Y ahí viene otra vez la desgraciada

La pinche realidad es una peste.

No puede uno andar flotando todo el día por las nubes porque mire nomás:

Yo juanito, tu juanitas, todos juanitamos“. Dicen que Juanito está loco y preguntamos todos: ¿Se volvió loco nomás ahorita que nos conviene o ya estaba loco desde antes? Y si estaba loco antes ¿así lo postularon para liderar una de las delegaciones más importantes de esta ciudad (que es todo un país)?

Los perredistas merecen juanitear.

También dicen que Juanito es medio retrasado mental. A simple vista, se le puede diagnosticar eso que los psicólogos de antes nombraban como ‘inteligencia limítrofe’. Y a simple vista, así se puede diagnosticar a toda la clase política mexicana. Descabezadero que tendríamos, vamos.

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Más realidad, más realidad: La soledad se pega.

(Los científicos sociales de pronto juanitean también, digo yo).

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Y la mejor de hoy: TOME chango su Nobel de la Paz.

Vamos a salirnos de Afganistán, peeeeero primero les vamos a poner en su madre, nomás por no dejar.

Ok.

Perder cosas / que te las roben

En la familia sufrimos una pérdida material. Aún no puedo creerlo.

Una persona que trabajó 15 años con nosotros.

Absolutamente descreída, triste, reviso mi mail: la invitación a una exposición de Jimena Padilla (una chica extraordinaria y buena artista además) que al final firma:

Nothing is yours, No one is yours, Thieves prove that…

Tome chango su banana.

En caso de que nosotras todavía pusiéramos algo de valor sentimental a los objetos (se robaron, entre otras cosas, una moneda que pertenecía a mi padre, uno de los últimos objetos que teníamos de él), el ladrón nos vino a recordar que nada es nuestro. Quizás sólo el recuerdo de sus manos ajadas tocando aquella moneda.

Reto al ladrón a quitarnos eso.

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Tampoco la gente que amas es tuya: se muere, se va o cambia de opinión. Un día decide que he/she no longer loves you. Así que, vamos valorando los momentos en que nos saca la lengua y habla con nosotros por messenger o que nos escribe un mail largo y amoroso. (cuando nos prepara el desayuno o cuando se queda callado para no lastimarte).

Digo, m’anque sea.

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Con todo lo que está pasando, creo que también nos están robando lo que nos quedaba de país, en sentido literal, pero también en sentido simbólico:

-al permitir (abiertamente, vamos, que se permite hace mucho) la siembra de maíz transgénico están dando el último plumazo para el fin del padre-madre patria.

-al permitir que saquen a patadas a miles de trabajadores de LyFC, al justificar la violencia de estado, estamos viendo cómo boquea la última inteligencia que teníamos: nuestra capacidad para negociar. Con ella se nos va también nuestro buen humor, nuestra medianía que cuando no se convertía en mediocridad nos daba ese lugar chingón de mexicanos que no conocen un buen ejército, que no saben lo que son los policías ojetes, porque pus, nosotros éramos buenos para el choro. Negociábamos.  (Cuando eso no era corrupto, cuando, repito, no era mediocre, era una inteligencia involuntaria y funcionaba).

No sé. Yo empiezo a pensar SERIAMENTE en el exilio.

UPDATE: Creo que dije una pendejada: por supuesto que conocemos a los polis ojetes. A lo que me refería es a este tipo de cuerpo policíaco con el que se puede hablar, con el que se negocia: los polis de crucero…unos pinches chaparritos (ojetes) que en ciertos niveles nos los pasamos por el arco del triunfo. Me refiero a los polis que veo echando novia en las esquinas, los polis que todavía ríen o que te dejan ir porque se asustan, se avergüenzan, o porque los hiciste reír.

Sé que es una inconsistencia y que precisamente esa falta de profesionalización los hace tremendamente peligrosos, pero también los hace un brazo menos amenazador de la ley.

Es difícil explicar esto, pero todos hemos visto un poli así en México. Igual pienso en los otros lugares del mundo en donde he sido abordada o detenida por un policía (Estados Unidos, Hungría, España); me han puesto el susto de mi vida nada más de acercarme sus caras de perro, me han gritado, me han escupido y me han tomado del brazo del modo que nunca un policía mexicano lo ha hecho.

