Suponer

Vamos a suponer que debajo de lo que yo llamo realidad hay unos duendecillos que se encargan de decidir ciertas cosas. No hablo de los duendecillos que saben cuándo me voy a morir o a dónde voy a ir cuando eso pase. Nada tan definitivo ni tan tremendo.

Hablo de los duendecillos que dicen cosas como “… yyyy ahora le toca toparse con la tipa que la buleaba de la primaria. Aquí es donde se dará cuenta de que la tipa no tiene (nunca tuvo) nada de especial, fue ella misma quien le otorgó el poder de bulearla”.

A esos duendecillos me refiero.

Seguro fue un duendecillo el que me hizo voltear hacia el pequeño lugar donde ahora tomo karate. Se vio muy generoso: “vamos a darle el gusto antes de morir de hacer lagartijas con la rolita de Karate Kid. Qué más da cumplirle un sueño cursi de preadolescencia”. “Sí sí”, dijo otro duendecillo, “y que sea barato porque ya ven cómo está la situación ahora”. Entrados en gastos, los duendecillos decidieron que el lugar estuviera a unas cuantas cuadras de mi casa.  (Gracias por eso simpáticas criaturitas).

Un duendecillo de esos se divirtió haciéndome soñar hace algunos años con George Clooney (cuando aún era el hombre más guapo sobre la Tierra). “Va”, dijo el duendecillo. “Que sueñe a sus largas y a sus anchas. Que se case con él, que se sienta enamorada y correspondida. Que alguien inalcanzable la adore una noche”. (Gracias por esa también).

Suponiendo que están allí y me dejan toda clase de regalitos cagados, a veces tengo que aguantar sus bromitas pesadas. “yyyyy este mes vamos a ponerle el virus del melancólico pendejo en el café matutino”. O cosas como “que se muera de ganas por escribir y no pueda ¡Síiii!” La más recurrente en últimas fechas, tristemente.

Nada más quiero decirles cabrones duendecillos que ya me hicieron varias esta semana y como recompensa por ser una buena chica y tomármelas con humor, esta noche quiero soñar con Wayne Coyne. Quiero besos muy largos, canciones compuestas ex profeso para nuestro amor y una tarde en la cama postcoital pintándonos mutuamente las uñas de los pies.

Si se les ocurre alguna otra lindura, sorpréndanme.

Sobre el viejo y el nuevo Rock 101

¿Seré yo una buena fuente (con mi memoria de queso gruyere) para analizar el regreso de esta estación de radio?

No.

De hecho no soy buena fuente para casi nada… mis recuerdos están distorsionados, en este caso por el putazo de hormonas que recibió mi cuerpo justo a los 11 años, cuando entré a la secundaria y me corté el pelo como niño; me empecé a poner mousse; me crecieron las tetas y de repente me di cuenta de que mi mamá era mi peor enemiga. Jo jo jo.

Entrábamos a las 7 am a la escuela; mi enemiga mami tenía debilidad por despertarnos de las formas más extrañas. Desde la violencia verbal hasta la música. Ésta última era la que más me gustaba. Le subía el volúmen al único aparato de sonido que existía en la casa, alrededor del que nos juntabamos a ¡oír discos completos! algunas tardes de domingo, aunque por las mañanas la onda era prender el radio. La niña de 11 años empezaba a soñar que estaba “dancing, with tears in her eyes” o que vivía una historia de “tainted love” y así, tarareando “where did our love go?” se quitaba las lagañas y recorría enojadísima el camino a la adolescencia.

El recuerdo de esas canciones durante el día hacía menos pesado que ese güey de prepa, Alberto Victoria, nunca pasaría de ser un letrero hecho con plumones en el cuaderno.

