Drogas

Nunca se metan carbamazepina con bayas Goji. Ayer pasó que la coincidencia de sus elementos químicos hicieron una mezcla explosiva en mi cerebro: quede a merced de un viaje no planeado en territorio salvaje. ¿Cómo salgo de ésta? Mi cama como piragua en la travesía al Amazonas de la pachequez. 
Di mil vueltas hasta que me dormí y soñé, claro. Soñé instrucciones. Le había leído un cuento de Cortázar ilustrado a mi hijo antes de dormir y creo que mi pacheca mente seleccionó el título de un cuento del argentino para instalarse en el extrañamiento. Extrañar en dos sentidos: querer que alguien esté aquí y volver el mundo cotidiano irreconocible, extraño. Digo que soñé instrucciones: ve para acá Ira, llena estás formas, saca fotocopias, lee un párrafo, muévete, camina, escribe. Quiéreme, Ira, quiéreme. Deja de hacerlo, ahora. 
Y abajo de todo eso: ¡extraña y extráñate!
Estas malditas bayas Goji.

Postales

Esta vez fueron los viejos:

1.  Parada de Miguel Ángel de Quevedo y Pacífico, la conductora del camión, una mujer joven y gorda que lleva una gorra como de maquinista, se detiene frente a un anciano nonagenario que lleva un traje de tres piezas marrón, luido a plancha caliente. Un hombre joven le indica a nuestra conductora que el viejo va Taxqueña, le pide que por favor le avise cuando haya llegado. Es ahí que nos enteramos las personas de las tres primeras filas –todos extrañamente atentos– que el viejo es ciego y se subirá al camión solo. Aparte de los noventa y tantos, el viejo carga un maletín que luce pesado, así que la sexagenaria de la primera fila se levanta de inmediato para dejarle el asiento. Me pregunto por qué viaja sólo si apenas puede caminar. Me pregunto por qué está ciego, a dónde va con ese  maletín tan pesado, qué trae dentro. Un jovencito recita poesía de Ignacio Manuel Altamirano y sólo por la audacia de aprenderse un par de líneas le entrego dos pesos, lo único que traigo. La gorda está chupando una bolsita de Bon Ice, parece un gran niño enojado. El viejo pregunta “¿ya llegamos?”, la gorda casi le grita: “¡no, padre!”. Es el “madre” que dicen los marchantes del mercado a las clientas: tiente aquí madre, llévelo madre, vea qué fruta madre. Es la primera vez que oigo a alguien decirlo en masculino. Mire padre, camine padre, tiente aquí padre, llévelo llévelo padre. Nos acercamos a Taxqueña y la gorda dice “ya mero, padre”. Ahí es cuando me doy cuenta que los cuatro pasajeros que vamos en las filas del frente hemos estado en un vilo silencioso, esperando ayudarle al nonagenario para bajar, deseando que no se pare antes de que lleguemos al encuentro de su brazo. No es que seamos buenos, es que…Entonces la gorda tiene un gesto insospechado. Se orilla lo más que cerca que puede de la acera, pone el freno de mano y se para ella misma para bajar al ciego que pasa de una mano samaritana a otra. En la parada veo que el viejo da sólo un par de pasitos mínimos antes de que alguien más se pare y le ofrezca ayuda. Una mujer lo lleva de la mano y lo dirige a la calle donde mi vista lo pierde pues el camión arranca ya. Me quedo sorprendida: he sido parte de un extraño ballet  espontáneo en el escenario de una ciudad que funciona de milagro. Quizás nosotros humanos, como en las colmenas y los hormigueros, también somos capaces de funcionar  como un organismo único con muchos tentáculos . El viejo fue ayudado por al menos nueve personas en los 10 minutos que estuvo frente a mí. Diez extraños, todos con prisa, acalorados que sin embargo hicieron su parte. Ahora sé que el hombre que lo subió al camión no era su familiar, era tan sólo la cabeza de una cadena de ayuda anónima que hoy fue capaz de llevar a un nonagenario ciego a su destino.

Así las cosas en esta ciudad a veces.

 

Serie Cinematográficas (1)

Casi siempre olvido a Fellini. Recordarlo me rompe dos o tres días; los paso musitando el misterio, tratando de tragar con café o cigarros el sentido de las frases cinematográficas. 