En París, por ejemplo, tuve chance de ver cómo atrapaban a un magrebí en pleno camellón de Pigalle, como a eso de la 1 am. La forma en que lo golpearon a macanazos en el suelo es algo que no se me olvida.

En fin… qué digo, aquí los extorsionan por años y luego les cortan la cabeza. Polis ojetes hay en todos lados.

Música política

Debido a un bache de tiempo en el que se le salió el aceite de la dirección a mi vida (calculo unos 8 años perdidos entre corazones rotos, duelos varios y solipsismo desmedido) a pesar de que intuyo muchas cosas, casi nunca puedo articular metódica y racionalmente lo que pienso.

El hecho es que lo pienso y voy a intentar lanzar una hipótesis: que los grupitos de estudiantes acostados en los jardines de la UNAM sigan escuchando  a los Fabulosos Cadillacs, Molotov y Los Héroes del Silencio es síntoma de un rezago socioeconómico, una avenida de ida y vuelta hacia un menor acceso a la información, incluso en esta supuesta democracia del MP3 downloadeable y el disco pirata.

Mentimos al generalizar ‘¡pero si ahora todo el mundo oye lo que quiere por internet!’

¿Qué hacen estos niños oyendo eso tan viejo? Si se tratara de una moda revisionista podrían igual estar interesados, qué sé yo, en los Beach Boys o en Agustín Lara.

No es eso. No oyen cualquier cosa. Oyen bandas semi-rockeras, pseudo contestatarias (algunos hasta trova, pues, que ya es exceso), grupos de hace 15 o 20 años que nunca fueron muy buenos pero que hace 15 años al menos eran la novedá.

Mientras tanto, los hijos de los empresarios y políticos se atiborran de indie en Ibero90.9 y ‘descubren’ un grupo nuevo cada tres días (no se pierden Jobo Novo, pues). “Escucha esto, es súper desconocido güey, son como TV on the Radio cuando todavía eran buenos güeeeey” …es decir hace dos meses.

Este es justo el vicio contrario, insulsos ambos, casi se tocan de tan similares.

El caso es que los dos fenómenos -el de la nostalgia sensiblera que no cambia de grupo favorito y el de ‘todo debe ser nuevo y medio desconocido o ya no es cool- responden a roles sociales opuestos.

Aventuro: el empleado y el empleador.

¿Los gustos en la música marcarán diferencias cuando ambos estudiantes quieran acceder a un puesto de trabajo?

Después de todo, arte también es información.

Y ya embarrándome bien, (por qué no chingao, si el derecho que mejor ejerzo es el derecho a cagarla), ¿no será que ningún gusto es inocente? ¿No será que algunas obras de arte que apreciamos, no todas, vamos, pero algunas, no serán inducidas también, copiadas, aspiracionales, vehículos para perpetuar el status quo, vehículos de poder?

No sé si estoy observando de más o haciéndome demasiadas preguntas.

It’s a dirty job, but someone’s gotta do it.

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Si aceptamos la hipótesis anterior (o su espíritu, vamos) tenemos como corolario 1 que:

Aquellos exquisitos que juzgan a los otros por sus gustos, que se la pasan gritando a los cuatro vientos cuán malos son todos los grupos y que maten a los fans de no-sé-quién y que prohiban los discos de no-sé-qué, no son más que unos inseguros ham-burguesitos come-uñas queriendo reivindicar/inflar/esconder la clase sociocultural a la que pertenecen desde que nacieron.

SOMOS, quise decir.

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No tiene que ver con nada, pero creo que mis caminatas por los jardines de la Facultad son el medicamento que tomo ahora en dosis pequeñas y constantes para apartarme de los baches de tiempo.

Es un medicamento lento, pero eficaz.

Como las olas del mar

Tengo muchas cosas que decir acerca de mis cuatro días en La Habana, pero no encuentro las frases exactas pues aún es una sensación visual o una sensación física, como el paso del tiempo, como se sienten las olas frías en el calzón cuando entras primero al mar y luego el cuerpo se va acostumbrando y todo se entibia y ya no tienes ganas de salirte nunca más aunque te vuelvas viejito.

Solo puedo decir que todos escritores deberían conocer La Habana. No conozco ningún otro lugar donde sea tan evidente que la vida (vestirse, cojer, bailar, comer, hacerse pendejo en una plaza pública, esas cosas) tiene una membrana viscosa hecha de minutos que queremos romper siempre pero de la que no podemos salir porque somos muy chiquitos.

