Art Basel Miami (celular invitado)

Esa cámara mía que también recibe llamadas está herida de muerte. Algo terrible le pasó. Tiene cancer o algo así y quizás mañana me den la noticia de que es terminal o que aún podemos operarlo. Espero que la señorita de Atención a Clientes Telcel tenga la misma cara de consternación que yo cuando se lo entregue en las manos para  que lo examine.

Otrora grabadora de entrevistas, cámara, pseudo-iPod, agenda y despertador, ahora ya nada más recibe llamadas. ¿Pues qué es eso? Mi celular solía tener personalidad propia y una reputación que cuidar, carajo.

Ahora en Miami nomás lo oía quejarse desde su cama en la parte delantera de mi backpack. Quería ver ese Picasso de 6 millones de dólares y grabar al diseñador de interiores Philippe Starck. Estás enfermo y te callas, le dije. Le vamos a dar chance al ‘celular invitado’ de mi amiga Paty.

El Nokia de Paty se rifó… aunque siendo sincera, mientras sacaba estas fotos tuve la sensación de estar cogiendo con otro celular, sin amor, –productivo pero no tan sabroso–.

Aquí algunas fotos cortesía del Nokiesito ese:

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Esta es una obra que disfruté mucho, pero creo que necesita una breve explicación:

La pieza no estaba dentro del centro de convenciones, donde se lleva a cabo la feria de arte más grande de todo el continente americano (¿ya dije que estuve ausente porque me asignaron un reportaje sobre esta feria ? Ok, perdón, estuve ausente por eso, pues).

A los hartistas nóveles y galerías super super ultra hi-fi propuestosas las mandaron a la playa; les prestaron un contenedor de esos que cargan los buques comerciales y les dijeron “ahí metan sus cositas”. Como en todo el arte propuestoso había cosas buenas y malérrimas (NO siento decir que la única galería mexicana allí, Proyectos Monclova, era la peorcita…una pieza medio boba que mostraba una serie de marcos de madera vacíos, aguardando, asegún, los lienzos que el artista había embotellado y tirado al mar. Un jueguito de tiempo que sinceramente me pareció muy mamón).

En fin.

Me gustó mucho la que se ve en la foto de arriba porque el artista decidió ‘pelar’ el contenedor y meter a la realidad dentro de su pieza. Su pieza es el cielo de Miami, el hotel W que está atrás y todos los espectadores que entren por ella. La pieza también es la perspectiva, las líneas continuas, quizás una manera mucho más efectiva y menos cursi de atrapar el tiempo. La adoré, pues.

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Esta es de un escocés. La verdad no sé por qué me gustó, pero me conmovió mucho que las lamparitas, idénticas a una que tengo en mi cuarto, se estuvieran mirando y se prendieran y apagaran una tras otra, la luz dando vueltas al centro, y ellas ni enteradas de que no nacieron para serie de arbolito navideño.

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Aquí un estupendo espacio junto a los contenedores especialmente preparado para el arte sonoro. Esos montecitos blancos no son más que tapetes de ‘foam’ (ucha, no sé cómo se llama ese material, pero se usa en construcción y se parece mucho al hule espuma pero más chafita). Allí te sentabas a comer una hamburguesa o a beber una chela y oías los experimentos sonoros de un dj/artista invitado en una caseta elevada al centro del lugar. Uf.

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La caseta que les digo.

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De regreso al Centro de Convenciones, Miami Beach me sorprendió con unos bellísimos cafés y hoteles art deco y un estilo de vida sacado de los cincuenta.

Hay pasado ahí en Miami, aunque uno sólo pretenda ir de shopping.

Quizás suba alguna otra foto de las obras dentro de la feria. Por lo pronto sólo quiero compartirles esta chulada que todavía me quita el aliento:

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Fue mi pieza favorita. Un cuadrito como de 30 x 15 cm. No sé qué me dan las cosas de Mathias Goeritz que me hacen querer robármelas y salir corriendo.

Regresar

Hace tiempo que no me iba.

A veces pienso que cuando me voy algo se me queda allá y regresar me cuesta al menos una mañana entera y dos buenas noches de sueños pachecos.

Sueño que estoy allá en blanco y negro y me urge estar aquí, pero a colores. Sueño que vivo en un programa de televisión, a veces es un documental, otras un programa de concursos. El programa está en inglés y yo me enojo porque creo que secretamente todos hablan español, pero no pueden revelarlo ante las cámaras.