Luego llegaron las voces, los tipos que narraban conciertos insólitos (cualquier concierto era insólito en esta ciudad donde se habían prohibido, ajá, sí, los conciertos, estaban P-r-o-h-i-b-i-d-o-s ¿no es de risa loca?). Llegaron unos tipos que le daban importancia a los nombres de los álbumes, al productor, al compositor, al género. Bueno, con ellos hasta se enteraba uno de que el arte de las portadas tenía un autor y un significado…

Yo sé que para usted que creció cuando ya había internet esto es pecata minuta, pero en ese tiempo, donde las canciones (los éxitos pop) parecían sacados de un sombrero por las pocas estaciones de radio que las tocaban, la acción de documentar la música era un verdadero rompehielo cultural.

(ya ya…no faltará quién me diga que eso no lo hicieron ellos, que sus papases les habían enseñado a hacer eso en sus casas y no sé qué cosa. Pues a mí no. A mí nadie me había dicho que los productos culturales creaban redes profundas y que si las conocía podía disfrutarlas más ).

Si no por otra cosa, eso sí se le reconoce a Rock 101: en tiempo de secas, unos loquitos se pusieron a repartir vasitos de agua.

***

Ahora bien, si esta ciudad no ha podido superar esa época es otro cantar.

Rock 101 sólo puede regresar en este caldo de cultivo defeño, que no olvida, no puede sacar de su conciencia y de su deseo, los malditos años ochenta.(Ahora hay unos chamacos que confunden los ochenta con los noventa, pero hablamos de la misma melancolía pitera).

Luis Gerardo Salas et al son dueños (no sé si legales, pero por derecho propio, faltaba más) de una marca. Y la van a usar: al tiempo que abren su estación de radio por internet también están abriendo un bar “101”, en el merito corazón de la Condesa, para que no quede duda de a qué le tiran. Dirán “aayyy qué manera de querer hincharse de dinero con nostalgias pasadas” y yo me quedo fría y pregunto:

¿De verdad creen que las industrias culturales deben seguir viviendo del aire? ¿O es que los de Rock 101 deberían buscar escuincles que trabajen por cacahuates y pretender que la gente no necesita dinero para vivir? O qué, ¿una bequita del gobierno? ¿Volverse a meter al cuarto de servicio en casa de papá para que alguien financie sus sueños? ¿O cómo?

Me parece extraordinario que los de Rock 101 aparejen su estación de radio gratuita con un side project que les deje dinero. Eso quiere decir que, al menos para algunos, los ochenta quedaron atrás.

Ellos tienen una marca que todavía vende y sería medio idiota no ponerla a trabajar. Dirán que la gente que ahora hace Rock 101 vía internet ronda los 50 años y en mi opinión, esa edad es tan buena como cualquier otra para dirigir una estación de radio.

Súper ochentera es esa imbécil idea mexicana de que los géneros músicales están pegados a una cierta edad. Que uno debe vestirse de cierta forma, que debe acudir o dejar de hacerlo a ciertos centros bares según la edad.

No mamen.

Hace poco recordábamos cómo aquellos chiquillines pendejos que les mordían los talones a los de Rock 101, los ‘Radioactivos’ se quejaban amargamente de que la radio para jóvenes la hacían treintones. Hoy, ese chiquillín que asustaba a todos programando hip-hop en un país cegado por las guitarras se llama Rulo, tiene 38 años y sigue programando una estación de música ‘joven’ (whatever the fuck that means).

Lo que quiero decir es: bajémosle a los golpes de pecho de pureza. (¿Por qué somos tan dados a esto en México? Si alguien tiene una respuesta o una teoría, me encantaría escucharla).

Si en Rock 101 tienen aún algo que decir, algo que aportar y lo vuelven a hacer bien está por verse.

Démosle unos meses y regresemos a medir el experimento.

Más zombies, por favor

Otra cosa que escribí pa’ Chilango.com. Tengo que buscar dónde meter esta sección pues a pesar de mi post sobre Avatar, los de Ch decidieron que escribiré para ellos más seguido. (Todavía se puede vivir, creo).