No sé hablar de La Habana, estoy conmovida, enojada, feliz, llena de ritmo, llena de miedo. Lo único que puedo dejarles son fotos. Fotitos. My own private point of view.

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La Habana Vieja (el centro) tiene partes donde, si no supiéramos historia, podríamos pensar que ha caído una bomba o  están en guerra. Y están… la baja intensidad no le quita lo guerra.

En este edificio viven ratas y personas que sacan cables hasta el alumbrado público y saltan entre vigas húmedas para llegar a los cuartos de atrás.

Pensaba en el perrito de la RCA Victor…ese perrito bien podría ser mascota y símbolo de La Habana Vieja,  sería el mismo perrito blanco pero tan sarnoso que ahora es casi rosado, viejo, a punto de morir de desesperación por rascarse, pero que le sigue haciendo fiestas a los ritmos afroamericanos que salen por el cuerno del fonógrafo.

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La diversidad racial es extraordinaria y la gente es tan guapa que duele (como se puede apreciar, son hermosos desde chiquititos). Según me cuentan el racismo es casi inexistente según me contó una chava blanquísima, protoperiodista, pues dice “nosotros sabemos que lo bello nos viene de los negros, sabemos que la música y el baile son de ellos y los cubanos somos eso, música y cuerpo, no podríamos vivir ya sin esta mezcla”. Por desgracia no tuve tiempo de preguntarle lo mismo a un negro.

Lo cierto es que los cubanos (con los que hablé, pues) son super articulados. Se les nota la educación, las lecturas, oyes a gente normalita, sin doctorado ni nada dominar el pensamiento abstracto. Añora uno cosas de esas en la educación mexicana. Sigh.

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Un obrero con su ejemplar del “Granma”, periódico oficial y plenipotenciario donde me cuentan, el cabrón del Fidel se dedica últimamente a chochear. No se cumplen 83 años sin consecuencias, creo: “Compañeros cubanos: hoy quiero hablarles del juego de pelota, ¿se acuerdan que yo predije que los japoneses ganarían? ¡Pues ya ven! “. Y se arranca, totalmente chocho a discutir sobre por qué se los echaron al plato en el beis.

Mientras tanto, la obra de teatro de todos los pueblos, la de los ricos y los pobres y los que tuvieron suerte y los que no, se lleva a cabo por las calles (porque claro-que-agüevo-que hay clases sociales y toda clase de privilegios en Cuba).

Y aquí la onda: sí, hay ricos y pobres, clase media y eso, pero la desesperación por tener, por ser, por pertenecer, por dominar, por chingar, por ser recordado como “el mejor”, por prevalecer, por sobresalir, (esa de la clase media mexicana), esa no la vi. No sé, quizás no busqué bien.

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Pensaba yo que en Cuba un diseñador gráfico se muere de hambre. La total falta de anuncios por las calles es rarísima (exceptuando estos de propaganda política y el aún presente y cabroncísimo “Patria o Muerte”).

Más raro para mí que vivo en esta ciudad gritona. Una ciudad que GRITA “coca-cola-pantene-galletas-pingüinos-compre-casa-no-mame-hágase-la-mamografía”.

La falta de publicidad da una paz casi desquiciante, pero sin duda podría volverme a acostumbrarme a ella… como cuando éramos niños que los anuncios en las calles sólo murmuraban ¿se acuerdan?

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Uf, los coches. La revancha más grande hacia el coleccionismo, hacia lo exclusivo, lo in, lo particular, lo mío que no es de nadie, es que un Cadillac ’59 en Cuba es nomás un taxi para cubanos.

No dejan subir a los turistas, so pena de que les quiten el auto, así que nos la pelamos.

Pero son unas bestias hermosísimas.

Como dinosaurios corriendo por las calles.

***

Un dios muy viejo duerme allí en La Habana.

Grimoire

La hermosísima palabra grimoire (grimorio en español) designa un libro de magia, el recipiente de los secretos más preciados del hechicero.

Existen, no los invento. Un rápido y somero wikichapuzón puede hablarles de San Cipriano, que era todo un coleccionista de estas ondas egipcias y del enorme Aleister Crowley, escritor británico loquísimo que además fue master ocultista, satanista y hasta yogi del siglo XIX. (Además, creo, tenía un nombre estupendo).

