De los años

Yesterday I got so old
I felt like I could die
Yesterday I got so old
it made me want to cry…

Cosas que avisan el pasar de los años:

-Ya cuentas tu vida en décadas.
-Has matado (por accidente o necesidad) a más de un mamífero.
-Ya no estás tan seguro de cuántas veces te has enamorado.
-Te emocionas cuando visitas la tienda de videos Videodrome en la Condesa, pero quisieras que te hubiera tocado más chavo.
-Las estrellas de rock y los actores que te gustan ya nacieron en la década de los 80.
-Vas a la mitad de un libro y de repente te acuerdas que ya lo habías leído.

Reflexiones sobre género negro

Esto salió en el suplemento El Ángel de Reforma, el domingo 26 de junio 2005. (Texto íntegro)
Escalera al Cielo
Por Sergio González Rodríguez
En la literatura mexicana del siglo 20 la narrativa policiaca, negra o de misterio ha sido un género menor. Para explicar esto, se ha apuntado la dificultad que existe para su florecimiento debido a la imposibilidad de la justicia y sus instituciones, siempre corrompibles, siempre sujetas al poder económico y político. Así, las pesquisas en pos de los culpables de crímenes “perfectos” adquieren un estatuto irreal donde campea la impunidad.
En un escenario semejante, no habría lugar para la inteligencia que trabaja a favor de la ley y en contra de los transgresores. Tampoco para la transferencia del estudio del mal individual hacia el mal social o la exposición de los contrastes de la vida urbana con sus reflexiones mixtas de verosimilitud y metafísica. Aquella “jungla de asfalto” que reflejaría la tragicomedia humana.
El auge y familiaridad colectiva con la violencia a partir de mediados de los años 90 del siglo 20 en México, ha consumado un cambio distintivo en aquella tradición. La narrativa policiaca, negra o de misterio ha encontrado a su vez si no un esplendor, al menos una producción muy interesante de autores y obras, muchos de ellos con relatos inspirados o situados en el norte del País o en sus fronteras, allí donde el pacto de Estado-Nación está en crisis por el poder corruptor del crimen organizado, sobre todo, el narcotráfico.
Habría que añadir que si aquel género fue minoritario esto aconteció por la falta de pericia de muchos escritores para encontrar, más allá de la parodia simple o los juegos imitativos carentes de profundidad, un sentido del espacio y un lenguaje para expresarse, cualidades que Fredric Jameson ha destacado, por ejemplo, en el caso canónico del estadounidense Raymond Chandler (cf. “The Synoptic Chandler”, en Joan Copjec, Shades of Noir, New Tork, Verso, 1996).Para decirlo de otro modo, una entereza individual que se piensa a sí misma con la suficiente complejidad y viveza que es capaz de distinguirse de las inercias gregarias respecto del sentido común.
La pugna entre la voluntad individualizante y las instituciones: el héroe citadino en la aventura de sobrevivir. El paso del hombre de la multitud al detective de sí mismo y de los demás que cada ciudadano llevaría consigo en la esfera de lo moderno.
En la literatura mexicana las excepciones correspondientes serían los thrillers revolucionarios de Martín Luis Guzmán, el empeño excepcional de Rodolfo Usigli con Ensayo de un crimen, o ya en el plano de la parodia de lo policiaco, negro o misterioso que marcará la línea a seguir bajo tal narrativa desde los años 40 hasta el término del siglo 20, Antonio Helú y La obligación de asesinar, que tuvo una continuación que auguraba la madurez del género en México a través de Rafael Bernal, Jorge Ibargüengoitia, Vicente Leñero, Carlos Fuentes y Paco Ignacio Taibo II.
En los últimos años, escritores como Elmer Mendoza, Guillermo Arriaga, Eduardo Antonio Parra, Juan José Rodríguez, Julián Herbert, entre otros, han transformado el antiguo esquema en nuevas posibilidades que cada vez logran mayor capacidad ante el desafío del propio género, que ya señalaba en su momento Xavier Villaurrutia: el interés del lector en torno de un enigma, el saber convertir tal curiosidad en una toxicomanía, en explotar la intriga hasta que en el momento preciso se dé la revelación catártica.
Con el fin de estimular la escritura y la recepción de la narrativa de suspenso, la Editorial Planeta y su sello Joaquín Mortiz convocó su Premio de Novela Una Vuelta de Tuerca 2005, en el que resultó ganador el joven escritor Bernardo Fernández con Tiempo de alacranes, un relato que se ubica entre Nuevo León y Coahuila hacia la frontera con Estados Unidos. En realidad, se trata de una novela que es al mismo tiempo una road movie plena de ingredientes generacionales que incluyen los cómics, las películas hiperviolentas, la música de rock y el lenguaje vernacular. Tiempo de alacranes entrecruza dos relatos: el primero corresponde al punto del vista del antihéroe de la novela, un asesino a sueldo; el segundo implica a un trío de jóvenes nómadas en busca de su propio destino, uno de ellos prófugo de la violencia en Europa del Este.
Al encontrarse como fragmentos en el mismo imán clandestino, la novela tiene su motivo central, con el telón de fondo del poder delincuencial, la corrupción judicial y policiaca, la existencia de un mundo dividido entre quienes saben vivir de las transgresiones y quienes asumen una normalidad que tiende a marginarlos de toda aventura. El dominio del espacio por la propia itinerancia le da un rumbo especial a Tiempo de alacranes, y reinventa una geografía imaginaria que cumple un papel idóneo como plataforma hacia el suspenso primordial.
La novela, que fue elegida por unanimidad en un jurado compuesto por Federico Campbell, Ignacio Padilla y Eduardo Antonio Parra, trae consigo también un sentido del humor que se beneficia de las ventajas de la metaparodia, ejemplarizada sobre todo por el cine de Quentin Tarantino o Robert Rodríguez. Una crítica brillante de lo alrevesado de nuestra farsa colectiva.
***
Saludos, mi queridísimo Bef.