Me intriga saber si este viaje hubiera sido el mismo si no estuviera tejido con Hola América, una novela de J.G. Ballard que leí en el avión; o si los Flaming Lips no hubieran sentado un precedente anímico para hacerme dulce y doloroso el ocre de los bosques o el rojo de las grandes rocas a la orilla de la carretera.

Hola América me hizo tener pesadillas en tres hoteles del estado de Utah: pesadillas de sus primeras páginas, que me situaban en Manhattan proyectada hacia el futuro, donde la herrumbe carcome los grandes rascacielos después de una crisis energética. La primera imagen de Ballard, –calles desiertas de vida pero saturadas de oro puro brillando de forma imposible– me hacía cerrar los ojos de manera artificial.

Así cerré los ojos un día:

(Ah, por cierto, esa soy yo).

Fue un intenso viaje hacia adentro, hacia un lugar de mí que se contentó con decir ‘qué bonito’, sin buscarle más. Mi acompañante se llevó el récord del fotógrafo más silencioso del universo, así que aproveché y usé el tiempo de carretera (recorrimos de norte a sur, casi todo el estado de Utah y parte del de Colorado) para bloguear mentalmente. Lo raro es que nunca llegaba a la computadora para hacerlo en realidad.

(Me pregunto si mi manera de ver las cosas no se echó a perder para siempre desde que pienso en ‘blog’. Aunque no lo escriba, lo pienso así, como posteando).

Ayer estuve aquí, por ejemplo:

No se ve, pero en estos lugares el protagonista no es el magnífico sol, ni las nubes. Ni siquiera las formaciones rocosas. Es el viento. El viento hace su propia música, esculpe sus propias montañas, te empuja el coche si se le da la gana y, como buen abuelo jodón, juega con tu pelo hasta que te volteas y le dices “bueno ¡yaaaa!”. Pero acaba ríendose de ti y te vuelve a despeinar. Cuando por fin se va, lo extrañas un montón.

Con “Suddenly everything has changed” de fondo y estos arcos de piedra fue encabronadamente difícil no sentirse insignificante (y agradecida de serlo, por cierto):

Antes de llegar acá, estuvimos en un bosque de árboles Aspen que degradaban sus colores, preparándose para el invierno. Subiré fotos en el siguiente post, ya más preparada para decir cosas.

Ahora mismo el silencio está haciendo de las suyas dentro de mí.

Eso de regresar es un verdadero arte.

Celebrating (pochito post) *tres toros tres*

A veces me gusta ser yo. Me gustan mis cuates. I like them, pues, de que me caen bien, no de que me gustan-me-excitan, aunque igual uno que otro quien sabe… Una se reconoce cuerpo, cómo madres no.

(No me gustan todos todo el tiempo, vamos. También conozco gente a la que adoro pero que tiene una postura -política- ante la vida que me parece irreflexiva y simplona…¿No les caga darse cuenta que tienen un amigo tan conservador que ni siquiera se percata de ello? ¿Qué pedo con la conversión a buenas conciencias que nos ha dado últimamente? ¿A qué horas los 30 y something nos pegaron de a gacho? Y lo digo por tres amigos, no sólo por el que están pensando.)

***

1.

Decía que mis amigos me caen re bien porque hacen cosas super ultra hi fi plus con tres monedas y una cuerda.

Por ejemplo este, que de unas pinchis fotitos que yo postié en la semana (que realmente ni estaban tan chics) él encontró algo bellísimo:

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Se llama Ernesto y ya tiene una recámara con dos cajones para calcetines y calzones en mi blog/corazón. Tienen que seguir su bló, porque trae varias de estas joyitas gráficas, aunque inspiradas en otras imágenes. Dice que las ‘roba’, pero creo que las re-crea.

Ay si, tú. Muy pinchi semiótica.  

(Bueno, me tiene conmovida, qué quieren.)

***

2.

Otro de mis cuates se llama Benjamín Torres Towers y con él tengo historias viejas y privadas. TOP SECRET.

Otro día las cuento, hoy no puedo porque me encuentro ‘trabajando’ en una sala de prensa en Madrid, España (cubriendo la feria de arte ARCO ¿no les dije?). No me da tiempo.