La cosa es que Alan Moore, una especie de Crowley moderno, lleva años de investigación sobre misticismo, buscando desde los orígenes pitagóricos de la Cábala hasta la verdadera historia del Dr. Faustus. El autor de Watchmen está a punto de convertirlo en un comprehensive grimoire, que espera tener listo en dos años. Moore being Moore, quiere que el libro sea, además, divertido:

We want this thing to have a lot of really fun inserts, fun features. Something that would delight a child. We want to make this not only a perfectly lucid and accurate book about magic, but we really want to make it a book about magic that would not disappoint an 8-year-old child if they came across it.

Back when I was a child and I first heard about magic, then I kind of knew instinctively what a book of magic would be. It would be unimaginably wonderful. It would have fantastic things in it. It would be much better than the children’s comics annuals I got at Christmas, and they were pretty wonderful.

El hecho de que Moore vea el paralelismo entre recibir esos comics para navidad y un libro de magia es absolutamente entrañable.

Estoy segura de que si a más gente le enseñaran el placer de leer cómics, este sería un mundo donde la magia iría caminando por las calles como si nada.

La entrevista completa con Moore está acá. Está buenísima, por cierto.

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rorschach

Claro que vimos Watchmen en Imax (acompañantes de lujo, por cierto) y claro que me divertí y amé el momento y me emborraché un poco a la salud de una película que, sin embargo, sigo pensando que no tenía ningún sentido de ser realizada. Dinero mal gastado, que como dice el propio Moore, serviría más en un rescate a víctimas de algún desastre natural.

Zack Snyder, pobre fan deshuevado, respetó tanto que se diluyó en un megamultimillonario tributo a Moore. Un Moore que no necesita ni quiere ni entiende por qué diablos alguien querría hacerle un tributo así, quitándole la oportunidad a tanta gente de interesarse y leer la novela. Ok, ahora todo el mundo sabe de qué se trata Watchmen, en qué acaba y cómo se ve…¿y? Después de verla nadie va a sentirse ni más subversivo ni más disgustado con nada. Puro empacho palomero y a casa a querer comprar más.

Parece mentira que haciendo un filme político (por que eso es Watchmen, aunque al director se le escape) Snyder no se preguntó por qué madres era relevante hoy. No tiene ni un sólo comentario, ni un solo ensayo sobre lo que pasa ahora…me atrevo a decir que a quienes nacieron después del 90 (quienes ya tienen casi 20 años, god I’m old) van a salir pensando que en los 80 teníamos un gusto malísimo para la ropa y nada más.

Perdió la oportunidad Snyder de enfurecer a los fans (me hubiera encantado salir furiosa del cine), perdió la oportunidad de volverse autor y se quedó en maquilador de páneles directamente sacados de los dibujos de Gibbons. Las mejores líneas de la película por cierto, también son de Moore.

Fue lindo recordar algunas:

Night Owl (tratando de evitar un muerto más): What’s happened to America? What’s happened to the American dream?


The Comedian (después de disparar a un civil): It came true. You’re lookin’ at it!

Y ésta, que hizo particular mella en mi cansada memoria amorosa:

Rorschach: Used to come here often, back when we were partners.

Dan Dreiberg/Night Owl: Oh. Uh, yeah… yeah, those were great times, Rorschach. Great times. Whatever happened to them?


Rorschach: You quit.

***

Eso sí, la veré tres o cuatro veces más: porque para mí es relevante, porque quiero volver a llorar la (spoiler…) muerte de Rorschach, porque no mamen, ¡dónde encontraron ese actor! Es más Rorschach que Rorschach himself, porque The Comedian está increíblemente quesito (se parece a Robert Downey pero en mamado), porque la cogida es hiper ochentera y extrañaba esa estética de 9 1/2 semanas cursi-caliente, porque nomás en la secuencia inicial Snyder, tan estupendamente pop él, hace un video extraordinario á la MTV-1986, porque el cabrón  la hizo para complacernos y, masturbatoriamente, tristemente, lo logró.

Mr. Grieves na na na na hope everything is alright

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Es más fácil verlo cuando pegan las fotos de los muertos en una pared.

Lo que sigue son fotos de mi visita al Newseum en Washington, donde estaba de cursi y lloré en cada uno de los pisos.