Las pelis

Hacer cine es mi gran suspiro, pero por lo pronto me contento con ser un buen par de ojos críticos.
Encuentro la lectura de las grandes superproducciones mucho más complicada que la revisión de aquellas películas etiquetadas para su consumo en breves círculos intelectualizados, de las que ya se sabe qué esperar. Metáforas de la corrosión en el alma humana, ensayos sobre el tiempo, sobredosis de aburrimiento y cotidianeidad. The usual. “Oooo, allí está la verdad, y lo demás son boludeces” (Es natural recurrir al dialecto “fresco” de los personajes extranjeros, suena fácil hacerlo cuando vas de regreso al auto y quieres lanzar un comentario acertado).
En cambio, “Batman begins” y “Madagascar”, esas si que me cuesta pensarlas de forma crítica. Supongo que declino la idea desde antes de asistir a la sala: mi expectativa es proporcional al despliegue publicitario, suelo apagar el lóbulo frontal cuando las luces hacen lo propio.
Lo curioso es que de entrar en la convención, el individuo — es decir yo mera– cae en un estado de complacencia pegosteosa y cursi, que hasta pena me da narrar.
Si te ríes del emperador nativo en Madagascar, te estás riendo de todo el tercer mundo. De los irakíes, los peruanos, los neozelandeses, todos. Incluso eres parte de los imbéciles que piensan que “la fiesta” es gay y que todo lo homosexual se reduce al baile y a la excentricidad.
Luego están los animales que prefieren estar encerrados en sus jaulas neoyorkinas de dos por dos, que prefieren la comida fácil y la seguridad a la vida allá afuera. El miedo gringo, chingá, debían patentarlo y venderlo en cajitas. ¡Qué miedo les da la vida! No vaya a ser que los pique un mosquito, les dé diarrea, los atrape una sensación nueva sin que puedan llamar a su siquiatra.
Y parece que me escuchan, que es lo pior. YA lo venden en cajitas. “Compre usté el dvd de Madagascar, enséñele lo que es el miedo a sus hijos, pa que luego aspiren a vivir en la gran manzana en un depto de tres centímetros y mil quinientos dólares al mes, como nosotros.”
Pero uno, con el lóbulo frontal apagado, se ríe. Los pinchis pingüinos son la mar de chistosos y las referencias a “El Planeta de los Simios” y los documentales del Discovery Channel, ampliamente disfrutables.
Quisiera reírme sin culpa, carajo. (Sobre este punto, ya habló de manera más incisiva el buen Ernesto).
Y justo la semana anterior, mi corazón de nerd no paraba de lamentarse .
Batman no vuela, chingá. Sí, guau qué bien los actores, guau éste Batman es un cuero, guau, a Gary Oldman ni se lo reconoce de lo bien que actúa, pero ¿cuál es la necesidad de regodearse en los pezones erectos de la novia de Tom Cruise o en la mega espalda del antes Psicópata Americano? ¿Así de fácil se va leyenda del Caballero Oscuro a segundo plano?
¿Por qué me tiene que dar lecciones de justicia un gringo millonario que no suelta ni una lagrimita cuando se incendia su mansión?
¿Por qué el público disfruta más (al menos en el cine, se ríen más) la venganza del empresario Bruce Wayne, capaz de formar empresas fantasma para comprar 10 mil orejas, que del vigilante partiéndose el hocico con una bola de loquitos en Ciudad Gótica?

