película son dos putas-tabledancers a las que, como si fueran perritos, se les pide que dejen la mesa porque “van a hablar cosas importantes, cosas de mafiosos”. “A ver lindas, ahuequen el ala porque ahora vamos a hablar los mayores”.

Me pregunto cuántas veces veremos una escena igualita, idéntica antes de despertar de nuestra inmunidad y reflexionar en su muy soslayada misoginia.

No es para abrirse las venas tampoco, pero ¿no sería extraordinario que algún día en una peli las putas nomás no se levantaran de la mesa? ¿O que fueran mujeres las que pidieran a sus escorts masculinos que las dejaran solas? Digo, just for a change. Tampoco se trata de intercambiar papeles a lo idiota.

El problema no es tener traumas y fobias, el problema es usar películas de robos chistosones para perpetuarlas sin profundizar en ellas.

Es más, el problema no es ni siquiera ser misógino (después de todo, estoy segura de que despreciar a la mitad de la población mundial debe tener un precio cotidiano muy alto), el problema es que glamorizar perpetúa, de alguna manera.

¿O ya me clavé mucho? je.

Nacer del cine

No es cierto, no odiamos realmente a los gringos. Sin ellos, los cines no venderían palomitas: quizás la gente iría realmente a ver la película.

Los estados de Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México son, según los propios de la región, de las cosas más bonitas que dios dejó caer cuando estaba dormido. (Parece que la imagen Mafaldesca es internacional).  Son precisamente esos Estados los que se intersectan por territorio perteneciente a indios Navajo y Ute, (principalmente). Las famosas reservas.

Las fotos que puede sacar, hasta una camarita taruga como la mía, son espectaculares porque el paisaje no puede dar menos.

Lo terrible ocurre cuando se deja de ver el paisaje. Entonces vemos a la gente.

Es difícil no salir dándose golpes de pecho occidentales/freudianos/católicos/culpígenos: pobres indios, occidentalizados, son los payasitos que cobran por función, pinches gringos ojaldras.

Bueno sí, todo eso es cierto. Pero tiene sus contradicciones y sus asegunes.

Cuando uno llega a la reserva de los Navajos en Utah y se baja del inefable jeep turístico (hay partes a donde no está permitido entrar en vehículo particular), ya lo espera a uno un indio subido en un caballo que se deja tomar fotos.

La foto es así:

Habrá unas trescientas fotografías diarias idénticas a esta, pues todo lo que ven es un simulacro, una representación que los indios tienen bien estudiada de ellos mismos. Por hacer esto cobran propinas “ahí lo que sea su voluntad por darte el placer de ser lo que tú piensas que yo soy“.

(Ya sé, ya sé, tengo que leer a Baudrillard).

Venden artesanías, joyería de una plata que importan de dios sabe dónde, hecha dios sabe por quién, copiada de un catálogo de joyería de fantasía tipo Avon o similar. Es exactamente la misma artesanía que venden aquí en Xochimilco, en Coyoacán o en Rumania. No sé si son los chinos, los gringos, qué diablos, no sé qué es, pero en este mundo ya no hay cabida para la diferencia. Todo tiene un eco desechable, homogéneo, triste.

Por una corta lana, los navajos se dejan sacar fotos y responden tooooda clase de preguntas idiotas de los gringoides retirados, su público ideal. ¿Usted todavía vive así? ¿Tiene agua y luz en su casa? ¿Habla usted Navajo, qué significa Navajo, esas ovejas son suyas, le rezan a las rocas?

Pendejas que pueden parecer las preguntas, es de lo mejor que se puede oír en ese jeep. La mayor parte de los comentarios son de un tipo de gringo tan centrado en sí mismo que no alberga en su cerebrito la más mínima curiosidad: están más preocupados por lo que puede hacerle a su pielecita el sol y el viento y en qué restaurante va a comer después. Llevan gorras, lentes, bloqueador solar y hasta tapa-bocas. Que no los toque nada, nada, nada.

Pasamos junto a un conejo. El jeep se detiene para que lo veamos de cerca. “Miren miren, están en un lugar donde los conejos no son dibujos animados y no hablan con una zanahoria en la mano”, parece decir nuestro guía. Una de las gringas frente a mí jura que es un ‘animatronic’.

Así lo dijo “That’s not real, that’s one of those animatronics”.

Es extraordinario, (triste pero extraordinario) comprobar cómo los gringos están tan embebidos en su simulacro, que no saben reconocer la realidad cuando la ven. Pero quizás ellos no sean los únicos culpables. Quizás es que en esas tierras la imaginación es un tesoro perdido: cuando el guía Navajo nos mostraba las formaciones rocosas a lo lejos, sus referencias eran hasta dolorosas: “Y allá a lo lejos, pueden ver el dedo de E.T. y la cabeza de Ross Perot”:

Los gringos, claro, se cagaban de la risa. Yo me iba poniendo triste triste, pensando que sus referentes están igual de vacíos que los de los gringuetes que van en el jeep, pero luego me puse aún más triste porque sé perfectamente bien quién era el imbécil de Ross Perot y me acuerdo perfecto del dedo de E.T.