Salía de una sala y pensaba “ya por dios, qué vergüenza, límpiate las lágrimas” y nomás no podía. Las historias detrás de las historias, las historias de periodistas haciendo su chamba son conmovedoras. Justo allí me pienso no-periodista, me pienso dolorosamente entretenedora, me muerdo las uñas y me pregunto si alguna vez sería capaz de ponerme en riesgo. Ahora lo único que arriesgo son adjetivos. No puedo evitar sentirme una gallina, una gallina con un aviso futuro…

you can run on for a long time, sooner or later god’s gonna cut you down, decía Johnny Cash.

Y luego llega uno al memorial de los asesinados y no hay más que contar la incidencia de la palabra “México” con letras bien claritas para darse cuenta que en este país nos cuentan mucho menos de lo que realmente ocurre. ¿Será que no nos cuentan, Ira? ¿Será que nosotros no nos tomamos la molestia de preguntar? Ni le buigas compadre, no vaya a ser que nos toque también a nosotros.

A quien se lo menciono me mira con descreimiento: en 2006 la organización Reporteros sin Fronteras reportaba que era más peligroso ser periodista en México que en Irak.

Hoy, el listado de abusos al periodista más largo en el sitio electrónico de Reporteros Sin Fronteras tiene las mismas letritas: “México”. A veces uno ya no sabe qué significan esas letras. ¿Es un país, una sucursal, un llano de tiro libre, un búnker? ¿Qué mierdas es esto?

En el sitio de RSF hay esperanzadores encabezados como los siguientes:

-El Fiscal Especial excluye que el asesinato de dos periodistas comunitarias en Oaxaca tenga alguna relación con la profesión

-Secuestran y torturan durante doce horas a periodista de Noticias de Oaxaca

Casos Brad Will y Roberto Mora : “Las autoridades federales se empeñan en permitir la impunidad”, según Reporteros sin Fronteras

Asesinado en el Estado de Tabasco un periodista radiofónico en lucha contra el crimen organizado

-Asesinado un periodista en el Estado de Chihuahua, en un contexto de violencia generalizada

-Agredido en la redacción el subdirector de un diario de Nayarit; un periodista chihuahuense obligado a exiliarse

El director de un semanario de Veracruz sale ileso de un atentado a disparos; un colega de un diario de Tabasco recibe una cabeza cortada

Caso Lydia Cacho: la justicia del Estado de Quintana Roo se niega a dictar las órdenes de detención de los principales sospechosos

Todos fechados los últimos seis meses.

Chingado, me pone hiper sensible hablar de periodistas muertos.

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Acá unas fotos del memorial en Washington:

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Y aquí cinco paginitas nomás con el conteo de periodistas mexicanos ‘oficiales’ muertos on duty.

Chale.

Washingtonians

Ciudad negra, de jazz, de drogas, de hip-hop y de go-go (un ritmo que, según me cuentan, resulta en un baile violento con decenas de descalabrados cada noche), donde la historia empieza a devolver una  microparte de dignidad (aunque diluida, dirán, como el tono de la piel de Obama).

Sí, diluida su negritud, pero negritud que tiene a todos en estado de esperanza, en equilibrio precario, como la primera vez que va uno al cine con alguien que te gusta mucho, un estado hermoso para admirar desde fuera. Los taxistas y los mendigos hablan de Obama con un entusiasmo que contagia: es el brotha, el héroe que hoy dará su discurso de arranque. Sacan sus radios de pilas, se ponen frente a televisores públicos. Se quitan el frío (2 putos grados que se sienten como menos 2) a puro roce de negritud con negritud. Carajo, están felices.

Obama no para de hacerles guiños. Por ejemplo, está por adoptar el primer cachorro presidencial de un refugio para perros solos. All the lonely doggies, where do they all come from…

Cuando le avisaron que era el primer presidente negro (y liberal, que dicho sea de paso no es poca cosa, nomás imagínense qué revoltura hubiera sido que llegara un negro de derecha, que los hay)  de la historia, Obama no tardó en ir a echarse un chili dog al corazón del ghetto. Al barrio le dicen el “Black Broadway”  y por ahí todavía pasan los crack addicts con su zangoloteo particular y su conversación hacia la nada. Extrañamente, se mezclan ya con el  renacimiento ‘chic’ de la zona (ya saben, galerías de arte contemporáneo, restaurantes de comida fusión, that kind of shit).