La neta iba a decir ‘la madre patria’ pero me re-caga la gente que usa este término para referirse a España. ¿Madre de quién? ¡No mamen!

La onda es que jooooo, como dicen estos vatos, el Benja la hizo bien y es uno de los pocos artistas mexicanos que este año se pudieron colar en ARCO.

Es la neta el pinche chaparro. Buen artista, pero además re listillo para eso de la conceptualización de sus obras.

Total, que cuando yo anduve con Benjamín (no que no les contabas güey) hace 10 años, el chaparrillo apenas empezaba. Era un artista ‘en ciernes’. Es decir, tenía grandes problemas de credibilidad, sobre todo donde el artista suele tener grandes problemas de credibilidad: en su propia casa.

A su papá, por ejemplo, le parecía que estaba usando su cuarto para producir, y cito chale, cómo me caga la gente que dice “y cito”: “basura incomprensible”. Un día le dijo que nunca iba a poder vivir de eso y que lo que hacía ni siquiera podía considerarse arte. “¿Por qué no pintas un cuadro, como la gente normal?”, le espetó.

Total (ahora si, total) que yo aguantaba vara con mi chaparrito, no porque yo fuera la gran visionaria y supiera nada de arte, sino porque pensaba que esa basura incomprensible era lo único que lo hacía realmente feliz. Me acuerdo que le dije: “Tú síguele, chingá. Igual somos teachers pobres el resto de nuestras vidas, pero ¿estás dispuesto a no volver a pensar en arte, estás dispuesto a convertirte en espectador?” Nel.

Yo tampoco, le dije.

Me caga ser extra de mi propia vida.

Así que aquí estamos (10 años después de que Benjamín se negó a pintar un óleo o una acuarela, ‘como la  gente decente’ ) juntos en Madrid por azares del pinchurriento destino que a veces se porta lindo conmigo.

Juntos haciendo lo que teníamos que hacer: mandar al diablo a quienes les pareciera incomprensible.

Acá algunas fotos de su obra (que luego comentaré con más calmilla):

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***

3. 

Yet another one I like very much-a es el Témoris. Es un periodista fantástico, de esos que todavía creen en el oficio (no como yo, que me caga el periodismo m’anque viva de’l).

Este travelling journalist llegó hace unos meses de un viaje de dos largos años por el continente más pobre del mundo (me cagan los eufemismos).

En una de esas ni la cuenta: casi se nos muere de una infección de hígado en Tanzania. In the middle of fucking nowhere, pa que nos hacemos mensos. 

Algo tiene que hacer todavía acá, porque después de estar internado unas semanas en el middle of lo que les digo, regresó.

Ahora tiene un blog personal, con mucho texto y muchas fotos de sus viajes. Se llama temorisblog en wordpress, ahí ta.

Pardo Van Dyke

(Sin acentos y/o tildes hasta que le encuentre el idioma a esta laptop)

Puedo dividir al mundo entre quienes veiamos horas el programa de Bob Ross y quienes se doblegaban en un segundo ante el control remoto argumentando bestial e insoportable ridiculez.

(Ni quien los culpe).

La cosa es que yo pertenezco al primer (me gusta pensar ‘selecto’) grupo que lo disfrutaba en silencio. Lo veia con mi mama y mi hermana. Nos encantaba reirnos del shhhiiiinnnoo pintor, sobre todo de su majestuosa transmision con doblaje diferido.

En fin. La melancolica reflexion viene al caso porque Paris, (si, si, la famosa ciudad luz), es color Pardo Van Dyke.

De hecho, la ciudad esta toda incluida en la paleta de Bob Ross.

Los dedos de la mujeres fumando en el frio son blanco titanio: largos, marmoreos, solidos. Blanco titanio.

El Rio Sena es verde bandera, pero al final esta mezclado con Pardo Van Dyke, como lo estan el azul del cielo, el gris de los adoquines, el negro de las patrullas (de las que por cierto, siempre pienso que va a salir el Inspector).

Paris = Pardo Van Dyke.

La gente tambien es parda Van Dyke. Es el primer lugar del mundo donde entro a una libreria, tiro una pila de libros de metro y medio (je) y nadie se inmuta (ni me ayuda a recogerlos por cierto).

Va a sonar triste, pero Paris es de otro siglo. Un siglo bastante menos interesante que este. Son pardos y no hay para donde hacerse.