Estamos perdidos, todos.

***

Luego me contaron la historia del lugar: dicen que el primer gringo que vino  a vivir aquí fue por allá de la década de los 30 y lo primero que se le ocurrió (of all things possible) fue venderle la idea de una locación al cineasta John Ford.

Dicen que quería “reactivar económicamente” el lugar, un eufemismo de “ya chingamos paleta, de aquí se puede hacer negocio”; así que se le plantó al director en sus oficinas de Hollywood y lo convenció de que Monument Valley, Utah, era el escenario perfecto. Ford ya  había escogido a John Wayne para hacer sus épicas de vaqueros y la onda le encantó. Parece que ya nunca filmó en otro lado.

Es curioso porque entonces los habitantes de Monument Valley se convirtieron en extras (como lo son ahora, qué cabrón, extras de sus propias vidas).

Toooodos los Cheyennes, Chipewas, Shoshones y anexas en las películas, son en realidad Navajos haciéndola de Cheyennes, Chipewas y Shoshones. ¿Lindo, no?

Desde entonces, en este lugar se filman a cada rato toda clase de películas: de aquí son las carreteras polvosas de Thelma & Louise y la llanta ponchada de las National Lampoon Vacation con Chevy Chase; de aquí es un pedazo de Marte de Total Recall y un escenario de Back to the Future III (que me disculparán, tuve a bien saltarme). Hasta el juego de Playstation 3, Motorstorm, está basado en Monument Valley.

Ánnndale, ya caigo.

Entonces, mi idea de vacío frente al referente cinematográfico está al revés: tal parece que este lugar no tendría la vida que tiene de no ser por el cine. Los indios se habrían retirado de un sitio inhóspito sin agua ni posibilidad de prosperar en el sistema capitalista. Los turistas jamás habrían venido y yo no les estaría contando esto.

Como vil pueblo minero, los indios Navajos de Monument Valley encontraron una veta que inauguró un estilo de vida y sigue dándoles de comer: el cine.

No sé si eso está bien o está mal, pero no creo que me toque juzgarlo.

Cositititas

Tengo ganas de poner más links en este blog (no se pierdan lacolumna.wordpress.com, por ejemplo, ni el de Lluvia lipstickymamadas.blogspot.com si quieren saber lo que es estar enamorada como una perra salvaje –no offense, of course–, en un estado de total abandono, que es la única forma de enamorarse y no perder la dignidad).

Tengo ganas de cambiarle la foto de arriba, quizás intentar un nuevo template. Siempre me pasan estas cosas después de que algo o alguien toca una fibra sensible. Quiero estar linda y lista para lo que viene. Me llena de esperanza lo que viene. Cualquier cosa que esto sea.

Esta vez fue lo de la carta. El fantástico desmadre que se armó por ella y que esperemos arme dos o tres fueguitos más.

Luego se extinguirá, como se extingue casi todo. Y ahí es donde, confío, entrará al quite la eterna juventud de esta vieja Ira, esta vieja yo que se rehusa a envejecer como Peter Gabriel y más bien quiere hacerlo como David Bowie: alimentado por esa furia controlada con la que aún disfruto todo y con la que siento que todo me atañe, me concierne, me ocupa.

Tengo ganas de decirles a todos “no estamos desviando la máquina, pero le estamos haciendo unas ronchotas al maquinista”.

Confío en mi. Espero no defraudarme.

***

Ayer le decía a Andrei que no sé si unas cuantas opiniones encontradas y vertidas en blogs son suficientes para que alguien cambie de opinión o por lo menos lo piense. Creo que a este respecto (si ser escritor o ser jardinero, si ser un animal político o no) casi todos ya tomaron una decisión. Unos lo saben, otros no.

Lo que me encanta es saber que hay gente callada, asustadita detrás de sus blogs políticamente correctos pensando “yo pa’ qué me embarro”. Gente cuyo silencio es de lo más elocuente. Están al pendiente del asunto (si no ¿por qué han subido casi al triple la vistas diarias de este blog?) pero se guardan.

Esa es justamente la postura política más interesante. La más despreciable, pero la más interesante desde el punto de vista sociológico. Porque el silencio y la abulia SON POSTURAS POLÍTICAS. ¿A poco creen que con no pensar en eso deja de existir? ¿A poco creían que por no opinar dejan de participar en la vida política? Je je. Ni madres. Ojalá fuera tan fácil.