Ah, las pelis.

Editar

Los buenos editores son difíciles de encontrar. Ocurre como cuando se va a romper la distancia entre una cara y otra para besar.
Entre un escritor y un editor hace falta química y mucha paciencia.
Arreglar el texto de otro no es enmendarle la plana, sino cooperar, dirigir, sugerir, limar, dejar suavecita la madera, hacer dobladillos, quitar pelusas, una planchadita, una despuntada.
A falta de un buen editor, el texto pujante deja de respirar y se publica amoratado, se le sentencia a una purga corrosiva, detrás de las barras de la pulcritud por sistema.
Editar es un trabajo delicado que requiere perspicacia y respeto. Como los besos, justamente.

Los Killers

De plano no puedo superar esta canción. La pongo una y otra vez. Hay algo en la letra que me parece sexy pero también doloroso. Se puede leer como la historia de un “threesome” si se incluye al narrador o de una traición amorosa si lo ve desde afuera. Es un celoso o un idiota que se lo buscó, o las dos cosas.
Siempre digo que no soy celosa, pero algo me dice que los crímenes pasionales son los únicos comprensibles.
Es viernes, “hoy salgo de mi jaula”. Voy a reunirme con amigos y espero mantener, al menos después de la primera chela, esta sensación animal de rabia, de no ser dueña de mi misma, de total libertad que produce la pena di amor.
Como dice un amigo cuando ve a una chava buenísima por la calle “Que me acuerde, por favor dios, permite que me acuerde”.

Mr. Brightside
por The Killers

I’m coming out of my cage
And I’ve been doing just fine
Gotta gotta gotta be down
Because I want it all
It started out with a kiss
How did it end up like this?
It was only a kiss, it was only a kiss
Now I’m falling asleep
And she’s calling a cab
While he’s having a smoke
And she’s taking a drag
Now they’re going to bed
And my stomach is sick
And it’s all in my head
But she’s touching his chest
Now,
he takes off her dress
Now,
let me go
I just can’t look its killing me

And taking control

Jealousy, turning saints into the sea
Swimming through sick lullabies
Choking on your alibis
But it’s just the price I pay
Destiny is calling me
Open up my eager eyes
‘Cause I’m Mr Brightside

I never…I never…I never…

Es carísimo

Hace un año que quiero comprar un libro de Paul Ricoeur. Sé de oídas que era un tipazo, que murió hace poco y que leerlo (y entenderlo) es todo un logro. En la Fac. de Filosofía, lo menos lo menos me lo dan en 300.
Parece que Néstor García Canclini se enteró de que le traigo ganas y publicó esto en El Ángel, (mismo que leo en su formato electrónico gracias a una cuenta prestada, por la que no pago un centavo, sí señor):

Paul Ricoeur: Representa al pensador postotalitario

“Seguirán vivas mucho tiempo las páginas en que supo valorar conjuntamente las críticas de los “maestros de la sospecha”, Marx, Nietzsche y Freud, para demostrar que el sujeto y la conciencia no existen a priori; son tareas, trabajos, procesos de construcción practicados en condiciones sociales estructuradas.

Heredero de la tradición husserliana, habiendo profundizado esa reflexión fenomenológica sobre el lenguaje como hecho expresivo, aceptó el desafío de trasladar la significación a un área en la que no se permite explicarla con la intencionalidad de un sujeto a priori, donde el lenguaje es visto como una entidad autónoma de dependencias internas.