Tons, acá está. Espero no aburrir muy pronto:

Más zombies, por favor

1. Como tus vecinos

De todas las criaturas de la noche, los zombies son lo mejor. No son guapísimos ni caballeritos ni delicados —ni los viste su mamá— como a los vampiros; no son  pasaditos de lanza como los gnomos o los chaneques; y tampoco unos peludos y resentidos sociales como los hombres lobo. En general sólo tienen un propósito claro (y muy respetable, por cierto): comerse al otro. Son como tus vecinos, terrenales, egoístas y medio brutos, pero si tienes claros sus horarios y sus costumbres, es fácil escabullirse.

2. Brrrrrains!

Aventuro que justamente por esa condición ultra terrena, los zombies hacen excelentes personajes-pivote para entrañables películas donde los guionistas se dejan ir como hilo de media y por una vez en la vida, se relajan. Lo anterior no quiere decir que sean películas idiotas: es de muchos conocida la metáfora que George A. Romero, el cineasta que sentó las bases para arquetipo de zombie moderno allá en 1968 con su “Night of the Living Dead”, impone a sus historias: los zombies representan a toda esa masa que no piensa, esa masa que compra cualquier cosa que le venden, humano que consume humano por gandalla o por estúpido. Las historias que se desarrollan en el (sub)género (sin intención peyorativa, por supuesto) de los zombies son interesantes porque están centradas en los vivos. Los zombies son sólo un buen pretexto, una situación límite que saca lo mejor y lo peor de los que quedan vivos.

3. Zombieland

Sólo echando un vistazo al guión es fácil apostarle a dos horas de sano entretenimiento con la película Zombieland (ahora mismo en cartelera, del director Ruben Fleischer ). Rhett Reese y Paul Wernick tardaron cuatro años trabajando un argumento que al principio incluía un cameo de Patrick Swayze (quien hoy, dada su condición, podría interpretar el mejor zombie-hollywoodense del mundo…daaa) pero cuyo papel terminó en las buenísimas manos de Bill Murray. Si toda la película está perfectamente amarrada y sana en el storytelling, la parte donde Murray se burla y se interpreta a sí mismo es una verdadera joya de la metaficción. Allí está el actor disfrazándose de zombie para poder jugar al golf tranquilamente en un Hollywood infestado de muertos vivientes…allí está, facilita y buena ondita la metáfora. Nada muy profundo, nada que no sepamos, pero sí carnita disfrutable y una autocrítica bienvenida si se toma en cuenta el marasmo de autocomplacencia y cursilería de otras pelis gringas que se toman taaaaaan en serio a sí mismas como…ejem, Avatar o Crepúsculo.

Se trata también del regreso de Woody Harrelson, en lo mejor que puede ofrecernos: una sonrisa cínica como pocas y un insuperable estilo para sostener un rifle en las manos (à la Natural Born Killers, Oliver Stone, 1994, cuando muchos nos hicimos sus fans en secreto).  Es extraño, por lo menos para una amargada cinéfila como yo, que el hecho de que ya estén pensando en la secuela Zombieland 2, a estrenarse en 2011, e incluso quieran convertirla en franquicia/ serie de TV y/o videojuego no resulte molesto: con la figura de los zombies podemos atascarnos todo lo necesario. Sería inútil y aburridísimo tratar de resistirnos. ¡Braiiiins!

4. Popurrí de zombies

En este país lo que rifa es el vampiro: mi teoría es que en somos bien emos y nos late el lloriqueo. (Por algo la estética darkie se impone más seguido de lo que yo puedo disfrutarla). Qué más quisiera yo que citar referentes mexicanos, libros, discos o pelis que hayan retomado al zombie como héroe o siquiera como leit motif… pero no conozco ninguno. Así, con la esperanza de que quizás ustedes, comentadores tengan la amabilidad de remediar mi ignorancia, citaré algunas obras cúspides (no mexicanas) con el tema de los zombies. Si a usted le gusta esta onda de la carne humana, no se pierda:

The Zombie Survival Guide, de Max Brooks, (hijo de Mel, rey de la parodia, entre otras cosas creador de la serie de televisión sesentera Get Smart) quien con esta divertidísima novela-manual-práctico sienta bases minuciosas para el día en que ocurra lo inevitable; el día en que nos demos cuenta de que vivimos en un mundo de puros muertos vivientes.