¿Por qué La Strada es tan dolorosa? ¿Qué parte de los ojos de Giulietta Masina son míos? Leí cómo fue el proceso para imaginar la historia: Fellini quería un encuentro trágico entre dos personas. Con esa pura idea se puso a escribir hojas y hojas de ideas: así era Federico, confiaba en que todo lo traía adentro, era cosa de ayudarse a sacarlo.

Después de muchas letras, los pequeños mineritos de su memoria encontraron una veta de metal precioso: aquél recuerdo de su infancia en que el herrero de su pueblo embarazó a una pobre chica idiota. Un bebé nació de esa unión, uno que en el pueblo era considerado el hijo del diablo.

Gelsomina (Giulietta) es lenta, crédula, pero afortunadamente Fellini no le da un retraso mental. ¿Qué la mantiene niña? Su fealdad, quizás. Ser bonita es ser mujer muy pronto.

Es extraño que Fellini se haya casado precisamente con esa fea, esa clown de naricita pintada. La gran madre italiana de Fellini es inalcanzable, hermosa, toda tetas y cintura. Obligó a Marcello a desearla esa madre por horas, a seguirla por toda Roma en la Dolce Vita, pero él, Fellini,  prefería dormir con la de los ojos redondos y el cuerpo de muchacho.

Dicen que tuvo muchas amantes, pero nunca dejó a Giulietta. Puede ser que se considerara el herrero aquél o quizás él mismo era la chica idiota tan similar a Gelsomina. Fellini era también el clown que no podía quitarle la vista de encima a un niño con la cara desfigurada ni a los cerdos colgados de las carnicerías. Supongo que por eso duele mucho La Strada. 

Sobre el viejo y el nuevo Rock 101

¿Seré yo una buena fuente (con mi memoria de queso gruyere) para analizar el regreso de esta estación de radio?

No.

De hecho no soy buena fuente para casi nada… mis recuerdos están distorsionados, en este caso por el putazo de hormonas que recibió mi cuerpo justo a los 11 años, cuando entré a la secundaria y me corté el pelo como niño; me empecé a poner mousse; me crecieron las tetas y de repente me di cuenta de que mi mamá era mi peor enemiga. Jo jo jo.

Entrábamos a las 7 am a la escuela; mi enemiga mami tenía debilidad por despertarnos de las formas más extrañas. Desde la violencia verbal hasta la música. Ésta última era la que más me gustaba. Le subía el volúmen al único aparato de sonido que existía en la casa, alrededor del que nos juntabamos a ¡oír discos completos! algunas tardes de domingo, aunque por las mañanas la onda era prender el radio. La niña de 11 años empezaba a soñar que estaba “dancing, with tears in her eyes” o que vivía una historia de “tainted love” y así, tarareando “where did our love go?” se quitaba las lagañas y recorría enojadísima el camino a la adolescencia.

El recuerdo de esas canciones durante el día hacía menos pesado que ese güey de prepa, Alberto Victoria, nunca pasaría de ser un letrero hecho con plumones en el cuaderno.

Luego llegaron las voces, los tipos que narraban conciertos insólitos (cualquier concierto era insólito en esta ciudad donde se habían prohibido, ajá, sí, los conciertos, estaban P-r-o-h-i-b-i-d-o-s ¿no es de risa loca?). Llegaron unos tipos que le daban importancia a los nombres de los álbumes, al productor, al compositor, al género. Bueno, con ellos hasta se enteraba uno de que el arte de las portadas tenía un autor y un significado…

Yo sé que para usted que creció cuando ya había internet esto es pecata minuta, pero en ese tiempo, donde las canciones (los éxitos pop) parecían sacados de un sombrero por las pocas estaciones de radio que las tocaban, la acción de documentar la música era un verdadero rompehielo cultural.

(ya ya…no faltará quién me diga que eso no lo hicieron ellos, que sus papases les habían enseñado a hacer eso en sus casas y no sé qué cosa. Pues a mí no. A mí nadie me había dicho que los productos culturales creaban redes profundas y que si las conocía podía disfrutarlas más ).

Si no por otra cosa, eso sí se le reconoce a Rock 101: en tiempo de secas, unos loquitos se pusieron a repartir vasitos de agua.

***

Ahora bien, si esta ciudad no ha podido superar esa época es otro cantar.

