Yo sí soy leyenda

…al menos me digné leer el libro de Richard Matheson.

Lo que no entiendo es para qué se molestaron en pagar los derechos para ponerle el mismo título.

Tampoco me esperaba gran cosa. Digo, sale Will Smith.

Fue raro porque además me tocó sentarme junto a Lyn May. 051222_lyn_3.jpg

Me hizo la noche. Esa señora de pómulos como una telera hablaba bajito y preguntaba todo el plot. Que por qué hizo esto y por qué no hizo aquello. Ayyy qué tonto.

Soy leyenda, soy leyenda. Voy al cine con pura celebridá.

De la peli lo único interesante fue comprobar el predecible resultado del viejo experimento (no sé si tan posmoderno), ese que que tanto éxito le ha cosechado a directores como Tarantino: la copia de la copia de la copia de un original del que ya no queda nada.

Como estudio semiótico es una joyita.

Como estudio del la correcta factura de un guión cinematográfico también resulta ejemplar…

Ayer aprendí por ejemplo:

-que no importa cuántas personas YA NO existan en el mundo, la electricidad la genera dios, chingao, y dios pus ni modo que no trabaje.
-que cuando las dos llantas traseras de tu troca ya tocan el aire en un precipicio todavía es posible jugar arrancones.
-que una mujer sola de 50 kilos puede burlar a 20 zombies rabiosos y sacar a Will Smith (que debe andar por los 2 metros y los 90 kilos) de un auto volcado en menos de dos segundos.
-que cuando llevas tres años sin ver un alma te preocupa muchísimo que toda tu ropa combine, esté planchadita y limpia, pus ni modos de tirarse al caño.
-que Mustang paga muy bien el product placement.
-que seguramente Blockbuster no invierte en esas tarugadas.
-que cuando el mundo se termine y nomás queden los gringos previsores, en el ‘fuerte’ (una especie de comunidad “Volvamos a empezar”) te vas a soplar, quieras o no, la santísima trinidad: un par de soldados cuidando las fronteras, una bandera gringa y una pinches campanas de iglesia protestante anglicana al mediodía.

Igual te valía más quedarte a probar suerte con los zombies.

En fin.

Mejor dirija usted sus esfuerzos cinematográficos en ver El Orfanato que es la neta.

***
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Ahora bien, si su onda es el revisionismo, hay que ver The Omega Man y Last Man on Earth, nomás para clavarnos en eso de la copia de la copia de la copia de la copia que ya nada tiene que ver con esa bellísima novela originaria.

De la serie NYC: ser punk

A ver si nos ponemos de acuerdo.
Según lo que logré concluir después semana y media en NY y toda la vida observándolo, el punk nació muerto.

Un movimiento gestado dentro de una tienda de diseño (McLaren) tiende a apegarse a las reglas del mercado y éste siempre supo por dónde iba el bisne.

Mis pobres entrevistados, de forma igualmente patética que tierna, sostenían una amarga sonrisa mientras contestaban mi pregunta.

-Where’s punk rock in NY?
-Punk’s dead as a rats ass.
-But did punk really exist?
-Oh yeah.
-But how? In what form? What was it you called punk and how is it dead?

Bebían y posaban. Cantaban y POSABAN para la cámara de Ilán.

Posaban, como siempre han.. ejem, hemos posado cuando nos ponemos la máscara de punks o de freaks o de geeks o de listos o de cualquier etiquetita en la que quepan nuestras pasiones.

Los deditos en cuerno, la lengua de fuera, la actitud de perdonavidas.

-I suppose you still call yourself a true punk, don’t ya?
-You’re damn right I do. I’m the only one left here. Probably one of the last ones in Manhattan.

Je. Me daban ganas de decirle, ‘ayyy peque’.

Está visto que todos entendemos el punk de forma distinta. Unos, incluyendo a un tal Burroughs, decían que la palabra no significaba nada; si acaso cierto desdén a la autoridad.

(Luego lo nombraron el ‘padre’, o el abuelo del movimiento, así que hubo que apechugar, pero eso decía antes de entender de qué carajos le preguntaban).

El punk se asocia a veces con una actitud, otras con una postura política y otras con el uso de pantalones rotos y pegados a los tobillos.

Metimos PUNK en una cajita y como la cajita se rompió decimos que ya no existe.

¿Pero no era justo esa la idea? ¿Salirnos de una vez por todas de todas las putas cajitas?

Entonces yo entendí mal.

Si trabajo de 8 a 5 no soy punk.

Si blogueo de 9 a 6 no soy punk.

Si me cae medio mal el Sid Vicious por taradito no soy punk.

Si soy vegetariana no soy punk. (Ok, yo como carne, but still).

Si oigo a Celso Piña no soy punk.

Pos yo digo que sí soy. Y al que no le guste que se largue a un blog más flower power.

de la serie NYC: Picasso

Luego del estreno de ese huevo enorme de edificio en Manhattan, el MOMA pudo sacar de bodega casi toda su colección permanente.

Como toda buena poseedora de un portafolio Taschen comprado en Gandhi, eso fue lo primero que me lancé a ver.

Mis Hoppers, mis Jasper Johns, mis De Koonings.

