Viaje de placer

Este es el primer viaje ‘de placer’ que hago en dos años.  Cuando uno (se) viaja para vivir, el placer es quedarte en tu cuarto, bañarte y mientras todavía estás en batita urgar hurgar 🙂 en las recónditas fisuras del cuerpo.

Por primera vez en mucho tiempo soy una de esas ronchas que le salen a los aeropuertos: soy turista. No tengo nada que apuntar, nada que recordar, nada que declarar. Mi gran trabajo hoy será dejarme tocar por la arena en la playa, leerle un poco a mis sobrinos, tratar de compartirles estos placeres que tantas veces me han salvado la vida: los rayos del sol que te cierran los ojos y los libros.

Les compré un par de supesoakers, de esas pistolas de agua para que mojen a discreción cualquier cosa que no ‘deba’ humedecerse.

Que el agua se lleve mi gripa distímica, que mis niños abran la pausa en el tiempo, el tiempo entre lo que quiero y lo que tengo que hacer.

Suena como un buen deseo.