Así estamos todos (sobre todo la izquierda exquisita, a la que no pertenezco por supuesto, nunca tuve tanta lana) en este país, calladitos detrás de nuestros autitos, nuestros departamentitos, nuestras fiestecitas, nuestras droguitas, nuestras chelitas.

Aquí todo es chiquitito.

Mucho mucho mucho

No sé por qué luego me da la tonta y pienso que no hay nada de qué escribir.

De qué escribir, sobra.

Si uno ha cultivado cierta habilidad, de hecho es imperativo ponerse a escribir.

Olvidémonos de ser famosos, lo que importa es nadie puede ver lo que yo veo como yo lo veo. No solo eso, este fin de semana me di cuenta de que es mi RESPONSABILIDAD escribir. (Y aprender a hacerlo mejor es parte del paquete). Este país no está para desperdiciar la poca educación que logró filtrar en una persona.

***
Carta abierta a quien se ponga el saco, a propósito del encuentro de escritores (de Editorial Almadía) en Oaxaca

Estimados Escritores Publicados:

Además de escribir ficción que tan linda les sale, piensen en la posibilidad de ser un ente político. No hablo aquí de partidismo. Hablo de entender que la relativa notoriedad de que gozan puede ser usada para otra cosa que lucir su incompetencia en las relaciones interpersonales, o sea su (nuestra) nerdez.

La gente espera de ustedes inteligencia (god knows why). Sobre todo cuando participan en una mesa de reflexión. Se vale ser borrachito, coquito o de plano un imbecilazo, pero no se vale perder el tiempo de los demás.

No chinguen.

Quizás piensen que no es su chamba, pero se engañan. El pinche país se está cayendo a pedazos y ustedes usan los foros públicos y las notas en Reforma para hablar de lo mucho que se admiran mutuamente. (Lo mismo va para los periodistas culturales/writers wannabe, que cubren nomás los temas que no confrontan y se la pasan chupando con los escritores en estos encuentros, claro está).

¿Qué mal podría haberle hecho a este país que en este sonado Encuentro alguien hubiera puesto un tema nacional sobre la mesa?

Y me dirán, como algún sabio ex-presidente dijo alguna vez ¿y yo por qué?

En privado y con un par de chelas encima les diría “¡por que hay que tener madre!”, pero como esta es una carta en serio y hay que guardar las formas les doy al menos tres razones:

-la materia antes llamada “Historia” está por desaparecer en el programa de las preparatorias. Así, de golpe y porrazo. Ya no hablamos de arrancar ‘algunas páginas’ de los ya vilipendiados libros de texto, sino de suprimir la materia por completo. Supongo que los nuevos estudiantes sólo necesitan “el presente” para maquilar.

-el petróleo, el gas, la electricidad que nunca fueron nuestras pero que por lo menos tenían una etiquetita con nuestro nombre, ahora nos los van a sacar, como decía mi bienhablada madre, por las nalgas.

-los hijos de puta (ponga usted aquí el nombre de su favorito) siguen cobrando por serlo. Ahí están los gobernadores poblanos, los ministros pederastas de la iglesia, los diputados, el presidente que ya se lleva de a cuartos con el ejército. El conservadurismo está a la alza, los pobres ahora son de derecha. Escritores capaces (Tryno Maldonado) de hacer un escándalo estúpido contra Conaculta por supuesta censura y retractarse con la cola entre las patas un mes después, ahora son antologadores.

¿Les parece de verdad que no hay temas que tratar?

No es cool ni padre ni se ganan premios ni se publican antologías si uno se asume animal político.

Al contrario, uno pierde muchos amigos y quién sabe, quizás después los necesite.

Yo, por lo pronto, me desmarco.

***

Hablaba el sábado con dos escritores publicados que me caen a toda madre, ganadores de sendos premios, Mauricio Alvarado y Ernesto Murguía, sobre la necesidad de armarla de pedo. (excusarán mi francés, s’il vous plaît, hoy ando muy peladita).

Bastante menos “pertardistas” que yo, ellos decían que primero hay que tener una obra que te avale para hacerla de pedo. No estoy de acuerdo, pero bueno. Ellos tampoco están de acuerdo conmigo en que si te invitan buenamente a uno de estos encuentros hay que hacerse enemigos gratis llamándoles pendejos a tus compañeros de banca.

Ok ok.

Después de mucha discusión, ambas partes llegamos a un productivo acuerdo: ok, armarla de pedo puede sacar un par de ronchas y las ronchas son importantes, pero TAMBIÉN hay que usar el poco o mucho don que uno tiene para documentar cosas que se han perdido en la memoria.

Es decir, está bien ladrar, pero también hay que morder.

Murguía y yo decidimos hacer un trato: tenemos tres meses para documentar un tema nacional, escribirlo y publicarlo donde podamos. (Este blog, por supuesto, tendrá primicia).