Los Magrittes que ahora también los cuento como míos.

Está el banquito de Duchamp, la única obra maestra de Jackson Pollock (ok, ando de escéptica); Van Gogh, Braque, Renoir, Cézanne, Seurat, Freud, Kandinsky, Modigliani, Ernst, Brancussi, Mondrian, Gorky, Calder, Warhol, Beuys, de Chirico…

Sacié mi necesidad enciclopédica, me comí a todos a puños.

Y justo cuando pensé que ya nada podía conmoverme, oh tipa fría helada, lo ví.

Frente a las ya excepcionales Sritas. de Avignon estaba el cuadro que me llamó con la mano, frente al que dejé de ser persona. ME CONVERTÍ EN PAYASO.

Dos Acróbatas con perro

Dios existió, pero tuvo una hija diseñadora de modas y murió el año en que yo nací.

No sé cuánto tiempo miré este cuadro –de hermandad, de obreros, de magos, de excesos, de sueño, de suspiros, de inconsciente, de desnutrición, de hastío, de inminencia, de adiós, de saludo, de mí, todas sus mallas de rombos hablando de mí–, seguro fue muy poco.

Velcro. Necesito ponerle velcro a mi alma.

Silly me, todavía creo en los museos.

(Lo único que siempre me causa cierto escozor, como a Woody Allen en Annie Hall, es el tipo hablando de Barthes y McLuhan; de lentes y barbita, ‘pontificando’ sus opiniones dizque al oído de la novia para que lo escuche toda la sala).

Bueno, también está la Frick Collection, que da para otro post pero si sigo hablando de museos en Manhattan voy a hacerle una muesca a mis horas de sueño.

de la serie NYC: Hotel Chelsea

A Manhattan todavía le quedan dos vueltas. Se le acaba el aire, eso se sabe, pero nosotros no lo veremos caer. Es una ciudad monstruosa y vieja, pero todavía usa Chanel y anda de puta que ya quisieran varias.

Fuimos a hacer un reportaje sobre el punk. El Ilán, un fotógrafo judío de la chamba y su servi. Era una propuesta que seguramente me iban a rechazar y que no me rechazaron dios (si me lo permiten los escépticos y los anarcos) sabe por qué.

En serio. Nomás ese bato sabe porque últimamente no me rechazan esas propuestas de reportaje.

Además conseguí que nos dejaran hospedarnos durante nueve noches en el Chelsea Hotel, un sitio que inventó la leyenda urbana. Si nuestra tarea rondaba juguetonamente el tema de los excesos, natural era rondarlos también físicamente.chienbizzarre.jpg

El Chelsea era el marco perfecto. Casi todo el que anda por los 30 lo conoce por la rola de Leonard Cohen o por el documental de Syd Vicious y Nancy Spungen. Otros saben que Dylan Thomas escribió allí su último poema o que Arthur Miller le puso el punto final a La muerte de un viajante.

Unos cuantos iniciados han visto la peli The Chelsea Girls de Warhol; otros se sorprenderían al saber que este lugar–cutre como un motel de 2hrs con jacuzzi infectado– fue el universo donde Kubrick editó la historia de Arthur C. Clarke al son de Also Sprach Zarathustra de Strauss.

Estar allí nueve noches fue extraño, aleccionador, brillante, incómodo.

Mi alma casi no sale, pues.

Me costó mucho trabajo regresar a México.

Tal vez fueron las sirvientas jamaiquinas contándome sobre los fantasmas que cantan por el cubo de la escalera.

O el dueño, Mr. Stanley Bard, –un judío más niuyorka que comer pastrami– que hablaba igualito a Woody Allen: “Teeeell me ‘bout it” “I’m teeeelling ya, it’s just goooorgeous, goooorgeous”.

O el pinchi egipcio naco prendado de mis pelos despeinados por el gorro; un alma caliente pero bondadosa que me confortaba tocando una rola armenia a todo volumen en la compu cada vez que iba a checar mis mails.

O lo cerdo de los andenes, contraste chocante con las botas de tacón de las chicas del upper-east side.

O los negros de dos metros con cara de caballeros oscuros persiguiéndome por todo Tierra Media.

O las miles de Deaths, los cientos de personajes narizones de Robert Crumb, los back alleys de Will Eisner.

O el cuarto 118 que reformaron después de que Syd apuñal (e) ara a Nancy. (Apuñalear suena más adecuado en este caso, don’t know don’t know); el mismo cuarto  que diez años después presenció otro asesinato de pareja mucho menos publicitado. (Las morenas y mal habladas maids que entrevisté aseguran que ni entran, dicen que Syd mató a Nancy porque allí hay un ‘alguien’ que lo obligó).

No sé.

La onda es que ahora que mis cuentas de comida se pagan viajando , voy a tener que ponerle velcro a mi alma de manera que sea posible desprenderla de un solo tajo.

Es una contradicción porque me moría de ganas de subirme a ese avión hacia la poluta Cd. de México. Aquí por lo menos tengo nombre y apellido,  mi novio me abraza, el frío no muerde y la comida no aburre.

En fin, solo quería decir que algo dejamos de nosotros al mirar los abismos desde abajo.