Rock 101 sólo puede regresar en este caldo de cultivo defeño, que no olvida, no puede sacar de su conciencia y de su deseo, los malditos años ochenta.(Ahora hay unos chamacos que confunden los ochenta con los noventa, pero hablamos de la misma melancolía pitera).

Luis Gerardo Salas et al son dueños (no sé si legales, pero por derecho propio, faltaba más) de una marca. Y la van a usar: al tiempo que abren su estación de radio por internet también están abriendo un bar “101”, en el merito corazón de la Condesa, para que no quede duda de a qué le tiran. Dirán “aayyy qué manera de querer hincharse de dinero con nostalgias pasadas” y yo me quedo fría y pregunto:

¿De verdad creen que las industrias culturales deben seguir viviendo del aire? ¿O es que los de Rock 101 deberían buscar escuincles que trabajen por cacahuates y pretender que la gente no necesita dinero para vivir? O qué, ¿una bequita del gobierno? ¿Volverse a meter al cuarto de servicio en casa de papá para que alguien financie sus sueños? ¿O cómo?

Me parece extraordinario que los de Rock 101 aparejen su estación de radio gratuita con un side project que les deje dinero. Eso quiere decir que, al menos para algunos, los ochenta quedaron atrás.

Ellos tienen una marca que todavía vende y sería medio idiota no ponerla a trabajar. Dirán que la gente que ahora hace Rock 101 vía internet ronda los 50 años y en mi opinión, esa edad es tan buena como cualquier otra para dirigir una estación de radio.

Súper ochentera es esa imbécil idea mexicana de que los géneros músicales están pegados a una cierta edad. Que uno debe vestirse de cierta forma, que debe acudir o dejar de hacerlo a ciertos centros bares según la edad.

No mamen.

Hace poco recordábamos cómo aquellos chiquillines pendejos que les mordían los talones a los de Rock 101, los ‘Radioactivos’ se quejaban amargamente de que la radio para jóvenes la hacían treintones. Hoy, ese chiquillín que asustaba a todos programando hip-hop en un país cegado por las guitarras se llama Rulo, tiene 38 años y sigue programando una estación de música ‘joven’ (whatever the fuck that means).

Lo que quiero decir es: bajémosle a los golpes de pecho de pureza. (¿Por qué somos tan dados a esto en México? Si alguien tiene una respuesta o una teoría, me encantaría escucharla).

Si en Rock 101 tienen aún algo que decir, algo que aportar y lo vuelven a hacer bien está por verse.

Démosle unos meses y regresemos a medir el experimento.

Más zombies, por favor

Otra cosa que escribí pa’ Chilango.com. Tengo que buscar dónde meter esta sección pues a pesar de mi post sobre Avatar, los de Ch decidieron que escribiré para ellos más seguido. (Todavía se puede vivir, creo).

Tons, acá está. Espero no aburrir muy pronto:

Más zombies, por favor

1. Como tus vecinos

De todas las criaturas de la noche, los zombies son lo mejor. No son guapísimos ni caballeritos ni delicados —ni los viste su mamá— como a los vampiros; no son  pasaditos de lanza como los gnomos o los chaneques; y tampoco unos peludos y resentidos sociales como los hombres lobo. En general sólo tienen un propósito claro (y muy respetable, por cierto): comerse al otro. Son como tus vecinos, terrenales, egoístas y medio brutos, pero si tienes claros sus horarios y sus costumbres, es fácil escabullirse.

2. Brrrrrains!

Aventuro que justamente por esa condición ultra terrena, los zombies hacen excelentes personajes-pivote para entrañables películas donde los guionistas se dejan ir como hilo de media y por una vez en la vida, se relajan. Lo anterior no quiere decir que sean películas idiotas: es de muchos conocida la metáfora que George A. Romero, el cineasta que sentó las bases para arquetipo de zombie moderno allá en 1968 con su “Night of the Living Dead”, impone a sus historias: los zombies representan a toda esa masa que no piensa, esa masa que compra cualquier cosa que le venden, humano que consume humano por gandalla o por estúpido. Las historias que se desarrollan en el (sub)género (sin intención peyorativa, por supuesto) de los zombies son interesantes porque están centradas en los vivos. Los zombies son sólo un buen pretexto, una situación límite que saca lo mejor y lo peor de los que quedan vivos.

