Gracias a los Estón Roces por existir. Valen mil, aunque ya no existan del todo.
Este es el único grupo que tiene la capacidad de hacerme recordar cómo se sentía odiar a todo el mundo y ser completamente feliz en el proceso.
Your knuckles whiten on the wheel
The last thing that your hands will feel
Your final flight cant be delayedNo earth, just sky its so surreal
Your pink fat lips let go a scream
You fry and melt I love the scene
“Tus labios rosados y gordos dejan escapar un grito. Te fríes y te derrites. Adoro la escena”. ¡Eso, chingado! ¿Quién dijo que éramos capaces de misericordia?
Ian Brown, a quien le deseo muchas noches de pasión hasta el fin de sus años en esta tierra, le cantó cientos de veces a mi adolescencia; a la incomodidad de no saber quién es uno durante tanto tiempo.
Have you seen her have you heard
The way she plays there are no words
To describe the way I feel
Quiera la vida que yo nunca deje de necesitar una ración de Where angels play en estos amaneceres de corazoncito roto.
***
(Dejé de odiar… casi. La deshonrosa excepción se la lleva Amélie Poulain, sobre todo la rolita en la que ya seguro están pensando, y eso nada más por que me repatea su rotísima idea de la femenidad facilona, tropi-mágica, genuflexa, chambona…Uf. Ya no sigo diciendo porque la última vez que escribí un hate-post sobre Amélie, mi número de enemigos creció. ¡Ajúa!
Por cierto, Alberto Chimal, que si no saben quién es shame on you, me instó a hablar de esa película pero no le contesté porque hace mucho que no la veo, nomás me caga, pues; y a él, como a algunos otros honorables, hay que contestarles con algo inteligente o de plano, hacerles la grosería menor y no contestarles nada. )