Acabo de descubrir un grupo ochentero mexicano llamado Casino Shangai.
La hipsterada (que en aquellos tiempos se les conocía como fresas o si se quería joder de verdad, fresitas) sabrá a quiénes me refiero pues después de una leve googleada pude ver, casi con espanto, que hace menos de un año se armaron un revival en uno de esos lugares para conciertos donde caben tres gatos, todos con lentes de pasta, barba y sombrerito.
En fin, yo los acabo de oír por primera vez y llenaron mi alma de curiosidad.
Aquí una muestrita:
Además de dejarme atónita su voz, sus letras y esos sintetizadores tan lejos de la Negra Tomasa, lo que me hizo muy feliz fue darme cuenta de que yo NO era cool. Seguía a todos, era toda mensa, quería con el más guapo, me caía mal la bonita, oía lo que me vendían.
De ninguna forma hubiera podido ser fan de este grupo de culto. Nunca me enteraba de nada.
¿Por qué me hace feliz?
Quizás porque ahora puedo verlo y perdonar a la babosa que quería agradar. De alguna forma todavía quiero hacerlo y sigo sin lograrlo. Tenía un mundo secreto aparte de Flans y los Caifanes, pero sólo llegaba a Styx y Rush. A Casino Shangai ni siquiera lo registré. Es como si me hubiera encontrado una piedra de esa época sin levantar y me llena de emoción hacerlo ahora.
Me alegra haber dejado lugar para el postre.