Sigo con el rotten mood.
A veces es momento de recurrir a lo estúpido.
Confieso mi debilidad por el idiota de Jim Carrey. Es una máscara de látex con un cuerpo demasiado largo, –un cuerpecito que um, me gusta–. Pero detrás de la máscara creo que hay una tristeza como la de Andy Kaufmann o la de Pagliacci. Amo sus ojos de niño con frío fuera de la regadera esperando que la mamá lo cubra con la toalla.
La película de ayer, The Yes Man, es totalmente boba, pero tiene una premisa (de libro de autoayuda) que no es más que una banalización de algo importante.
Estar de mamón en tu casa pensando y diciendo que ‘no’ a todo, sólo puede resultar en una implosión improductiva.
Dile que sí a las cosas chingado. Dile que sí a la tristeza si te da la gana, pero tírate bien al piso, no te quedes sentadito fumando y looking good while you’re at it.
O dile que sí a la bicicleta o al estudio de los insectos o a tu vanidad, o al lamebotismo, pero hazlo bien, que todo el mundo diga: ‘no mames, ese sí es un lamebotas y no mamadas’.
(Es obvio, por otro lado, que los gringos, esos amputados de la espontaneidad, necesitan, les urge este tipo de películas).
Nosotros no, nosotros somos estúpidamente espontáneos, todo lo decidimos hoy y mientras más hoy mejor.
Rotten rotten mood, como podrán ver.
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No he hablado aún de la magnífica novela de Yépez “Al otro lado”. Es un libro importante, hay que leerlo. No importa que esté un poco mal escrito, a quién le importa si Yépez ha internalizado o no a Ortega y Gasset, a quién le importa si construye frases bellas o no, mientras pueda decir cosas como esta:
“En esos momentos parecía haber olvidado para qué había venido aquí y lo único que deseaba era que esa mujer hubiese aceptado coger. No podía dejar de mirarla. Y es que coger era romper. Romper con toda usual conexión, en que un acto sigue a otro, en ilación clara, lógica, a la mierda con todo eso, coger era hacer, irrumpir toda una nueva serie de causas y efectos, como el phoco, chingado, como el sol, como Cholo, y Tiburón ya estaba otra vez fuera de control, porque todas esas calles a pesar de ser calles de Ciudad de Paso, una ciudad bufonesca, prostibular, esperpéntica, seguían siendo calles demasiado serias, morales, policíacas, ¿por qué el mundo no podía ser como él? ¿Por qué esa mujer, sencillamente, sin antecendentes o consecuencias, no aceptaba coger con él? ¿Por qué? Un hombre caliente como él, sobándose la verga en pleno centro, cargado con phoco para coger de aquí hasta el Juicio Final y nadie, sin embargo, parecía excitarse, nadie, contento…Necesitaba una rayita, paladeó. Tenía ganas de gritar.”