Salta salta salta

Cierre usté sus ventanas, bájele a la radio y saque al marido(a) del cuarto. Un momento de soledad hace este video más disfrutable.

Una cámara borracha capta a dos latinoamericanos en la India mientras tienen una regresión a sus años de primaria. Lo casual del evento, el desparpajo, la falta de intención en el camarógrafo, todo confabula para hacernos sentir que miramos algo privado, levemente bochornoso y es mucho mejor cuando se trata de dos escritores cuya diplomacia y corrección (más de ya sabemos quién que del otro) cruzaron todos sus actos en vida.

Brincan, saltan, se divierten, se acomodan el cabello, están pintados de rojo, se ríen sin el menor asomo de pudor. Se trata del buen Julio Cortázar y el buen je je Octavio Paz.

No se me habría ocurrido ponerles ‘el buen’ antes, pero no hay nada que me haga tenerle más confianza a alguien que verlo divertirse como un niño.

Si usté es de los que a)le prenden velitas a don Julio y se saben su ‘beso’ de memoria b) consideran que Paz encarnaba el mismísimo demonio del salinismo antes que el propio Salinas o c)alguna de las opciones extrañamente invertidas, no importa. Véalos, enternézcase, piense en los hombres, (no en los escritores) y dígame si saltar no es uno de los actos más liberadores que haya ideado el cuerpo humano.

Después de ver este video sólo pude pensar:

“La función más encomiable del arte es proveer consuelo”.

Seguro alguien más inteligente que yo ya lo había dicho. Si alguien tiene el dato de un teórico del consuelo, ahí me dice. (NO es ironía, nomás ignorancia).

Acá se puede leer al listo pero harto mamila del Guillermo Sheridan en su Minutario sobre el video.

Los inteligentes

Ayer entrevisté a una diseñadora de modas güera, flaca, de ojos azul cielo y cabello estilizado. Rica de abolengo, apellido francés.

Es dueña de una boutique exclusiva en Polanco.

¿Ya lo pensaron bien? ¿Se imaginan un pequeño monstruo idiota?

Pues tómela por predispuestos.

La mujer habló 30 minutos con un español perfecto, sutil, aterciopelado.

Me dijo que estudió filosofía y yo descreída la cuestioné.

Trató de explicarme. Surfeaba en la teoría hegeliana como suavidad; miró al piso cuando me contó que saliendo de la universidad entendió el mundo de otra forma. No le quedó más remedio que hacerse amante de Heidegger.

Le daba pena, se ve que lo amó al Hegel.

Hoy, embarazada rica y famosa, protagonista del Fashion Week mexicano, dice que Wittgenstein es la onda. Me dijo por qué, pero la neta tengo que leer algo para entenderle.

Chanchos.

Ándele pa’ que no esté de prejuiciosa, me dijo la vida.