3. Zombieland

Sólo echando un vistazo al guión es fácil apostarle a dos horas de sano entretenimiento con la película Zombieland (ahora mismo en cartelera, del director Ruben Fleischer ). Rhett Reese y Paul Wernick tardaron cuatro años trabajando un argumento que al principio incluía un cameo de Patrick Swayze (quien hoy, dada su condición, podría interpretar el mejor zombie-hollywoodense del mundo…daaa) pero cuyo papel terminó en las buenísimas manos de Bill Murray. Si toda la película está perfectamente amarrada y sana en el storytelling, la parte donde Murray se burla y se interpreta a sí mismo es una verdadera joya de la metaficción. Allí está el actor disfrazándose de zombie para poder jugar al golf tranquilamente en un Hollywood infestado de muertos vivientes…allí está, facilita y buena ondita la metáfora. Nada muy profundo, nada que no sepamos, pero sí carnita disfrutable y una autocrítica bienvenida si se toma en cuenta el marasmo de autocomplacencia y cursilería de otras pelis gringas que se toman taaaaaan en serio a sí mismas como…ejem, Avatar o Crepúsculo.

Se trata también del regreso de Woody Harrelson, en lo mejor que puede ofrecernos: una sonrisa cínica como pocas y un insuperable estilo para sostener un rifle en las manos (à la Natural Born Killers, Oliver Stone, 1994, cuando muchos nos hicimos sus fans en secreto).  Es extraño, por lo menos para una amargada cinéfila como yo, que el hecho de que ya estén pensando en la secuela Zombieland 2, a estrenarse en 2011, e incluso quieran convertirla en franquicia/ serie de TV y/o videojuego no resulte molesto: con la figura de los zombies podemos atascarnos todo lo necesario. Sería inútil y aburridísimo tratar de resistirnos. ¡Braiiiins!

4. Popurrí de zombies

En este país lo que rifa es el vampiro: mi teoría es que en somos bien emos y nos late el lloriqueo. (Por algo la estética darkie se impone más seguido de lo que yo puedo disfrutarla). Qué más quisiera yo que citar referentes mexicanos, libros, discos o pelis que hayan retomado al zombie como héroe o siquiera como leit motif… pero no conozco ninguno. Así, con la esperanza de que quizás ustedes, comentadores tengan la amabilidad de remediar mi ignorancia, citaré algunas obras cúspides (no mexicanas) con el tema de los zombies. Si a usted le gusta esta onda de la carne humana, no se pierda:

The Zombie Survival Guide, de Max Brooks, (hijo de Mel, rey de la parodia, entre otras cosas creador de la serie de televisión sesentera Get Smart) quien con esta divertidísima novela-manual-práctico sienta bases minuciosas para el día en que ocurra lo inevitable; el día en que nos demos cuenta de que vivimos en un mundo de puros muertos vivientes.

El ochentero video literal de Total Eclipse of the Heart de la mujer del pelo chistoso, doña Bonnie Tyler (cuyo paradero y look treinta años después no quiero ni imaginarme). Los monitos que la acosan con intenciones sucias en el video y a quienes les salen luces de los ojos son una versión muy estilizada, pero a nosotros no nos engañan: Bonnie está tratando de escapar de un mundo de zombies.

Zombie Haiku, de Ryan Mecum. Un librito que parece inofensivo, pero que a través de parcos haikús cuenta la historia de un hombre que acaba de hacerse zombie y va a buscar a su familia, para comérsela. Entre otros hallazgos, está el pequeño poema que dice: “I loved my momma/ I eat her with my mouth closed, / how she would want it”.

La recámara, el universo

Otro de esos días donde creo que mi ventana (esta ventana) quiere husmear en mi cuarto.

¿Quieres blog ver hacia acá? Disculparás el desorden, pero es que llevo tres días merodeando sola en este cuarto que no es uno, son dos. Aquí hay tazas, plumones, libros, una computadora blanca y un balcón al que nunca salgo. Carmen Aristegui nos hace sonreír cuando recuerda, entre noticias de asesinatos adolescentes, a sus padres en Veracruz, ¿se sentirá igual de frágil que todos los demás? ¿los estará invocando? Se nos juntan las cejas cuando pensamos que Cemex, ni más ni menos, está dando un reconocimiento a periodistas: la apuesta segura, Granados Chapa.