El ochentero video literal de Total Eclipse of the Heart de la mujer del pelo chistoso, doña Bonnie Tyler (cuyo paradero y look treinta años después no quiero ni imaginarme). Los monitos que la acosan con intenciones sucias en el video y a quienes les salen luces de los ojos son una versión muy estilizada, pero a nosotros no nos engañan: Bonnie está tratando de escapar de un mundo de zombies.

Zombie Haiku, de Ryan Mecum. Un librito que parece inofensivo, pero que a través de parcos haikús cuenta la historia de un hombre que acaba de hacerse zombie y va a buscar a su familia, para comérsela. Entre otros hallazgos, está el pequeño poema que dice: “I loved my momma/ I eat her with my mouth closed, / how she would want it”.

Y ahí viene otra vez la desgraciada

La pinche realidad es una peste.

No puede uno andar flotando todo el día por las nubes porque mire nomás:

Yo juanito, tu juanitas, todos juanitamos“. Dicen que Juanito está loco y preguntamos todos: ¿Se volvió loco nomás ahorita que nos conviene o ya estaba loco desde antes? Y si estaba loco antes ¿así lo postularon para liderar una de las delegaciones más importantes de esta ciudad (que es todo un país)?

Los perredistas merecen juanitear.

También dicen que Juanito es medio retrasado mental. A simple vista, se le puede diagnosticar eso que los psicólogos de antes nombraban como ‘inteligencia limítrofe’. Y a simple vista, así se puede diagnosticar a toda la clase política mexicana. Descabezadero que tendríamos, vamos.

***

Más realidad, más realidad: La soledad se pega.

(Los científicos sociales de pronto juanitean también, digo yo).

***

Y la mejor de hoy: TOME chango su Nobel de la Paz.

Vamos a salirnos de Afganistán, peeeeero primero les vamos a poner en su madre, nomás por no dejar.

Ok.

Pura fea

La lógica de este sacerdote italiano es super cajeta: convoca al concurso Miss Monja 2008 para demostrarle al mundo que las hermanas congregadas no son un fracaso como mujeres.

“Las personas en Italia creen que las mujeres que se convierten en monjas han fallado de alguna manera y que no encuentran su lugar en el mundo. Pero de hecho nuestras monjas son muy educadas. Son inteligentes, han estudiado y algunas son muy bellas. Así que queríamos frenar esta idea equivocada que existe sobre las monjas”.

O sea: mis caballos son re bonitos, están re educados, déjenlos que corran en la misma pista. (Eso sí, que sigan siendo mis caballos, pus para eso les pagamos la pastura).

Este sacerdote no entiende  (¿o si?) que forma es fondo: haciéndolas competir rescata el valor erótico-mercantil-valor-de-cambio que tantas mujeres se compran hoy en día. Ahí me imagino a todas las monjillas angustiadas depilándose las cejas y poniéndose a dieta.

(Y luego me imagino a mí y a todas mis amigas haciendo lo mismo y me empiezo a deprimir).

Este concurso se le ocurrió al cura un día que no podía dormir pensando lo que había debajo de esas túnicas negras; los gestos cachondos que podían hacer esas caras lavadas. Y se le hizo fácil (como en la canción de El Haragán), compartirle sus sueños eróticos al mundo entero.

Mucho mucho mucho

No sé por qué luego me da la tonta y pienso que no hay nada de qué escribir.

De qué escribir, sobra.

Si uno ha cultivado cierta habilidad, de hecho es imperativo ponerse a escribir.

Olvidémonos de ser famosos, lo que importa es nadie puede ver lo que yo veo como yo lo veo. No solo eso, este fin de semana me di cuenta de que es mi RESPONSABILIDAD escribir. (Y aprender a hacerlo mejor es parte del paquete). Este país no está para desperdiciar la poca educación que logró filtrar en una persona.

