El diario de Guillermo del Toro


Mi amigo Paulo no tiene blog, pero bien que tiene un corto que participó en el festival de Morelia. Un corto buenísimo, con tres finales y un boxeador retirado.

Mientras mi Paulo estaba en la ciudad natal de los cinepolises y las gasolineras Corpo Gas; los dulces de cajeta y el mamila de Javier Marín, yo me pepené a mi novio y me lo llevé a ver El Laberinto del Fauno. Hubiera deseado acompañar a Paulo a Morelia, pero lo de la nueva responsabilité me lo impidió. Lo lamenté muchísimo: mientras él platicaba con el gordito de director a director, yo tragaba palomitas. Chin.

Pronto llegamos a ese lugar. Me di cuenta de que esa película es un lugar. Ya no estábamos sentados a lado de Eduardo Santamarina (quien quiera que lo conozca por favor, díganle que ya no quiero ir a las mismas funciones que él).

Mientras se proyectaba la cinta en la sala de Altavista, cada quien llegó a ese sitio que nos parecía enorme cuando éramos niños.

Lo había olvidado: a los 8 años imaginé muchas veces que vivía en una película. La música de los créditos siempre me daba un poco de zozobra.

El bosque mítico de Del Toro me acercó de nuevo a la angustia de ser menor de edad. Allí estaba yo, con el autor, creyendo mis mentiras, la pregunta de qué es estar vivo, la falacia del tiempo, de que sólo hay una realidad.

Fue particularmene doloroso no poder odiar al dictador. Tiene algo de hijo de puta respetable el cabrón. Redondo personaje, complejo. Toda una figura de padre, pues.

Salí con una melancolía dulce. Trilce, como decía César Vallejo. Me puse trilcísima, caray.

Ayer regresó Paulo y me contó que, efectivamente, había charlado de director a director con el exgordo ahora gordito Del Toro, quien al parecer regresó a España con una impresión fuerte de mi amigo –sin contar que Paulo alcanzó a darle una copia de su corto, mugroso suertudo–.

Del Toro: “¿Y ustedes, de dónde sacan sus historias?
Paulo: “Cuando algo me rebasa: la muerte de alguien, las bombas en Bagdad o que me deja la novia… “
Del Toro: “Me gusta tu respuesta. La voy a escribir en mi diario”.

Así que ahora Paulo, además de vivir irremediablemente en las entrañas de todos sus cuates, también tiene un departamento en el diario moleskinoso de Guillermo Del Toro.

No esperábamos menos de ti, adorado freak.

***
Ayer escribí esto mientras esperaba a todos afuera del teatro:

Hoy he visto dos ofrendas
al menos una de ellas
trataba del miedo a la muerte

También ví un par de calles limpias
que no debían estarlo,
el anónimo ciudadano
dejó su polvito de horas
al levantar botellas de PET y kleenex usados

***
Disculpen los poetas mi atrevimiento.

escabrosito


Un tema escabros por el que me voy a ganar dos o tres enemigos.

¿Por qué ahora que se destapan los caños del abuso a niños y niñas no se pone a discusión la, cómo decirlo, hipersexualización (si se me permite el terminajo) que este país calca del vecino?

Como nunca antes, nosotros también le entramos a la venta de chamacos. Se cotizan por montones en los anuncios espectaculares. Las pequeñas de tres o cuatro se comen unas sendas salchichotas, están claramente maquilladas (nomás vean el del queso Lala) y se presentan seductoras al vender ropita; los niños por su parte (hay que ver el comercial de una SUV Nissan que pasan en todos los Cinemexes), más que ser bomberos, exploradores o científicos, desean tener mujeres adultas como compañeras de juego. Quieren ir “en el asiento de adelante”, jugar golf, pasar por la alfombra roja con una tetona. Follar pues.

Así que los publicistas las usan de carnada… y nosotros lo permitimos.

El caso de Jon Bennet (aquella gringuita que violaron y mataron hace un par de años) es muy revelador: los papás llevaban años comercializándola en anuncios y concursos de belleza para niñas hasta que el lobo se la tragó. Digo, ya nomás que se permitan este tipo de concursos es una hijoeputé.

¿Con que conciencia tranquila, no?

Cuando la bomba explota—los casos de Kamel Nacif, Succar Kuri, el gober, los sacerdotes católicos–, todo mundo se hace el que no supo cómo pasó. Son unos cerdos, eso, como digo yo, no se los quita ni dios, pero estamos fallando al discutir el meollo del asunto.

Claro que hay otros factores: el reinado de la juventud, la dificultad para ser adulto en esta tierra de eternos púberes. La corrupción, el narco, el estúpido sistema tripartita hecho de puras cortinas de humo. Los asesinatos a los (pocos) periodistas de investigación que existen en el mundo. Como la rusa Politkovskaya, quien ilustra este post de autoflagelación periodística.

Y por supuesto, last but not least, la mugrosa naturaleza humana. Esa también tiene la culpa.

Por eso me cayó tan gorda Hard Candy. Pura denuncia moral, nada de reflexión. Para eso están las mamás, no los cineastas. ¿O qué?

De bodas

Mi sisterna anda loca con eso de su boda.
De embarrada me entero de las doscientas cincuenta cosas que se requieren para hacer de tu ceremonia nupcial “un evento inolvidable”.
Nunca me he casado y dudo que gastar esa cantidad de dinero en una fiesta me hiciera feliz.
Pero no puedo dejar de pensar en qué haría yo de verme atrapada en esos calores.
Creo que lo más importante es la rola que bailas con tu novio.
Es la declaración de principios de esa pareja.
O lo sería si fuera mi bodorrio.
No es lo mismo abrazarse con Celine Dion que con U2 que con los Ramones.
Casi podría decir que en eso se basa la felicidad del matrimonio. En la comprensión del gusto musical del otro. Puede no gustarte su música, pero debe quedarte clarísimo por qué le flipa. De lo contrario, tarde o temprano valdrá madres.
Yo de plano no confío en la gente que no tiene gustos musicales definidos y ciertamente no andaría con alguien que no fuera hardcore fan de una banda. De la que fuera.