Hay un libro haikús-zombies de Ryan Mecum, un regalo de Dante, (one thing on my mind/only one thing on my mind,/ I’m going to eat you) que me hace sentir comprendida: “To George Romero: because of you I’m screwed up. Thanks for your movies”.

Aquí hay muchas dedicatorias a creadores. El coffee table book de Kubrick, aunque yo no tengo una coffee table. Leo y tomo café acostada en el piso.

Hay un corcho con tu foto y una postal del cuadro “La decapitación de San Juan Bautista” de Michelangelo Merisi da Caravaggio. El pintor de la noche, para los cuates.

La postal existe porque ninguna otra pintura me ha quitado de esa forma el aliento. Está allí porque mi caminata de una sola tarde por la isla de Malta bien podría ser una culminación estética.

En este cuarto somos 20 muertos diarios, un promedio de 20 descabezados diarios que ya ni noticia son. Le vamos diciendo al cuerpo que se acostumbre, que el conteo no bajará, que pronto no habrá agua, que pronto no habrá perdón. Y sin embargo este es un cuarto donde se baila. Aquí  se baila se baila se baila, exactamente a las 5.20 de la tarde, quiera el habitante o no, se baila.

¿Cómo hubiera pintado Caravaggio estos descabezamientos, los nuestros?

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Everything that happens will happen today

Vi pasar a Ruben Bonet, con esos ojos desbordados, ofreciendo sus libros y su intensidad, su falta de vergüenza, su cara de dolor jajajesco. Alto, muy alto, como sus vuelos  y su sentido del arte. (Luego leí a Villareal en Milenio hacer una modesta apología de este hombre que adoptó a México como su sucia musa desde 1992.  Rogelio no lo sabe, ni lo sabrá, pero cuando leí su artículo se dibujó un círculo sobre mí, decidí cosas).

Nos quedamos solos en esa calle, me acababan de sacar del Mestizo, esperaba a mis amigos, encerrados Bonet y yo por fuera del bar, sin nada que decirnos. Se subió a su bicicleta. “Mucho Bonet, eres una pistola”, solo eso, no me dio el mezcal para más. Hizo un medio-caballito con el artefacto y antes de alejarse me gritó “Estamos vivos, hermanita”.

Algunos dicen que Bonet está loco. El runrun lo señala como violento y mamila. A muchos otros ha ofendido, arañado. No sé. Quizás yo solo lo admiro por desigual, por querer que lo adopten, por calzonoudo, por huérfano, por frágil, por buen escritor.

Lo admiro por todo lo que desprecio a gente famosita, alterntivita, que pontifica sobre el rocksito, el metalito (o el indiesito, que para estas alturas, cómo se ha jodido la cosa, es exactamente lo mismo). Por todo lo que no admiro al tipo que sólo sabe criticar, al que se preocupa demasiado por qué apesta y qué no, a quien usa instrumentos para medir a los otros.

También dejé de admirar hace mucho a la gente lista porque para mí ser inteligente es como haber nacido con una nariz bonita. No merit at all. (Lo que se hace con esa inteligencia requiere de más nalgas planas y de constancia que de neuronas. Eso si que es meritorio).

Me gusta más la gente que acumula pequeñas victorias diarias contra sí mismo. Pinches héroes que todavía se indignan cuando ven las cifras de asesinados, que todavía se molestan porque les roban algo. Admiro al que asiste embrutecido a una cogida, un concierto o una plática con amigos, el que evita trivializar las caminatas de una sola cuadra, donde se amarran amores para siempre.

(Quizás no se den cuenta, pero trivializarlo todo, apolitizarlo todo, darle chance a su ser blandengue nos está matando).

La lengua de fuego del DF me lamió tres veces este fin de semana.

Esta es una ciudad y no mamadas.

Visas

El gobierno canadiense no ha querido decir por qué le ha impuesto visas a los mexicanos.

¿Demasiadas solicitudes de asilo político injustificadas? Ajá.

Demasiado cabrón pistoludo. Tanto delincuente suelto y gobernando. Tanto cabrón narcomayorista. You’re no longer welcome you sick people. Vous ne sont pas le bienvenus. O vous êtes bienvenus, siempre y cuando paguen ¿o qué no les sale?

Parece mentira mexicosos, pero antes, cuando el partido partía plaza y mantenía la galletita en piezas grandes, no se la pasaban cortándose la cabeza por migajas.

