Creo que ya tenemos una masa crítica de la primera oleada de información para hacer un corte de caja sobre la influenza.
Según la mayoría de mis fuentes –tanto las escépticas y conservadoras como las alarmantes–, esto es un problema real y no un invento de los partidos políticos. (Para esta sesuda conclusión nomás falta conocer el sistema político mexicano, digo yo, pero bueno. Personalmente, no creo que ningún político mexicano sea tan inteligente para orquestar algo de esta magnitud. Sería otorgarles un poder y un beneficio extraordinarios).
Según el Dr. Gustavo Reyes Terán, Jefe del laboratorio del Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas del INER, los epidemiólogos llevan esperando esto hace muchos años. De eso se tratan los congresos mundiales de epidemiólogos, pues. Se sabe que las epidemias son cíclicas, después de la de 1918 y la de 1968 se esperaban otras de igual magnitud. Se pensó que en 2003 iba a ocurrir en Asia y por eso se hicieron planes nacionales de contingencia, pero no fue así.
Ayer lo oímos decir: “finalmente ocurrió y nos tocó a nosotros”.
Claro, a nosotros nos agarró sin plan nacional de contingencia, uno que bien diseñado habría evitado, entre otras cosas, el pánico.
El asunto aún preocupante, más allá de la cantidad de muertos, es que se trata de un virus que nadie conoce y para el que no hay vacunas existentes. Estas llegarán en seis meses aprox. Aquí es donde la puerca realidad tuerce el rabo: en las películas las curas se hacen en diez minutos. (Llegarán las vacunas, claro, con toda la mala leche que SIEMPRE han tenido los laboratorios, por supuesto. De que alguien ganará montones de dinero con esto, no me queda la menor duda).
Mientras tanto no queda más que andarse con cuidado. Los antivirales parece que solo funcionan en las primeras 24 a 48 horas de síntomas, aún en dosis muy altas y si el cuerpo tiene una condición preexistente la cosa se pone pior.
Reyes explicó ayer que las epidemias vienen en oleadas y se tardan meses entre una y otra. En el mejor de los casos, decía, esto se volverá una meseta (ay Deleuze) más constante, sin picos repentinos de enfermos (ni muertos) que poco a poco dará su virulento brazo a torcer.
Si esto tiene bases en la realidad, entonces estaremos viviendo tan solo el principio de algo que nos acompañará durante el resto del año. Eso quiere decir que aún con el miedo, tendremos que quitarnos los tapabocas eventualmente y volver a las calles, a los antros y a los besos. Creo que nos espera un año probatorio para la prudencia, el respeto recíproco y el sentido común mexicanos. Maldita la hora.
Las compras de pánico o irse a vivir a Alaska son medidas un poco desproporcionadas y habría que pensarlas otra vez. Está bien el miedo inicial (tenías que ser de hule para no sentirlo) pero es hora de recomponernos y pensar más a largo plazo.
Aunque me estoy adelantando: esta primera etapa de emergencia continuará inestable unos 10 días más. Como no conocen bien el virus, no saben qué pueda ocurrir. Supongo que es como tener un perro nuevo. Te puede salir una lacra o no. Todos tenemos la esperanza de que este pinche perro ladre más de lo que muerda. (Aquellos que secretamente quieren que realmente ‘pase algo’ supérenlo no mamen, busquen qué les aburre tanto de sus vidas).
Estos 10 días recomiendan mantenerse en estado precautorio y tratar de no enfermarse.
Ok, tú puedes enfermarte, porque pues eres muy chingón y dices que la enfermedad es curable y no tienes miedo ni nada, pero acuérdate que hay un chinguero de gente con diabetes en esta ciudad del sobrepeso (una enfermedad crónica que complica las cosas), que hay asmáticos, gente con enfisema, con lupus, con SIDA, con otras enfermedades inmunodepresoras y sobre todo, hay un chingo de pobres. En muchos casos la pobreza viene con desinformación y aunque tú tengas internet en tu casa, hasta en tu cama, hay mucha gente que no tiene agua corriente (Ajá, sí, en eeeesta ciudad, cómo ves) se automedica o que le tiene miedo a los hospitales. Es decir, nos importa que TÚ no te enfermes no por ti, chamaco pendejo, sino porque no andes regando la miel por todos lados.
Lo único cierto es que el miedo es agotador. De antier a hoy parece que nos pasó un tren de confusión encima.
Yo por ejemplo, le bajaré a mi repentina amargura. Ya ya, no me vuelvo a quejar de que alguien haga bromas.
En su lugar pongo algo que me dijo ayer un amigo (conste que yo no fui): “creo que los mexicanos, en algún punto, deberíamos empezar a superar ese Nelson que todos traemos dentro” (Nelson el de los Simpsons, cuya expresión peyorativa “Ha-Ha” es absolutamente identificable).
Lo que me molesta del escepticismo mexicano es que se trata de la misma fe ciega cristiana pero en negativo. Es un acto de fe en sentido contrario y no un cuestionamiento real. Es negación y no pregunta.
Ok, busquemos pruebas de que las farmacéuticas son unas hijas de puta (ejem, ya tenemos varias) y entendamos cómo y con cuánto se beneficiarán, oh sí señor muchísimo; hagamos un escándalo contra ellas y contra todos los demás cabrones que nos pusieron en este estado…pero imaginemos que nos somos la única circunstancia existente y juzguemos desde el piso, no desde el púlpito.