Obama pudo elegir celebrar en cualquier restaurante, (o irse a la cama sin cenar, en todo caso) pero consideró importante apersonarse con los negros de a devis, paying his respects to history, a una cuadra donde Duke Ellington solía aporrear el piano para aquellos que, hasta ya bien entrados los años 60, no podían sentarse junto a un blanco en el camión.

No es menor lo de comerse un chili dog en ese local. Se trata del Ben’s Chili Bowl, fundado en 1958: el único lugar que respetaron los activistas en 1968, cuando el asesinato de Martin Luther King encendió, literalmente, toda esa calle, la U street.

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Por eso, en un papelito, escrito con plumón, se lee:  “Aquí sólo comen gratis Bill Cosby y Barack Obama” y añade un listillo refiriéndose al presidente (“but he payed!”).

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Shine a light

Hoy me cayó el veinte de por qué me caga el jazz: aparece como la música políticamente correcta en casi todos brochures turísticos.

(Aunque Andrei el otro día me dijo algo que me hizo repensar el género: el jazz es la música que sabe que nada es repetible, la que conoce la finitud).

Lo que sí hay que concederle a la ciudad de Washington DC es que en su guía de música local son bastante menos oficialistas, lo mismo incluyen los primeros bares donde tocaron Duke Ellington y Chuck Brown, que el Eighteenth Street Lounge, meca de la escena electrónica y casa primordial de The Thievery Corporation.

Parece que DC de noche tiene su onda pues allí está también el Black Cat de Dave Grohl y el 9.30, un club tipo el Bulldog citadino, pero donde se presentan grupos como The Pogues, Animal Collective, The National, The Black Kids, Primal Scream, Modest Mouse y Tindersticks…aaaammmm, pensándolo bien, creo que no se parece al Bulldog. Buee, igual mi proverbial suerte sigue siendo la misma, los que me interesan no están cuando yo puedo ir a verlos.

Es fantástico ver cómo a los gringos no les cabe ni un ápice de nuestra malentendida modestia: DC también es una especie de Disneylandia del poder. Es más, sus atracciones principales (el Capitolio, la biblioteca del congreso, la Casa Blanca) se anuncian como “The Power Scene”. Jijos. La escena del poder incluye un ‘bi-partisan tour’ (” red and blue electric roadsters equipped with GPS technology and enjoy a narrated tour of the history and drama of the nation’s capital) y disculpen que no lo traduzca pero sólo se aprecia la desnuda gringuez con la que estos tipos convierten todo en espectáculo en el idioma original, el gringo.

También me están ofreciendo un bellísimo tour “Obama”. Ujú. Consiste en visitar el barrio ahora renombrado ‘histórico’ pero que durante años fue conocido como el Black Broadway. Hay que pasar por el African American Civil War Memorial, (allí junto se anuncian un par de boutiques ‘indies’, nomás para que a uno no se le olvide que está en Gringolandia y allí, señor, usted va a comprar y a dejar su dinero, no se haga guaje.

En el tour te señalan las tiendas favoritas de ropa de Michelle Obama y una cenita muy cara en el Kennedy Center, donde la familia presidencial acude a ver espectáculos.

A ver cómo me va.

***

Este post empezó en mi cabezota queriendo decir que Scorsese es un gran insider.reporter del mundo masculino y que su documental de los Rolling Stones, Shine a Light, es una de sus obras más sutiles y entrañables. Tiene muy poco de documental y mucho de un simple concierto grabado, pero algo hace el cabrón del director que uno se olvida de la música de los Stones (un poco aburrida desde mi punto de vista) y empieza a ver personajes.

Es una rara historia de amor. Los Stones llevan 47 años juntos porque se cuidan, se comunican con un imperceptible movimiento de cejas, se odian muy tiernamente y sobre todo porque son cómplices en aquello de la finitud. Salen a tocar pensando (sabiendo) que quizás este sea el último concierto que den. Quizás (aunque esta ya es mi pachecada unipersonal) los une en primer lugar la muerte de Brian Jones.

Después de verlos abrazarse, sobre todo después de ver a Jagger subiéndole el cierre de la chamarra al viejecito ese Charlie Watts pa que no se me vaya a enfriar después de acabado el concierto, uno sale pensando que el mundo es medio idiota en privilegiar y endiosar un sólo tipo de amor, el romántico.

Nacer del cine

No es cierto, no odiamos realmente a los gringos. Sin ellos, los cines no venderían palomitas: quizás la gente iría realmente a ver la película.