***
Carta abierta a quien se ponga el saco, a propósito del encuentro de escritores (de Editorial Almadía) en Oaxaca

Estimados Escritores Publicados:

Además de escribir ficción que tan linda les sale, piensen en la posibilidad de ser un ente político. No hablo aquí de partidismo. Hablo de entender que la relativa notoriedad de que gozan puede ser usada para otra cosa que lucir su incompetencia en las relaciones interpersonales, o sea su (nuestra) nerdez.

La gente espera de ustedes inteligencia (god knows why). Sobre todo cuando participan en una mesa de reflexión. Se vale ser borrachito, coquito o de plano un imbecilazo, pero no se vale perder el tiempo de los demás.

No chinguen.

Quizás piensen que no es su chamba, pero se engañan. El pinche país se está cayendo a pedazos y ustedes usan los foros públicos y las notas en Reforma para hablar de lo mucho que se admiran mutuamente. (Lo mismo va para los periodistas culturales/writers wannabe, que cubren nomás los temas que no confrontan y se la pasan chupando con los escritores en estos encuentros, claro está).

¿Qué mal podría haberle hecho a este país que en este sonado Encuentro alguien hubiera puesto un tema nacional sobre la mesa?

Y me dirán, como algún sabio ex-presidente dijo alguna vez ¿y yo por qué?

En privado y con un par de chelas encima les diría “¡por que hay que tener madre!”, pero como esta es una carta en serio y hay que guardar las formas les doy al menos tres razones:

-la materia antes llamada “Historia” está por desaparecer en el programa de las preparatorias. Así, de golpe y porrazo. Ya no hablamos de arrancar ‘algunas páginas’ de los ya vilipendiados libros de texto, sino de suprimir la materia por completo. Supongo que los nuevos estudiantes sólo necesitan “el presente” para maquilar.

-el petróleo, el gas, la electricidad que nunca fueron nuestras pero que por lo menos tenían una etiquetita con nuestro nombre, ahora nos los van a sacar, como decía mi bienhablada madre, por las nalgas.

-los hijos de puta (ponga usted aquí el nombre de su favorito) siguen cobrando por serlo. Ahí están los gobernadores poblanos, los ministros pederastas de la iglesia, los diputados, el presidente que ya se lleva de a cuartos con el ejército. El conservadurismo está a la alza, los pobres ahora son de derecha. Escritores capaces (Tryno Maldonado) de hacer un escándalo estúpido contra Conaculta por supuesta censura y retractarse con la cola entre las patas un mes después, ahora son antologadores.

¿Les parece de verdad que no hay temas que tratar?

No es cool ni padre ni se ganan premios ni se publican antologías si uno se asume animal político.

Al contrario, uno pierde muchos amigos y quién sabe, quizás después los necesite.

Yo, por lo pronto, me desmarco.

***

Hablaba el sábado con dos escritores publicados que me caen a toda madre, ganadores de sendos premios, Mauricio Alvarado y Ernesto Murguía, sobre la necesidad de armarla de pedo. (excusarán mi francés, s’il vous plaît, hoy ando muy peladita).

Bastante menos “pertardistas” que yo, ellos decían que primero hay que tener una obra que te avale para hacerla de pedo. No estoy de acuerdo, pero bueno. Ellos tampoco están de acuerdo conmigo en que si te invitan buenamente a uno de estos encuentros hay que hacerse enemigos gratis llamándoles pendejos a tus compañeros de banca.

Ok ok.

Después de mucha discusión, ambas partes llegamos a un productivo acuerdo: ok, armarla de pedo puede sacar un par de ronchas y las ronchas son importantes, pero TAMBIÉN hay que usar el poco o mucho don que uno tiene para documentar cosas que se han perdido en la memoria.

Es decir, está bien ladrar, pero también hay que morder.

Murguía y yo decidimos hacer un trato: tenemos tres meses para documentar un tema nacional, escribirlo y publicarlo donde podamos. (Este blog, por supuesto, tendrá primicia).