Ayer en el tráfico estuve pensando en cinco rolas para bailar en una boda.
Sólo se me ocurrieron dos, a ver si a sus mercedes se les vienen otras a la mente.

1. Ladies and Gentleman we’re floating in space por Spiritualized
2. Absolute Beginners por David Bowie.

Eeeeeeeeee


1. Este es el lugar donde uno se ‘esquizofrenia’ y hay chance de darse palmaditas de vez en cuando.
Ms Taza: Felicidades por ese premio para su cortometraje.
Nos costó un ojo pero por fin logramos que a esa institución de cinematografía nacional se le quitara lo fresa.
Salud, chingaooooos!!!

2. No sé si ya hablé de esto. No importa. El caso es que mi amiga Moniqui, al regresar de un largo viaje a China, se aventó a decir que los chinos tenían amputada la capacidad de imaginar.
Luego, políticamente incorrectas como somos, nos pusimos a ver qué tenían amputadas otras culturas.

Los gringos, la espontaeidad.
Los franceses, el sentido del humor.
Los alemanes, la compasión.

No creo que se pueda juzgar por nacionalidad o por grupos, para eso está la derecha.

Lo que puedo decir es que fue un ejercicio interesante; chauvinista, pero interesante.

3. Le platiqué lo de la ‘spontaneity’ al par de gringas que nos dieron el super tour por Oregon. Cuatro desconocidos obligados a pasar cinco días juntos dentro de un Jeep. (El fotógrafo, las dos gringas y su servi). No había chance de huir de un tema.

Lo de la spontaeidad salió porque teníamos reservación para desayunar en un hotel a las 10. Como andaba la carretera era probable que llegáramos a las 10:15 y las gringas aseguarban que ya había valido madre.
“Tenemos que buscar otra opción. Allí ya no nos van a servir”.
(Ira callada pensando ‘no chinguen, es un pinche buffet’)
“Habla al restaurante y pregunta”
La otra gringa habla por Blackberry y pregunta si nos pueden aguantar 15 minutos. “They’re adamant: no breakfast after 10” (es decir, ‘son inflexibles, nada de servir desayunos a güeyes con hambre después de las 10).
Les metí el gusanito. Les dije que dónde quedaba la espontaneidad, el accidente, la tolerancia (que en su acepción menor también es una gran palabra).
La gringa más torpe empezó a actuar extrañísimo.
Se reía más fuerte que de costumbre y argumentaba espontaneidad.
Empezó a contar anécdotas oscuras, pasajes antes inconfesables de su adolescencia. Todo con el argumento de mi famosa palabrita.
Pobre.
La otra, bastante más lista, cuando nos quedamos solas me preguntó cuál era el ‘downside’ de pertenecer a un pueblo espontáneo. México.
“Fácil”, le respondí. “El otro extremo de ser espontáneo se llama ser irresponsable”.
Y así.

4. Portland es todo lo que quisiéramos que fuera Nueva York. Tiene una oferta cultural impresionante, aunque la gente (sí señor, los gringos que tan mal le caen a algunos) son requete amables. Sonríen en la calle. En serio. Si te ven caminando de frente a ellos sonríen. Como en los pueblos.

La onda es que Nueva York es una perra de la que estamos enamorados por eso, por perra. Así que Portland no tiene ninguna oportunidad. Se entrega maternal, como la ciudad que sí te quiere, que te recibe con las piernas abiertas. Con Portland te puedes casar, pero es fácil despedirse de ella.

5. Ahora bien, Powell’s bookstore, es otro cantar. Ahí, cualquiera de mis cuates podría considerar ser enterrado.
No me lo van a creer, pero ya no serían los primeros.
El encargado de Powell’s (Mike, un nerdazo adorable) asegura que hay dos fieles clientes cuyas cenizas ya fueron esparcidas en la sección de libros de arte. Oh si.

6. Me gusta Lady Sovereign. Pinchi escuincla talentosa.

7. Este bar reabre a deshoras, pero reinaugura por los menos dos veces a la semana.
Gracias a los que esperaron a que se volteara el signo de Abierto.
Con leche, con chelas, con Pinot Noir (ahora que regreso de Porlan ya soy toda una sommelier), con amor… Salud.

Dios vive en Oregon

Sin acentos, of course.

Bueno, dios no vive aca, pero seguro tiene un rancho poca madre en las montanias.

Una disculpa a los tres lectores de este su bar El Taza, espero no haya sentimiento de abandono que reportar, excepto el que yo tengo irremediablemente cada noche cuando voy a dormir y no escribo nada para el Taza.

Las ultimas dos semanas han sido salvajes.

Nueva chamba, un cuasi premio filmografico (sigan poniendo changuitos que ya casi me lo dan) y un inesperado pero ultra nalgon viaje a Portland.

Deja tu lo nice de las montanias, la grandeza de los caniones, los lagos, el super clima frio y todo lo demas. Lo grandioso de este lugar se llama Powells bookstore.

(Manana tratare de regresar e incluir algunos links, como me ensenio Ernesto, por ahora “debe ir al dinner”. You’re right, the sponsors are waiting).

Powells, Powells Powells.

Ya me gaste dos mil, si senior, dos mil pesares y ni los siento.

Bueno, maniana les sigo contando.

Ah, Palahniuk y Gus Van Sant tambien son de Portland.

Ujjuuuu.

Boy, am I lucky.

God bless.