En una audaz combinación de la lingüística chomskiana y de la filosofía anglosajona del lenguaje, Ricoeur revalidó el aspecto creador de los sujetos hablantes.Al entender el lenguaje como producción más que como producto, operación estructurante en vez de inventario estructurado, sobre todo en el nivel semántico, demostró que el habla funciona como intercambiador entre el sistema y el acto, la estructura y el acontecimiento.

La frase, por ejemplo, es un acontecimiento, con una actualidad transitoria, evanescente, pero el habla sobrevive a la frase: como entidad desplazable, se mantiene disponible para nuevos usos y, al retornar al sistema, le da una historia. Un fenómeno semejante ocurre con la polisemia, incomprensible si no introducimos esta dialéctica del signo y de su uso, si no tomamos en cuenta la historia del uso, el carácter acumulativo que adquiere la palabra al enriquecerse con nuevas dimensiones de sentido; este proceso acumulativo, metafórico, se proyecta sobre el sistema transformándolo.”

Néstor García Canclini /Suplemento El Ángel, Periódico Reforma, 19 junio 2005.

Lectura

La cadenita literaria:

A mí no me disgusta para nada contestar chismógrafos, siento que nos conocemos más, aunque también me parece una ventana magnífica para hacerte el interesante. Salvo inconscientes excepciones, yo, igual que todo mundo, me dejo llevar por lo que “se respira” en el aire, que es un eufemismo de para nombrar lo hip, lo de moda, the place to be, the thing to read, etc., o de plano lo que me dejan en la escuela. Me cae re bien cómo hay gente que de veras “descubre” tendencias y lo hace, lo escucha y lo lee antes que todos. Mi profundo respeto a quienes no cacarean el huevo a la primera.

Aquí van mis respuestas:

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
Creo que me gustaría ser un comic. Algo que pudiera deshojarse sin culpa. Algo que aliviara un poco el dolor de no poder leer. El V for Vendetta, por ejemplo, de Alan Moore (de contenido totalmente Fahrenheitiano, por cierto)

¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
Fuuua. Creo que mi corazón es nerdísimo. Me he enamorado de Batman, de Deckard (Blade Runner), de Morpheus (Sandman) de Lucifer (Sandman), de Marvin (The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy), de casi todos los protagonistas de Paul Auster (que me imagino con la guapa cara del autor), y de diez millones de personajes de películas: desde Marcello Mastroiani en “8 1/2” de Fellini hasta John Lurie en “Stranger than Paradise” de Jarmusch

¿El último libro que compraste fue…?
“Respiración Artificial” de Ricardo Piglia.

¿Qué estás leyendo actualmente?
“Middlesex” de Jeffrey Eugenides (autor de The Virgin Suicides)

Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
-Bartleby, The Scrivener, de Herman Melville
-Las obras completas de William Shakespeare, nomás pa que no se me olvidara de qué se tratan las pinchurrientas relaciones humanas.
-El guardián en el Centeno, J.D. Salinger
-Women, Bukowski
-Pedro Páramo, Juan Rulfo.
Ah y ya sé que no puedo, pero me llevaba Ghost World de Daniel Clowes, por si uno de estos se me cae en el trayecto a la tan famosa isla.

¿A quién le pasas el relevo y por qué?
Mmm, esto está perrón porque creo que el buen Taza tiene lectores anónimos, de los que no sé ni su nombre y autores de blogs que ya contestaron este cuestionario.
Se lo pasó a un compañero muy tímido de mi clase Mauricio, que acaba de inaugurar su blog. La razón: en un año que tengo de verlo casi diario durante cuatro horas no tengo ningún parámetro sobre sus gustos, así que me gustaría saber algo.