Parece mentira que haga falta un fuete para mantenerlos civilizados, decía mi mamá.

***

Qué tino tengo.

Tanto viaje y hace por lo menos 10 años que no tocaba suelo canadiense. El minuto en que me programan uno, el gobierno de ese país cambia por completo su política migratoria. Ahora nos piden visa (carísima, por cierto y con más requisitos que la gringa). Chale.

El viaje pasado me enteré de la muerte de Michael Jackson mientras  sobrevolábamos en helicóptero la Ciudad de Los Ángeles. Una escena intimista de película indie gringa, donde la protagonista se pregunta por el sentido de la vida mirando a través de un acrílico transparente, con el pelo revolviéndosele aparatosamente.

Íbamos cuatro personas en la cabina, alguien dijo: mira, esa calle que sube es Mulholland Drive ‘donde viven los muy ricos’. Mulholland Dr., donde Lynch, pensé yo. Los ricos, las mansiones ¿Ya supieron quién se murió hoy? Allá abajo está Bel Air, allá abajo dejó de respirar esta misma mañana el negro-güero.

La mandíbula perdió control durante unos minutos. “Sobrevolemos Bel-Air”, dijo alguien. A ver si logramos ver ambulancias o carros de policía estacionados.

Nada, sólo una alfombra roja sobre Hollywood Blvd., en el Chinese Theater; la premiere de la película Brüno (de Sacha Baron Cohen). ¿Cuántas premieres habrá al mes en Los Ángeles? Una cada tercer día, más o menos. Acostumbradísimos, pues.

Luego en tierra nos enteramos de que la estrella de Michael Jackson estaba justo frente al Chinese Theater, la alfombra roja la estaba tapando. Caminábamos hacia la cena, veníamos madreadísimos y nos metimos en la primera calle donde encontramos restaurantes. Resultó ser Vine Street, justo la cuadra en donde los ofendidísimos fans de MJ se habían ido a refugiar, utilizando como altar temporal (prendían velas y escribían mesajes de adiós en fotografías y pósters) una estrella apócrifa en el pavimiento con el nombre de Michael Jackson, que no designaba al famoso rey del pop sino a un personaje menor de la radio estadounidense, que tuvo el mal tino de llamarse justo así: Michael Jackson.

¿A quién le importa este dj radiofónico? La alfombra roja de Brüno está tapando su estrella en Hollywood Blvd., y esta noche las velas tienen que ser prendidas.

Y uno pasando nomás por allí.

Qué pinche tino tengo.

Dioses pequeños

Dioses debe haber para todo.

El dios que habla de política en la mesa es un tipo duro, vengador, se limpia la boca con servilleta de tela y huele a Vetiver.

Hay un par de dioses del tráfico. Son gemelos y van sobre  carriles paralelos y en sentido contrario. Son los que tocan el cláxon cuando se pone el siga, los que dejan charcos justo donde está el agujero por el que sales a China o a la colonia Aragón.

El dios del Twitter es un bebé, pero hay días que abraza una sonaja y va sacudiéndose followers, pone un límite, un candadito y hay viernes aburridos que deja que cualquiera diga estupideces.

El dios del blog es un ente así como Rafa Saavedra, una persona interconectada con todos y con todo. Tiene un sentido del humor extraordinario el muy cabrón, pero escribe poco: su atención vive en rizomas. Es el dios que cierra Firefox con un error que nadie sabe en qué consiste.

Los perros en el DF tienen un dios que ya los está enseñando a cruzar las calles (sobre todo Calz. de las Águilas en donde se ha visto una dramática reducción de muerte por llanta) mientras que la familia de gatos del mercado tienen otro dios bigotón que obliga a los compradores de pollo rostizado dejar sobras para que ellos coman.

A mi casa vino a vivir un dios muy paciente que se acuesta en el patio y con el que me río ahora que estoy aprendiendo a tejer con ganchillo. Un macizo, una ventanita, un macizo una ventanita. Pero qué bruta, ya hice dos ventanitas. Y me contesta “está bien, deja que entre más luz”.

Un mapa de la mañana

Es de mañana, hay que revisar Twitter, blog, mail, facebook. Prendo la computadora, conecto las bocinas, pongo una canción, me conecto a Messenger (contactos de trabajo, casi todos) y bajo a hacerme café, en ese órden. Pienso en mi día, en las juntas de trabajo, en mi viaje próximo, en que tengo que ir a la biblioteca, al gimnasio (a inscribirme puesn), al portugués, mi maestra hiper cursi que nos pondrá yet another song by Rita Lee, algo así como la Yuri brasileña.