Los estados de Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México son, según los propios de la región, de las cosas más bonitas que dios dejó caer cuando estaba dormido. (Parece que la imagen Mafaldesca es internacional).  Son precisamente esos Estados los que se intersectan por territorio perteneciente a indios Navajo y Ute, (principalmente). Las famosas reservas.

Las fotos que puede sacar, hasta una camarita taruga como la mía, son espectaculares porque el paisaje no puede dar menos.

Lo terrible ocurre cuando se deja de ver el paisaje. Entonces vemos a la gente.

Es difícil no salir dándose golpes de pecho occidentales/freudianos/católicos/culpígenos: pobres indios, occidentalizados, son los payasitos que cobran por función, pinches gringos ojaldras.

Bueno sí, todo eso es cierto. Pero tiene sus contradicciones y sus asegunes.

Cuando uno llega a la reserva de los Navajos en Utah y se baja del inefable jeep turístico (hay partes a donde no está permitido entrar en vehículo particular), ya lo espera a uno un indio subido en un caballo que se deja tomar fotos.

La foto es así:

Habrá unas trescientas fotografías diarias idénticas a esta, pues todo lo que ven es un simulacro, una representación que los indios tienen bien estudiada de ellos mismos. Por hacer esto cobran propinas “ahí lo que sea su voluntad por darte el placer de ser lo que tú piensas que yo soy“.

(Ya sé, ya sé, tengo que leer a Baudrillard).

Venden artesanías, joyería de una plata que importan de dios sabe dónde, hecha dios sabe por quién, copiada de un catálogo de joyería de fantasía tipo Avon o similar. Es exactamente la misma artesanía que venden aquí en Xochimilco, en Coyoacán o en Rumania. No sé si son los chinos, los gringos, qué diablos, no sé qué es, pero en este mundo ya no hay cabida para la diferencia. Todo tiene un eco desechable, homogéneo, triste.

Por una corta lana, los navajos se dejan sacar fotos y responden tooooda clase de preguntas idiotas de los gringoides retirados, su público ideal. ¿Usted todavía vive así? ¿Tiene agua y luz en su casa? ¿Habla usted Navajo, qué significa Navajo, esas ovejas son suyas, le rezan a las rocas?

Pendejas que pueden parecer las preguntas, es de lo mejor que se puede oír en ese jeep. La mayor parte de los comentarios son de un tipo de gringo tan centrado en sí mismo que no alberga en su cerebrito la más mínima curiosidad: están más preocupados por lo que puede hacerle a su pielecita el sol y el viento y en qué restaurante va a comer después. Llevan gorras, lentes, bloqueador solar y hasta tapa-bocas. Que no los toque nada, nada, nada.

Pasamos junto a un conejo. El jeep se detiene para que lo veamos de cerca. “Miren miren, están en un lugar donde los conejos no son dibujos animados y no hablan con una zanahoria en la mano”, parece decir nuestro guía. Una de las gringas frente a mí jura que es un ‘animatronic’.

Así lo dijo “That’s not real, that’s one of those animatronics”.

Es extraordinario, (triste pero extraordinario) comprobar cómo los gringos están tan embebidos en su simulacro, que no saben reconocer la realidad cuando la ven. Pero quizás ellos no sean los únicos culpables. Quizás es que en esas tierras la imaginación es un tesoro perdido: cuando el guía Navajo nos mostraba las formaciones rocosas a lo lejos, sus referencias eran hasta dolorosas: “Y allá a lo lejos, pueden ver el dedo de E.T. y la cabeza de Ross Perot”:

Los gringos, claro, se cagaban de la risa. Yo me iba poniendo triste triste, pensando que sus referentes están igual de vacíos que los de los gringuetes que van en el jeep, pero luego me puse aún más triste porque sé perfectamente bien quién era el imbécil de Ross Perot y me acuerdo perfecto del dedo de E.T.

Estamos perdidos, todos.

***

Luego me contaron la historia del lugar: dicen que el primer gringo que vino  a vivir aquí fue por allá de la década de los 30 y lo primero que se le ocurrió (of all things possible) fue venderle la idea de una locación al cineasta John Ford.

