Cierre usté sus ventanas, bájele a la radio y saque al marido(a) del cuarto. Un momento de soledad hace este video más disfrutable.
Una cámara borracha capta a dos latinoamericanos en la India mientras tienen una regresión a sus años de primaria. Lo casual del evento, el desparpajo, la falta de intención en el camarógrafo, todo confabula para hacernos sentir que miramos algo privado, levemente bochornoso y es mucho mejor cuando se trata de dos escritores cuya diplomacia y corrección (más de ya sabemos quién que del otro) cruzaron todos sus actos en vida.
Brincan, saltan, se divierten, se acomodan el cabello, están pintados de rojo, se ríen sin el menor asomo de pudor. Se trata del buen Julio Cortázar y el buen je je Octavio Paz.
No se me habría ocurrido ponerles ‘el buen’ antes, pero no hay nada que me haga tenerle más confianza a alguien que verlo divertirse como un niño.
Si usté es de los que a)le prenden velitas a don Julio y se saben su ‘beso’ de memoria b) consideran que Paz encarnaba el mismísimo demonio del salinismo antes que el propio Salinas o c)alguna de las opciones extrañamente invertidas, no importa. Véalos, enternézcase, piense en los hombres, (no en los escritores) y dígame si saltar no es uno de los actos más liberadores que haya ideado el cuerpo humano.
Después de ver este video sólo pude pensar:
“La función más encomiable del arte es proveer consuelo”.
Seguro alguien más inteligente que yo ya lo había dicho. Si alguien tiene el dato de un teórico del consuelo, ahí me dice. (NO es ironía, nomás ignorancia).
Acá se puede leer al listo pero harto mamila del Guillermo Sheridan en su Minutario sobre el video.