Magnetic words

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(Sin acentos y solo para iniciados en esto de Feisbuk que apenas entiende nadie todavia)

Hasta ahora el Facebook me parecia un quita tiempo bastante regular. Pero ayer descubri las magnetic words.

No hay nada mas divertido que regresar a tu casa y que alguien haya movido las palabras de tu refri virtual.

Es extranio. Lo grandioso del jueguito es que te limitan: hay un cierto numero de palabras, muy pocas, y con ellas debes ser capaz de decir algo.

A veces hay que reconocerlo: los corrales, los barrotes, las fronteras te hacen mas libre.

Política

Mi maestro de historia del cine dijo: “Se conoce el carácter de una persona cuando debes elegir entre dos cosas: una mala y otra pésima.”

Es rarísima su máxima, pero ocurre que hoy sirvió de ancla porque escogí a un político príista.

¿Quién es tu presidente de México preferido? Preguntó mi roomy de la oficina.

Traté de zafarme, pero al final me acorralaron. “Zedillo, chingá”, contesté. “Al menos”, dije, “su esposa tenía una enfermedad mental declarada pero él se quedó con ella; creo que todavía se gustaban, un presidente que cogía (¡y con su esposa pues!), no en balde cinco hijos. Además renunció a su pensión vitalicia de presidente.”

Si, bueno… también está el error de diciembre y los chistes de ‘no cash’ y las leyendas del bolerito y todo eso.

Ahora entiendo al maestro de cine: cuando no hay para dónde hacerse, como sucede en México, las elecciones de los habitantes son aún más interesantes.

La inefable

Cada dos o tres años conozco a un compañero de juegos. Una partida de ajedrez telefónica o un frontón de palabras hacen nuestras tardes deliciosas durante un tiempo y luego, irremediablemente aparece una mujer, eventualmente su novia, que se cansa de esperarnos fuera de la cancha y de plano detiene el partido imaginario porque ‘oh dios’, no vaya a ser que yo le quite los calzones o no sé qué pitos a su viejo (como si de haber querido no lo hubiera hecho hace tanto).

Nunca se le ocurre tomar una raqueta y meterse a jugar. Nooooo. Tampoco se le ocurre proponer otro juego donde quepamos los tres o de plano entender que el otro jugará con ella toooodas las noches y que esta es una onda ocasional y necesaria para ellos no se aburran.

*Sigh*. Esta es la tercera vez que me pasa.

Por supuesto, uno no puede enojarse con la escuincla, porque generalmente es eso, una escuincla, cuyo único interés en la vida es ser ‘la mujer de’, pertenecer a (o más bien ser dueña de) un vínculo (el romántico) que supone, se compone de un perro y un dueño.

Uff.

¿Con quién entonces?

Con el amigo. Con él hay que encabronarse.

Porque aunque uno no preste nalga también tiene su corazoncito, su dignidadcita y su ganitas de no ser blanco de peladeces inmerecidas.

Como aquí es el único lugar donde no miento (ah, y en la terapia, pero este es gratis) tengo que decir que yo he hecho muchas estupideces presa de los celos. Por fortuna, mi idiotez es temporal y acabo pidiendo perdón casi de rodillas por tener tan poca imaginación. Y es que hay que tener poca imaginación y estar muy desocupada para ponerle tanta atención a una amiga de tu viejo. Total, el día que quiera se irá con cualquiera (o sin cualquiera) y no hay NADA que puedas hacer.

Una vez me leyeron la carta astral. La mujer me dijo clarito: “por tu vida pasarán personas muy importantes por periodos limitados que después de un rato se irán sin remedio. Aprende de ellas y déjalas ir”.

Sé lo que están pensando: “¿Tuviste que pagar para que te dijeran eso?” Bueno, yo no pagué, me la regalaron, pero carta astral o no astral, eso ocurre en todas las vidas. Eventualmente, todos tendremos que aprender a dejar ir. Más vale que se haga sin amargue de por medio.
There you go. All yours.