Historias

Rosa Montero investigó sobre dieciocho grandes idilios y Punto de Lectura los editó. El libro se llama Pasiones y yo lo leí para el tan mentado número especial de sexo.
Cortés y la Malinche, Moldigliani y Jeanne Hébuterne, Dashiell Hammett y Lillian Hellman, Oscar Wilde y Lord Alfred Douglas, Lewis Carroll y Alice Lidell, John y Yoko, Los Borgia, Rimbaud y Verlaine.
Está visto que en lo individual uno puede ser un genio, pero en cuestiones amatorias siempre se es un idiota.
Aquí transcribo la historia final, la que más me asustó:
La historia más fascinante y emblemática es la de la marquesa Du Chatelet, Émilie, famosa filósofa y escritora francesa del siglo XVIII y amante de Voltaire durante quince años. Hija de un barón, Émilie se casó a los diecinueve años con el marqués Du Chatelet en una boda de conveniencia, como por entonces se estilaba.
Había sido una niña prodigio con una fulgurante mente matemática; estudió griego, latín, geometría, física. Alta y delgada, con los ojos verdes, amante de los perifollos y las ropas bonitas, no era una belleza, pero debía de resultar muy atractiva…
A los dos o tres años de su boda, su marido y ella comenzaron a vivir cada uno por su lado: un arreglo cordial muy del siglo XVIII. Ella se enamoró de un bello duque y se intentó sucidar por él con una sobredosis de opio: siempre fue una mujer que jugó fuerte. A los veintiocho años, repuesta de aquel dolor, comenzó sus relaciones con Voltaire, que por entonces era ya un escritor famoso. Voltaire tenía treinta y ocho años y era un tipo esquelético de ojos chispeantes y expresión de sátiro, un librepensador conflictivo por su constante lucha contra la opresión y la injusticia, un hombre con ciertos problemas de impotencia sexual (lo confesó él mismo) pero arrebatador por su inteligencia. Émilie, que tuvo que soportar todo el desprecio que la mujer sabia provocaba en la época (Luis XV la llamaba desdeñosamente la Virago), encontró en Voltaire un absoluto respeto intelecual.
Durante diez años vivieron juntos en el castillo de Cirey, propiedad de Émilie, estudiando, trabajando, escribiendo codo con codo sus respectivas obras (la marquesa fue traductora y divulgadora de Newton en Europa). Esos años en Cirey fueron un regalo de la existencia.
Luego, claro, las cosas decayeron, como siempre sucede.
Voltaire no dejó de quererla, pero sí de amarla; y sus problemas sexuales aumentaron. La marquesa tuvo que aceptar, en una lenta agonía que duró varios años, el progresivo enfriamiento de él. Al cabo, cuando consiguió digerir el fin de la pasión, Emilié escribió su obra fundamental, el Discurso sobre la felicidad, un bello y sabio texto sobre el amor y el desamor; y sobre la necesidad de mantenerte sereno y centrado en ti mismo para ser feliz.
No se sabe muy bien cuándo escribió Émilie su Discurso (¿tal vez en 1747?), pero muy poco después de haber demostrado toda esa sensatez y ese equilibrio, la marquesa lo arrojó todo por la borda enamorándose perdidamente de un imbécil, Saint-Lambert, un poeta mediocre, guapo y veinteañero. Todo empezó de nuevo para la marquesa, que por entonces tenía cuarenta y un años: la enajenación amorosa, la debilidad y el paroxismo.
Y así, la lúcida Émilie empezó a comportarse como una boba, porque el enamorado siempre ofrece a su amante, en la pasión, el sacrificio de su propia inteligencia. Sin embargo, este cataclismo duró poco: Émilie, embarazada de Saint-Lambert, dio a luz en septiembre de 1749 y murió seis días después de fiebres puerperales. Tenía cuarenta y dos años; a su entierro acudieron, unidos por el dolor, el desconsolado Voltaire, el frívolo Saint-Lambert y el afable marido de la marquesa.
“No puedo creer que haya nacido para ser desdichada”, dijo Émilie. El mundo ya no era un valle de lágrimas, y, en la búsqueda privada de la felicidad, la pasión amorosa adquirió un papel preponderante. Sin embargo ¿no sostienen diversas teorías, desde el estoicismo al budismo, que, para soslayar el sufrimiento de la vida, el ser humano debe reducir al mínimo sus aspiraciones? Si no esperas nada, si no deseas nada, no hay frustración.
A la luz de este razonamiento desolador pero sensato, me pregunto si, al descubrir en el siglo XVIII el moderno concepto de felicidad y de la pasión, los humanos no descubrimos también nuestra mayor desgracia.