En Facebook las primeras angustias reveladas. Mis amigos que viven en el extranjero son los primeros en comentar: “O sea que hoy no va Nadie a la escuela?” Ah chingá. Me vengo enterando. Esa diferencia de horario es la onda.

Otras angustias liberadas en forma de chiste o de reflexión chabacana, que si es enfermedad de puercos, que si se pega por facebook, que si qué mala onda que ya no soy estudiante para tener puente. ¿A quién escogerías para contagiar? Esta última ya me parece too much, pero bueno.

Aquí empiezo a buscar la cantidad de población que murió en México por la última epidemia de influenza. 100 millones en todo el mundo, 300 mil personas en la República Mexicana. Mis bisabuelos maternos incluídos. Soy una huérfana de abolengo (desde hace tres generaciones las mamás se mueren antes de que sus hijas menores cumplan los 15, incluyéndome). Creo que Puebla fue una ciudad fantasma a principios del siglo XX por ese virus. Le decían la Gripe Española. Seguro consideraban menos naco  enfermarse de eso que de gripe porcina, su origen verdadero (aunque esta, la que nos pega hoy, según investigadores gringos, es una combinación entre gripe aviar, porcina y humana, chínguense putos por pinchis posmodernos globalizados).

Regreso a mis planes matutinos: suena grave, suena a que los bisabuelos no tuvieron oportunidad, suena a historia personal, suena a mi novela,  pero la mente hace su tábula rasa y regresa todo a la normalidad. Ok, no hay clases. Got it. Go on with your life. Disfruta del sol. No iré al portugués. Ah, qué bueno, igual me puedo meter al cine y ver Wadley, el documental mexicano en la onda de Artaud sobre el peyote. Ah, no, espera ¿qué no era una epidemia? Entonces no puedo meterme al cine. Madres, es gravísimo!

Justo en eso estoy pensando cuando llegan nuevos twitts, nuevas actualizaciones en facebook. De la extraordinaria mente retorcida de mis cuates viene el imaginario cinematográfico revisitado.  Influenza 28 días después. “Yo ya tengo agua, leche en polvo, latas y una sierra eléctrica”. Me da risa, pues es que en esta ciudad siempre nos queremos matar unos a otros, nomás hace falta un buen pretexto.

Me encanta jugar en silencio con la gente, los leo a todos. Este es un momento de fantástica movilidad de la información y me da lástima tener que despegarme de la computadora, donde la influenza ‘va ocurriendo’. Es decir, hasta que no haya alguien conocido enfermo, todo es pachanga.

Ahí vienen ya las referencias literarias, las Ballardianas, las de los que aún no se enteran o no viven aquí. Están mis amigos que suelen despreciar el tema de hoy: a mí me interesa más el güey encuerado en Coachella que la influenza. Tómense mi desinterés como puedan, pinchis histéricos colectivos.

Pienso ‘qué mamerto’ y luego reacciono: necesitamos a todos, a esos y a los otros. Cuando el mundo funciona bien, se equilibra solito, como un organismo vivo con anticuerpos.

Hablo con las dos personas que buscaría en momento de emergencia. (Tengo que mandar mensajito a una tercera). Ambos enterados, ambos se lavarán las manos mil veces este día ante mis recomendaciones.

Imagino un cómic siniestro, una procesión de cabezas de marrano rebanadas,  como salidas de una exhibición en los mercados; cochinitos con ojos entrecerrados y esa sonrisa casi budista que les caracteriza cuando son cadáveres, burlándose de nuestro pánico  ¿con que les gusta el tocino eeeh? Vengadores sin antifaz.

Efectivamente hay una histeria enorme, pero considerando los 100 millones, los 300 mil y sobre todo considerando a mis bisabuelos, yo también podría enfermarme y morir.

¿Por qué no?

***

Espero no abrumar con esta crónica larguísima de mi mañana.  Pensé que alguien tenía que hablar de esas primeras dos horas de información fresquita,  cruda, sin editorializar, antes de que por la tarde se hiciera vieja y la opacara algún otro encuerado o un nuevo talento en Youtube.