Dicen que quería “reactivar económicamente” el lugar, un eufemismo de “ya chingamos paleta, de aquí se puede hacer negocio”; así que se le plantó al director en sus oficinas de Hollywood y lo convenció de que Monument Valley, Utah, era el escenario perfecto. Ford ya  había escogido a John Wayne para hacer sus épicas de vaqueros y la onda le encantó. Parece que ya nunca filmó en otro lado.

Es curioso porque entonces los habitantes de Monument Valley se convirtieron en extras (como lo son ahora, qué cabrón, extras de sus propias vidas).

Toooodos los Cheyennes, Chipewas, Shoshones y anexas en las películas, son en realidad Navajos haciéndola de Cheyennes, Chipewas y Shoshones. ¿Lindo, no?

Desde entonces, en este lugar se filman a cada rato toda clase de películas: de aquí son las carreteras polvosas de Thelma & Louise y la llanta ponchada de las National Lampoon Vacation con Chevy Chase; de aquí es un pedazo de Marte de Total Recall y un escenario de Back to the Future III (que me disculparán, tuve a bien saltarme). Hasta el juego de Playstation 3, Motorstorm, está basado en Monument Valley.

Ánnndale, ya caigo.

Entonces, mi idea de vacío frente al referente cinematográfico está al revés: tal parece que este lugar no tendría la vida que tiene de no ser por el cine. Los indios se habrían retirado de un sitio inhóspito sin agua ni posibilidad de prosperar en el sistema capitalista. Los turistas jamás habrían venido y yo no les estaría contando esto.

Como vil pueblo minero, los indios Navajos de Monument Valley encontraron una veta que inauguró un estilo de vida y sigue dándoles de comer: el cine.

No sé si eso está bien o está mal, pero no creo que me toque juzgarlo.

Healing Melodic Death Metal (dead metal)

Bajando música porque si.

Al rato corriendo al concierto de Carcass, oh si señor why not, porque nada como un poco de Death Metal y Perfume de Putrefacción para hacerte olvidar que eres todo menos fuerte, todo menos invulnerable.

…esta otra rolita me pone en ese otro mood. Soy vulnerable, un día me pueden matar. Un día pueden venir por mí, qué sé yo, los narcos o los duendes del suicidio como lo hicieron con aquel periodista gringo que escribía o escritor que periodisteaba, es igual.

(Yaaa, quiero que sea de noche y olvidarme de todo chingá)…nomás que apenas son las 2 y falta mucho Interpol y mucho Third de Portishead y mucho Blonde Redhead y mucho del innombrable R. Ouch quiero una sopita caliente.

Particularmente cruel es ésta que no puedo dejar de oír del Our Love to Admire:

Nobody warned you
Nobody told you
To make up your mind

Nobody told you
That I could just waltz through
And shake up your style

I’m inside
Like the wrecking ball
Through your eyes

And I change it all from inside

Prefiero pensar en esa Wrecking Ball porque hoy, felicidades pinche Porfirio Díaz, en lo que hubiera sido tu cumpleaños número 178, hoy te celebramos así…

-Ocho muertos en Morelia, muertos de Independencia. Si viviéramos en el mundo de la novela Ubik de Philip K. Dick podríamos llevarlos a una cámara de conservación y hablar con ellos durante algún tiempo, antes de que la fuerza vital se les escapara por completo del cuerpo desnudo. Les preguntaríamos ¿qué hacías en esa plaza tan llena de gente un 15 de septiembre? ¿qué celebrabas, eh?

Luego un sueco me dijo que los mexicanos cada vez estamos mejor, “cada vez hay más gente con dinero”, me dijo. Seguro por eso mataron a esos morelianos, pienso yo. “¿Por qué será que los mexicanos nunca pueden ver nada bueno de su país?” No sé, no sé.

También dijo que si López Obrador hubiera ganado, muchos extranjeros hubieran salido por patas de este país. Ahí fue cuando mi ya mítica incorrección política salió al quite: “Chingá, nomás por eso merecía la pena hacer un recuento de votos”.

Se ofendió el sueco, por supuesto. Como buen sueco me dijo civilizadamente “resiento ese comentario”. Yo le dije que no era personal, pero claro que era personal. Yo no quiero que se vaya mi amiga argentina, ni mi amigo catalán ni mi amigo chileno ni mi amiga guatemalteca ni mis cuates colombianos o mi amiga gringa. Lo que quiero es que ese pinche sueco, igualito a otros muchos mexicanos que se sienten suecos se vayan o que por lo menos se pongan a leer los chingados periódicos un día.